Al amanecer la niebla envolvía
O Porriño, mientras dejamos atrás la urbe para internarnos en el
bosque y entrar de lleno en contacto con la naturaleza y el paisaje
rural humanizado.
Salimos de Porriño y la ciudad
se alarga hasta difuminarse sobre la carretera. Internados ya en el
campo iniciamos un prolongado y sostenido ascenso hasta Mos, un
destacado hito en el camino que desde Portugal se dirige a la tumba
del Apóstol.
Caminamos desde O Porriño hasta
Redondela, y tras caminar por medio del campo durante un buen trecho,
encontramos demasiado asfalto y hormigón en la última parte de la
etapa. Siempre he pensado que las ciudades son, por definición,
antinaturales, por muchos motivos, nos alejan de nuestra esencia.
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