Esencia y amalgama de la
sociedad humana, es el abismo generacional que se abre entre padres e
hijos, abuelas y nietas. La generación actual siempre se siente
incomprendida por la generación anterior, que tampoco pudo convencer
a la que le precedió. Publio Terencio Africano (c.190 - 159 a.C.),
comodiógrafo latino, ya lo tenía claro hace más de dos milenios.
"CLITIFÓN. - ¡Qué
jueces más injustos son siempre los padres para la gente joven! Les
parece razonable que seamos viejos desde que nacemos y que no
compartamos los gustos propios de la juventud. Gobiernan según su
capricho, su capricho actual, no el de antaño. Si yo llego algún
día a tener un hijo, éste hallará ciertamente en mí un padre
comprensivo; podrá confesarme sus locuras y contar con mi
indulgencia. No seré como mi padre, que se vale del ejemplo ajeno
para darme lecciones de moral. ¡Pobre de mí! Cuando ha bebido algo
más de la cuenta, ¡qué hazañas me cuenta (de su pasado)! Y ahora
me dice: << Saca partido de la experiencia ajena para tu propio
provecho>>. ¡Listo! No sabe, desde luego, que ahora, para mí,
está contando cuentos a un sordo. Más mella me hacen las palabras
de mi amada: <> y <
>. A
esto no sé que contestar y no hay persona más desgraciada que yo.
Pues mi amigo Clinia, aunque también tiene bastante con sus
preocupaciones, al menos ama a una mujer bien educada y digna, que
desconoce el oficio de la mala vida. La mía es dominante, exigente,
fastuosa, no repara en gastos, una princesa: lo que yo le ofrezco es
un <>; pues no me atrevo a decirle que no tengo
nada. Hace poco que descrubrí esta plaga, y mi padre todavía no
está enterado".
El atormentador de sí
mismo, 213-229.
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