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Sari Salltëk es una hombre santo bektashi y una figura legendaria dentro del riquísimo folklore albanés. Conocido en turco como Sari Saltuk, se dice que fue o bien un derviche de la corte del sultán Orhan I (1326-1360) o un discípulo directo de Haji Bektash Veli, fundador de la orden Bektashi. Es más probable que fuese una figura de los primitivos Balcanes más que un musulmán de la orden bektashi. Los bektashi simplemente aprovecharon su popularidad como un símbolo del sincretismo cristiano-islámico y la tolerancia religiosa con el fin de promover sus propias doctrinas. Las primeras leyendas asociadas a Sari Salltëk fueron registrados por el viajero y geógrafo marroquí Ibn Battuta (1304-1377). De los documentos que datan de 1538, sabemos que esas leyendas eran muy populares en los Balcanes. En Albania, Sari Salltëk está particularmente asociado con la ciudad de Kruja, donde él vivió un tiempo, y hasta cierto punto, todavía es objeto de veneración. Se dice que murió en la isla griega de Corfú y se identifica en la tradición ortodoxa con San Spyridon. En el siglo XIX, muchos albaneses Bektashi fueron en peregrinación a la iglesia de San Spyridon en Corfú para adorar a la patrona de la isla bajo su nombre islámico. Con todo, se dice que Sari Salltëk tiene siete tumbas, el número siete aparece con frecuencia en sus leyendas, y cada tumba contiene una parte de su cuerpo. El núcleo de la versión albanesa de la leyenda de Sari Salltëk, recogida por Jules Alexandre Degrand en Souvenirs de la Haute-Albanie 1901 , es el siguiente:
“En la ciudad albanesa
de Krujä vivía un príncipe cristiano con una hermosa hija, pero la
felicidad de ambos, y de todos los habitantes de la región, era
amenazada constantemente por una terrible kulsehdra , que vivía en
una profunda cueva en la cima de la montaña. Cada mañana el
maléfico dragón salía de su escondrijo a tomar el sol en las
ruinas de una iglesia mientras esperaba el tributo diario, un hombre
o una mujer que era sacrificado por sus vecinos para alimentar a la
alimaña y aplacar su sed de sangre. Muchos héroes habían tratado
de matar a la bestia, pero fue en vano.
Un día, un derviche de
avanzada edad con una larga barba blanca, con una espada de madera
ceñida al cinto y una rama de ciprés en la mano, llegó a la
ciudad. Después de haber sido informado de la terrible calamidad,
decidió subir a la cueva y acabar con el monstruo. Al día siguiente
mientras caminaba por la ladera conoció a la hija del príncipe, que
no podía parar de llorar. Entonces él le dijo: "No llores.
Vamos a ir de la mano y no te abandonaremos por un momento." Al
atardecer llegaron a la cima de la montaña, árida y seca, pues ya
se podía sentir el aliento de fuego del Kulshedra. El derviche y la
doncella fueron atacados por tres veces por el fuego del Kulshera,
pero el dragón no pudo causarles mal alguno. El derviche entonces
persiguió al monstruo en su cueva y mató con su espada de madera,
cortando sus siete cabezas y guardando sus siete lenguas en el
bolsillo. Entonces le dijo a la doncella que podían regresar a casa
con su padre.
Enterado que su hija había sido salvada del Kulshedra, el príncipe
decidió ofrecer su mano al hombre que la había salvado, aún sin
saber quién había matado a la bestia. Muchos jóvenes salieron de
sus casas fingiendo haber protagonizado la hazaña, pero ninguno de
ellos recibió las tres manzanas que la doncella guardaba en sus
manos. Cuando el derviche le pidió las manzanas a la joven, la gente
del pueblo empezó a burlarse de él, no podían (o no querían)
creer que un hombre tan viejo pudiese haber matado al dragón. Pero
la doncella en un gesto de humildad y agradecimiento entrego las tres
manzanas a su libertador. Como prueba de su hazaña, el derviche
mostró al príncipe las siete lenguas de la Kulshedra, pero se negó
a aceptar la mano de la doncella, diciendo: "Los derviches no se
casan con mujeres en contra de su voluntad. Mantenga su hija y sus
tesoros. Permítame sólo poder vivir en la cueva del dragón, y
tener un poco de comida todos los días ". El príncipe estuvo
de acuerdo y así fue.
Pasados unos años los
habitantes de Kruja comenzaron a sentir una gran envidia por los
poderes del derviche, convencidos de que iba a matarlos a todos, así
es que planearon su asesinato. Uno de los discípulos de Sari
Salltëk, aquel que todos los días le llevaba la comida, advirtió
al derviche “toma esta sandía, come y huye, pues los asesinos
están en camino”. Fusioso y enfadado por la falta de gratitud del
pueblo, estrelló la sandía contra el techo de la cueva, y desde
entonces, en el lugar se han producido semillas de sandía y un jugo
rojo, que la gente de Kruja solían beber por sus poderes mágicos.
Sari Salltëk luego cabalgó hasta el pico de la montaña y, en
cuatro grandes pasos, partió hacia Corfú, dejando sus huellas en
Kruja, Shijak y Durres".
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