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domingo, 15 de enero de 2017

VILLA DE ESCALONA.



Un castillo sobre un puente, y sobre el puente una escalera. Sobre el río Alberche, un modesto afluente del inconmensurable río Tajo, en la provincia de Toledo, la villa de Escalona lleva siglos observando el acontecer histórico de estas tierras. Los historiadores (los que verdaderamente entienden de todo esto) echan la vista atrás y no consiguen vislumbrar los verdaderos orígenes de la población. Los más atrevidos suponen que fue fundada por un grupo de judíos errantes que huían del rey babilonio Nabucodonosor II.


En los alrededores se han hallado restos romanos y visigodos, e incluso se relaciona la actual Escalona con una desaparecida ciudad andalusí islámica. Lo cierto es, que la partida de nacimiento se firmó en el año 1083, cuando fue tomada militarmente por el rey Alfonso VI de León y Castilla, poco antes de lanzarse conquistar la imperial Toledo.


En 1086 este mismo rey convierte el castillo de Escalona en fortaleza defensiva, procediendo además a levantar un recinto amurallado. Diego y Domingo Álvares, que recibieron la carta de repoblación de Escalona, son los responsables de este obra arquitectónica.


La villa de Escalona se sitúa en un enclave estratégico, ideal para defender la importante ciudad de Toledo frente a los musulmanes de Al Andalus. Esa posición fronteriza motivó que la gente del lugar soportase las duras condiciones de vida impuestas por el contexto bélico. Para consolidar la posición, el monarca Alfonso VI concedió fuero a la población, de tal forma que Escalona se constituye como villa, con consejo propio, además de alfoz, que le suministra recursos económicos, haciendo posible el mantener una sólida estructura militar.


Más tarde, cuando la frontera con el Islam se había desplazado hacia el sur, el rey sabio, Alfonso X, concede Escalona a su hermano Manuel de Castilla, y de esta forma, la villa de realengo se convierte en villa señorial. Aquí nació el hijo de Manuel, el infante don Juan Manuel, autor de El Conde Lucanor. A partir de este momento el nombre de Escalona quedaba unido irremediablemente a la literatura en lengua castellana. En el siglo XVI, además, se convirtió en escenario de un episodio de el Lazarillo de Tormes.


A lo largo del siglo XV la villa de Escalona quedó asociada a los grandes nobles castellanos, como el condestable Álvaro de Luna que construyó un magnífico palacio en el interior del castillo, o el poderoso Juan Pacheco, convertido, por obra de Enrique IV de Castilla, en I Duque de Escalona. Debido a esta relación con los grandeshombres de Castilla, Escalona vivió muy de cerca los conflictos, que a lo largo del siglo XV, enfrentaron a nobleza y monarquía.


La plaza de Escalona, situada en el centro del recinto amurallado, responde al tipo de las genuinamente castellanas. Una plaza de las de antes, con tierra y chiquillos jugando al fútbol.


Devoción popular medieval, el Cristo de la Ventana.


Nunca nos cansamos de andar de plaza en plaza.




sábado, 23 de julio de 2016

PRAÇA DO COMERCIO.



Praça do Comercio, porticada como las plazas castellanas, pero abierta al mar, al mágico lugar donde el Tajo fenece en el interminable océano, centro del comercio con las Indias Orientales, África y Brasil.


Viandantes europeos, africanos y americanos confluyen en este hermoso lugar, refrescado por el viento marino, emblema de una Lisboa cosmopolita, hermosa, entrañable espacio de ensoñación, con el cielo sobre nuestras cabezas, donde la vista se pierde en el horizonte azul, donde despedimos a los aventureros, futuros descubridores, navegantes intrépidos que en un momento determinado de la historia quisieron agrandar el mundo.


Este espacio estuvo ocupada a lo largo de doscientos años por el Palacio Real que fue destruido en el devastador terremoto de 1755. La plaza actual fue proyectada por el Marqués de Pombal.






Viriato, Nuno Álvares Pereira, Vasco da Gama y el propio Marqués de Pombal, coronan el arco por el que la Rúa Augusta desemboca en la Praça do Comercio.


La Praça do Comercio se abre al océano Atlántico, de la misma manera que San Marcos vive a orillas de la Laguna. Mientras los venecianos abandonaban Constantinopla a su suerte, los marineros del infante don Enrique buscaban nuevas rutas para llegar a las Indias, las maravillosas tierras desde las que llegaban a Europa la seda y las especias. Medio siglo antes que Cristobal Colón, los aventureros y exploradores portugueses comenzaron las Era de los Descubrimientos. Lisboa se convirtió en un puerto internacional al que arribaban naves procedentes de todos los mundos posibles: América, Asia y África. El café, la pimienta, el cacao o el tabaco comenzaron a llenar almacenes y tiendas ultramarinos. De aquella época quedan algunos platos en la cocina portuguesa, como las samosas, y especialmente el gusto por el buen café; sus famosas bicas.


Hoy día la Plaza de Comercio, en la orilla del Tajo, entre el Castillo y el Bairro Alto, la Catedral y las ruinas del Monasterio do Carmo, con melodías de fado y brisa marinera, siempre bulliciosos y alegre, recuerda ricamente el esplendor comercial de Lisboa.


Un lugar que empieza a ser cotidiano para mí.




domingo, 10 de abril de 2016

CASTILLO DE ALMOUROL



Como un delicioso cuento ilustrado con bellas imágenes, hincado en un pequeño y rocoso islote, el Castelo do Almourol, protege y defiende del río Tajo, desde la época en que era custodiado por caballeros templarios.


La fortaleza, al parecer, fue construida por los templarios de Portugal en 1171, y una de sus funciones era proteger Coimbra, que en esos momentos ejercía como capital del reino.


Con la disolución de la Orden, pasó a manos de la Orden de Cristo, fundada por el rey Don Dinis para recoger todos los bienes del temple en el país luso.


Invulnerable a la maquinaria de asedio, en el tercer milenio, son los turistas, armados con ipods, tablets y cámaras digitales, lo toman, sin piedad, al asalto.


sábado, 11 de abril de 2015

TORRE DE BELEM.



En el lugar donde el Tajo fenece nace Lisboa, y para proteger ciudad y río se eleva la famosa Torre de Belem, una auténtica obra de arte de la fortificación.


La Torre de Belem o de Sao Vicente fue construida en tiempos del rey Manuel I, entre 1514 y 1519 en homenaje a San Vicente, para proteger el Tajo y defender la ciudad de Lisboa. El proyecto original para esas defensas fue obra de Joao II. El diseño de la torre está inspirado en la moda italiana de la época, y las tradicionales fortificaciones marítimas de la Edad Media. 


Francisco de Arruda, (+ 1547) arquitecto que diseñó la torre pertenecía a un ilustre linaje de arquitectos asentados en Évora. Las obras quedaron en manos del maestro de obras del reino, Diogo de Boitaca, que también dirigía las obras del cercano Monasterio de los Jerónimos. 


Las fortificaciones pueden ser extremadamente hermosas y proporcionadas. La belleza y delicadeza no está reñida con la fortaleza, la efectividad y la funcionalidad. La Torre de Belem combina dos modelos de arquitectura militar: la torre medieval y el baluarte moderno con dos niveles para los disparos de artillería. 


Desde esta torre se oteaban nuevos horizontes, vientos lejanos que habían dejado en Europa tiempos de cambios, el Renacimiento corría como la pólvora,la Humanidad se había hecho más grande y el mundo más pequeño. 


El cargo de gobernador de la torre era un prestigio y una distinción real. Para la residencia se construyó un palacio en sus inmediaciones. En 1517 Gaspar de Paiva, miembro destacado de la corte y familiar de Magallanes, fue designado primer gobernador,


En 1513 desembarcó en Lisboa un rinoceronte llegado de la India, que el rey Manuel I ofreció al papa León X en la embajada de Tristao. La embarcación que lo trasladaba naufragó, pero sorprendentemente el rinoceronte sobrevivió y pudo ser rescatado. Su efigie está labrada en una de las aristas de la torre. Hay quien piensa que este rinoceronte pudo servir a Durero como modelo para su grabado. 


Miríadas de turistas, cámara en mano, la toman cada día al asalto. Cuando se cierran sus puertas, los muros silentes archivan en su memoria las vivencias de cada visitante, y le hacen un huequecillo en el libro de su dilatada historia. 


Enhiesta asiste al funeral del Tajo, en el lugar y momento de su muerte en el Océano.

sábado, 17 de enero de 2015

TOLEDO, CIUDAD INMORTAL.



Una de las más fascinantes ciudades de la Europa medieval, mora, judía y cristiana, sus ladrillos están fabricados con el barro de la leyenda, sus cuevas las habitan ánimas de nigromantes, y en sus bibliotecas secretas trabajan silentes traductores, que conocen los arcanos de las ciencias ocultas, la magia y la alquimia.

Alzada en la margen derecha del Tajo, cuyas aguas rodean las murallas que fortifican el corazón de la ciudad, Toledo ha sido un importante punto estratégico y de encuentro entre Andalucía y la inmensa Meseta, entre el Levante mediterráneo y la costa atlántica portuguesa.

Poblado fortificado u oppidum de los carpetanos, rudos habitantes de la Meseta, que intentaron amortiguar el impacto de Roma, colaborando con sus generales antes que enfrentarse en campo abierto a las demoledoras legiones. Los eficientes ingenieros llegados del Lazio transformaron el enclave en "una ciudad pequeña, pero bien fortificada".

Tras varios avatares Leovigildo la convirtió en el centro y capital del Reino Visigodo, y en arzobispado, adquiriendo entonces una gran proyección política, militar y religiosa. La llegada de los musulmanes y la huída de los próceres visigodos de la ciudad, como toda época convulsa, está llena de leyendas que alimentan la imaginación de las almas más creativas.

Desde el principio del dominio musulmán Tulaytula se convirtió en un continuo problema para los emires y califas de Córdoba, de tal manera que cuando se produce la fitna, Toledo aprovecha para convertirse en la Taifa más poderosa de todo el interior peninsular. Médicos, historiadores, geógrafos, matemáticos y demás eruditos y hombres de ciencias fueron llegando a la ciudad, haciendo de Toledo uno de los grandes centros de conocimiento a nivel continental.


Y en 1085 Alfonso VI de León conquistó la ciudad, recuperando Toledo para la causa cristiana. Desde ese momento se convirtió en la urbe más importante para los cristianos, tanto por su ubicación estratégica, como por su aura simbólica. Significaba recuperar la capital del antiguo reino visigodo, entroncando de esta manera con los primeros reyes astures y dando un valor definitivo al concepto de Reconquista.

Quizá se haya exagerado, por aquello de lo políticamente correcto, lo del Reino de las Tres Culturas, pero lo que es innegable es que durante siglos, cristianos, moros y judíos, conviviendo o malviviendo, compartiendo el mismo espacio, y que por fuerza de la cercanía, no tuvieron más remedio que relacionarse, y de ese estrecho contacto nos queda como legado una de las más emblemáticas y maravillosas ciudades de todo Occidente.

Carpetanos, romanos, visigodos, judíos, árabes, bereberes, cristianos...¿sólo tres culturas?, nunca me he creído eso de la convivencia pacífica, los gritos mudos de un ayer rompen los cimientos del entendimiento intercultural (tristeza de un ayer, un hoy y un mañana).  

domingo, 2 de febrero de 2014

CASTILLO DE SAN SERVANDO



Dominando una posición estratégica sobre el río Tajo y frente al Puente de Alcántara, controlando la entrada y salida de la Ciudad Imperial y vigilando desde una corta distancia Toledo, se encuentra el Castillo de San Servando. 


Se inicia su construcción en 1024, reinando Alfonso VI, como monasterio cluniacense, y en 1088 se convirtió en castillo. El mismísimo Cid Campeador veló armas en su interior durante la víspera de su reconciliación con Alfonso VI en Toledo. 

Más adelante fue ocupado y defendido por Caballeros Templarios, y desde 1212 tras la victoria cristiana en las Navas de Tolosa, fue perdiendo su importancia como bastión fronterizo. 

También se convirtió en uno de los escenarios de la lucha fraticida entre Pedro I de Castilla y su hermanastro Enrique de Trastámara. Un partidario de la familia Trastámara, el arzobispo Pedro Tenorio, fue el encargado de reconstruir el maltrecho castillo. 

jueves, 16 de mayo de 2013

SOBRE IBERIA DE APIANO (XXIX)

56 Comienzo de la guerra lusitana.
Por este tiempo otra tribu de los íberos autónomos, los llamados lusitanos, bajo el liderazgo de Púnico, se dedicaron a devastar los pueblos sometidos a Roma, y después de haber puesto en fuga a sus pretores Manilio y Calpurnio Pisón, mataron a seis mil romanos y, entre ellos, al cuestor Terencio Varrón. Púnico, envalentonado por estos hechos, hizo incursiones por toda la zona que se extendía hasta el océano y, uniendo a su ejército a los vettones, puso sitio a una tribu vasalla de Roma, los llamados blastofenicios. Se dice que Aníbal el cartaginés había asentado entre ellos algunos colonos traídos de África y que, a causa de esto, reciben el nombre de blastofenicios. Púnico, golpeado en la cabeza por una piedra, murió y le sucedió en el mando un hombre llamado Césaro. El tal Césaro entabló combate con Mummio que venía desde Roma con otro ejército y, al ser derrotado, huyó. Pero, como Mummio lo persiguió de manera desordenada, giró sobre sí mismo y haciéndole frente dio muerte a nueve mil romanos, volvió a recuperar el botín que le había sido quitado y su propio campamento, al tiempo que también se apoderó del de los romanos y cogió armas y muchas enseñas que los bárbaros pasearon en son de burla por toda Celtiberia. 

57 Hechos de Mummio. 
Mummio se dedicó a hacer ejercicios de entrenamiento dentro del campamento con los cinco mil soldados que les quedaban, temeroso de salir a campo abierto antes de que los soldados hubieran recobrado de nuevo su coraje. Esperó allí a que los bárbaros pasaran con una parte del botín que le habían arrebatado, cayó sobre ellos de improviso y, tras haber dado muerte a muchos, recobró el botín y las enseñas. Los lusitanos del otro lado del río Tajo y aquellos que ya estaban en guerra con los romanos, cuyo jefe era Cauceno, se pusieron a devastar el país de los cuneos que estaban sometidos a los romanos y tomaron Conistorgis, una ciudad importante de ellos. Atravesaron el océano junto a las columnas de Hércules y algunos hicieron incursiones por una parte de África y otros sitiaron a la ciudad de Ocilis. Mummio los siguió  con nueve mil soldados de infantería y quinientos jinetes, mató a unos quince mil de los que estaban entregados al saqueo y a algunos otros, y levantó el asedio de Ocilis. Después se topó, casualmente, con los que llevaban el producto de su rapiña y los mató a todos, de tal manera que ni siquiera logró escapar un mensajero de esta desgracia. Tras haber entregado al ejército el botín que podían llevar consigo, el resto lo quemó como ofrenda a los dioses de la guerra. Y Mummio, una vez que finalizó su campaña, regresó a Roma y fue recompensado con el triunfo. 

miércoles, 24 de abril de 2013

SOBRE IBERIA DE APIANO (XXVI)

50 Marcelo firma un tratado de paz antes de la llegada de sus sucesor Lúculo. Fin de la guerra de los belos, titos y arevacos.
Lúculo se puso en camino, y Marcelo anunció públicamente la guerra a los celtíberos y les devolvió sus rehenes como lo habían pedido. Después llamó a su lado al portavoz de los celtíberos en Roma y estuvo conferenciando con él en privado durante largo rato. En razón de esto, se empezó precisamente a sospechar ya entonces, y después fue confirmado en mayor medida por los acontecimientos posteriores, que intentaba convencerles de que pusieran en sus manos su asuntos, buscando con ansiedad dar fin a la guerra antes de la llegada de Lúculo. Después de esta entrevista, cinco mil arevacos ocuparon Nergóbriga, y Marcelo se puso en marcha hacia Numancia y acampó a una distancia de cinco estadios de ésta. Persiguió a los numantinos acorralándolos en la ciudad y, finalmente, el jefe de éstos, Litennón, haciendo un alto, dijo a voces que quería reunirse con Marcelo para negociar. Cuando estuvieron reunidos, afirmó que los belos, titos y arevacos se ponían voluntariamente en manos de Marcelo. Éste, feliz por la noticia, exigió rehenes y dinero a todos ellos y, habiéndolos tomado, los dejó libres. De este modo, terminó la guerra de los belos, titos y arevacos antes de la llegada de Lúculo.

51 Lúculo hace una incursión contra los vacceos. 
Este último, que estaba deseoso de gloria y necesitado de dinero por causa de su penuria, realizó una incursión contra los vacceos, otra tribu celtíbera, que eran vecinos de los arevacos, sin haber recibido ninguna orden de Roma y sin que los vacceos hubieran hecho la guerra a los romanos, ni siquiera hubieran cometido falta alguna contra el mismo Lúculo. Después de cruzar el río Tajo, llegó a la ciudad de Cauca y acampó frente a ella. Sus habitantes le preguntaron con qué pretensión llegaba o por qué motivo buscaba la guerra, y cuando les contestó que venía en ayuda de los carpetanos, que habían sido maltratados por ellos, se retiraron de momento a la ciudad, pero le atacaron cuando estaba buscando madera y forraje. Mataron a muchos de sus hombres y a los demás los persiguieron hasta el campamento. Tuvo lugar también un combate en regla y los de Cauca, semejantes a tropas de infantería ligera, resultaron vencedores durante un cierto tiempo, hasta que se les agotaron los dardos. Entonces huyeron, pues no estaban acostumbrados a resistir a pie firme el combate y, acorralados delante de las puertas, perecieron alrededor de tres mil. 

viernes, 8 de marzo de 2013

TOLETUM, CIUDAD CARPETANA



La mágica ciudad de Toledo, hunde sus raíces temporales, en la protohistoria de Iberia, siendo en origen, un asentamiento de los carpetanos, que incluso llegó a convertirse en su capital. 

"los de Toledo, la ciudad sobre el río Tajo, capital de Carpetania"
Plinio el Viejo III, 25

La capitalidad de Toledo sobre los carpetanos vendría dada, no tanto por su tamaño, como por su posición estratégica.

Cerca de Toledo se produjo una gran batalla que enfrentó a las legiones romanas, a una poderosa coalición formada por vacceos, vettones y celtíberos, junto al rey de Toletum Hilerno; 

"Marco Fulvio dirigió operaciones de más importancia: libró una batalla campal cerca de Toledo contra una fuerza combinada de vaceos, vetones y celtíberos, los derrotó y puso en fuga e hizo prisionero a su rey, Hilerno".
Tito Livio XXXV, 7.

 Años más tarde, los vettones de nuevo deben acudir en ayuda de Toletum 

"El procónsul, Marco Fulvio, libró dos combates victoriosos y asaltó muchas plazas fortificadas, así como dos ciudades, Vescelia y Helo; otras se rindieron voluntariamente. Después marchó contra los oretanos y, tras apoderarse de dos ciudades, Noliba y Cusibi, avanzó hasta el Tajo. Aquí había una pequeña ciudad, pero bien defendida por su posición, Toledo, y mientras la estaba atacando los vetones enviaron un gran ejército para liberarla. Fulvio los derrotó en batalla campal y, tras ponerlos en fuga, asedió y capturó la plaza".
Livio XXXV, 22

Durante la Edad del BronceFinal, Toletum se había convertido en un importante poblado carpetano, que continuó su desarrollo durante la Edad del Hierro, llegando a convertirse en uno de los principales núcleos de población, una auténtica plaza fuerte, de toda la región.

Como le sucedió a muchos oppida  de la península, acabaría convirtiéndose en una ciudad romana. Un vez en poder romano, parece ser que se convirtió en municipio y tuvo que jugar un importante papel en el control y organización del territorio adyacente. 

Durante mucho tiempo, las únicas referencias que teniamos sobre la protohistoria toledana, eran ciertas noticias transmitidas por los autores latinos,como las que acabamos de leer. Gracias al trabajo de los arqueólogos en el interior de la ciudad, se ha podido llegar a comprobar la existencia de esta fase, aunque aún es mucho el trabajo que queda por realizar y el camino que hay que recorrer para conocer las características del asentamiento original carpetano. 

domingo, 24 de febrero de 2013

SERTORIO Vidas Paralelas - Segunda Parte




X.- Meditaba adónde se dirigiría desde allí, cuando le llamaron los Lusitanos, brindándole, por medio de embajadores, con el mando; pues hallándose faltos de un general de opinión y de experiencia, que pudieran oponer al temor que los Romanos les inspiraban, en éste sólo tenían confianza, por haber sabido de los que le habían tratado cuál era su índole; pues se dice que Sertorio no se dejaba dominar ni del deleite ni del miedo, siendo por naturaleza inalterable en los peligros y moderado en la prosperidad; que trabado el combate, no fue inferior en arrojo a ninguno de los generales de su tiempo, y que, cuando en la guerra se trataba de merodear y hacer presa, de ocupar puestos ventajosos o de meterse por entre los enemigos, necesitándose para ello de dolo y de engaños, era en tales casos de los más sagaces y astutos. En premiar los servicios usaba de largueza y magnificencia, siendo benigno en castigar las faltas; sin embargo, lo ejecutado cruel y sañudamente con los rehenes hacia el fin de sus días parece que descubre que su carácter no era el de la mansedumbre, sino que por reflexión lo sabía comprimir, cediendo a la necesidad. Por lo que hace a mí, nunca creeré que una virtud decidida y bien cimentada en la razón pueda por ningún caso de fortuna degenerar en el vicio opuesto; con todo, no considero imposible que los mejores propósitos, y los caracteres más formados a la virtud, hagan mudanza en sus costumbres por desgracias y calamidades injustamente padecidas; y fue lo que me parece le sucedió a Sertorio, que, cuando se vio abandonado de la fortuna, irritado por los mismos acontecimientos se hizo cruel contra los que le ofendían. 

XI.- Como le llamasen, pues, los Lusitanos, abandonó el África, y poniéndose al frente de ellos, constituído su general con absoluto imperio, sujetó a su obediencia aquella parte de la España, uniéndosele los más voluntariamente, a causa, en la mayor parte, de su dulzura y actividad, aunque también usó de artificios para engañarlos y embaucarlos; el más señalado entre todos fue el de la cierva, que dispuso de esta manera. Uno de aquellos naturales, llamado Espano, que vivía en el campo, se encontró con una cierva recién parida que huía de los cazadores; y a ésta la dejó ir; pero a la cervatilla, maravillado de su color, porque era toda blanca, la persiguió y la alcanzó. Hallábase casualmente Sertorio acampado en las inmediaciones, y como recibiese con afabilidad a los que le llevaban algún presente, bien fuese de caza, o de los frutos del campo, recompensando con largueza a los que así le hacían obsequio, se le presentó también éste para regalarle la cervatilla. Admitióla, y al principio no fue grande el placer que manifestó; pero con el tiempo, habiéndose hecho tan mansa y dócil, que acudía cuando la llamaba, y le seguía a doquiera que iba, sin espantarse del tropel y ruido militar, poco a poco la fue divinizando, digámoslo así, haciendo creer que aquella cierva había sido un presente de Diana, y esparciendo la voz de que le revelaba las cosas ocultas, por saber que los bárbaros son naturalmente muy inclinados a la superstición. Para acreditarlo más, se valía de este medio: cuando reservada y secretamente llegaba a entender que los enemigos iban a invadir su territorio, o trataban de separar de su obediencia a una ciudad, fingía que la cierva le había hablado en las horas del sueño, previniéndole que tuviera las tropas a punto. Por otra parte, si se le daba aviso de que alguno de sus generales había alcanzado una victoria, ocultaba al que lo había traído, y presentaba a la cierva coronada como anunciadora de buenas nuevas, excítándolos a mostrarse alegres y a sacrificar a los dioses, porque en breve había de llegar una fausta noticia. 

XII.- Después que los hubo hecho tan dóciles, los tenía dispuestos para todo, estando persuadidos de que no eran mandados por el designio de un hombre extranjero, sino por un dios; dando además los hechos mismos testimonio de que su poder se había aumentado fuera de lo que podía pensarse, porque con sólo haber reunido cuatro mil broqueleros y setecientos caballos de los Lusitanos, con dos mil y seiscientos a quienes llamaban Romanos, y con unos setecientos Africanos que se le habían agregado, siguiéndole desde aquella región, hacía la guerra a cuatro generales romanos, que tenían a sus órdenes ciento veinte mil infantes, seis mil hombres de caballería, dos mil entre arqueros y honderos y un grandísimo número de ciudades: cuando él, al principio, no tuvo entre todas más de veinte; y sin embargo de haber empezado con tan escasas y apocadas fuerzas, no sólo sujetó a numerosos pueblos y tomó muchas ciudades, sino que, de los generales contrarios, a Cota lo venció en combate naval cerca del puerto de Melaria, y a Aufidio, prefecto de la Bética, lo derrotó a las orillas del Betis, matándole doscientos Romanos. Venció, asimismo, por medio de su cuestor, a Domicio Calvisio, procónsul que era de la otra España, y dio muerte a Toranio, otro de los generales que Metelo había enviado con fuerzas contra él; aun al mismo Metelo, varón de los primeros y más acreditados de su edad, habiéndose aprovechado de los no pequeños yerros que éste cometió, le puso en tanto aprieto, que fue preciso que Lucio Manlio viniera desde la Galia Narbonense en su socorro, y que de Roma misma fuera enviado Pompeyo Magno con considerables fuerzas. Porque Metelo no sabía qué hacerse con un hombre arrojado, que huía de toda batalla campal, y usaba de todo género de estratagemas por la prontitud y ligereza de la tropa española; cuando él no estaba ejercitado sino en combates reglados y en riguroso orden, y sólo sabía mandar tropas apiñadas, que, combatiendo a pie firme, estaban acostumbradas a rechazar y destrozar a los enemigos que venían con ellas a las manos; pero no a trepar por los montes, siguiendo el alcance de sus incansables fugas a unos hombres veloces como el viento, ni a tolerar como ellos el hambre y un género de vida en la que para nada echaban de menos el fuego ni las tiendas. 

XIII.- Además de esto, Metelo, que era ya hombre de bastante edad, después de muchos y peligrosos combates, había empezado a tratarse con más delicadeza y regalo que antes, y se las había con Sertorio, lleno de vigor y robustez, y que tenía muy ejercitadas las fuerzas, la ligereza y la frugalidad. Porque ni aun en el mayor ocio se dio jamás al vino, y se había acostumbrado a tolerar grandes fatigas, largas marchas y frecuentes vigilias, bastándole para todo esto escasos y groseros alimentos. Entreteníase siempre, cuando estaba desocupado, en andar por el campo y en cazar, ensayando el modo de libertarse con la fuga, y cómo envolver al enemigo siguiendo un alcance; y así había adquirido conocimiento de los lugares inaccesibles y de los que daban franco paso. Por tanto, sucediendo, por lo común, que el que quiere evitar batalla padece lo mismo que el que es vencido, para éste el huír era como si él persiguiese; porque cortaba a los que iban a tomar agua, interceptaba los víveres; si el enemigo quería marchar, le impedía el paso; cuando iba a acamparse, no le dejaba sosiego, y cuando quería sitiar se aparecía él y le sitiaba por hambre, tanto, que los soldados llegaron a aburrirse; y como Sertorio provocase a Metelo a un desafío, empezaron a gritar, incitándole a que peleara general contra general, Romano contra Romano; cuando vieron que no lo admitía, le insultaron, pero él se rió de ellos, e hizo muy bien: pues, como dice Teofrasto, un general debe hacer muerte de general y no de un miserable soldado. Viendo, pues, Metelo que los de Lacóbriga estaban muy de parte de Sertorio, y que sería fácil tomarlos por la sed, a causa de que dentro de la ciudad no había más que un solo pozo, y entraba en su proyecto apoderarse de las fuentes y arroyos que había de murallas afuera, marchó con este pueblo, persuadido de que el sitio sería cosa de dos días, faltándoles el agua; así, a sus soldados les dio orden de que sólo tomaran provisiones para cinco días. Mas Sertorio, acudiendo al punto en su auxilio, dispuso que se llenaran de agua dos mil odres, señalando por cada uno una gruesa cantidad de dinero; y habiéndose presentado al efecto muchos Españoles y muchos Mauritanos, escogió a los más robustos y más ligeros, y los envió por la montaña, con orden de que, cuando entregaran los odres en la ciudad, sacaran a la gente inútil, para que con aquel repuesto de agua tuvieran bastante los defensores. Llegó esta disposición a oídos de Metelo, y le fue de mucho desagrado, porque ya los soldados casi habían consumido los víveres, y tuvo que enviar, para que hiciese un nuevo acopio, a Aquilio, que mandaba seis mil hombres. Entiéndelo Sertorio, y adelantándose a tomar el camino, cuando ya Aquilio volvía, hace salir contra él tres mil hombres de un barranco sombrío; y acometiendo él mismo de frente, le derrota, y la muerte a unos y toma a otros cautivos. Metelo, cuando vio que Aquilio volvía sin armas y sin caballo, tuvo que retirarse ignominiosamente, escarnecido de los Españoles. 

XIV.- Por estas hazañas miraban a Sertorio con grande amor aquellos bárbaros, y también porque, acostumbrándolos a las armas, a la formación y al orden de la milicia romana, y quitando de sus incursiones el aire furioso y terrible, había reducido sus fuerzas a la forma de un ejército, de grandes cuadrillas de bandoleros que antes parecían. Además de esto, no perdonando gastos les adornaba con oro y plata los cascos, les pintaba con distintos colores los escudos, enseñábalos a usar de mantos y túnicas brillantes, y, fomentando por este medio su vanidad, se ganaba su afición. Mas lo que principalmente les cautivó la voluntad fue la disposición que tomó con los jóvenes; porque reuniendo en Huesca, ciudad grande y populosa, a los hijos de los más principales e ilustres entre aquellas gentes, y poniéndoles maestros de todas las ciencias y profesiones griegas y romanas, en la realidad los tomaba en rehenes, pero en la apariencias los instruía, para que, en llegando a la edad varonil, participasen del gobierno y de la magistratura. Los padres, en tanto, estaban sumamente contentos viendo a sus hijos ir a las escuelas muy engalanados y vestidos de púrpura, y que Sertorio pagaba por ellos los honorarios, los examinaba por sí muchas veces, les distribuía premios y les regalaba aquellos collares que los Romanos llaman bulas. Siendo costumbre entre los Españoles que los que hacían formación aparte con el general perecieran con él si venía a morir, a lo que aquellos bárbaros llamaban consagración, al lado de los demás generales sólo se ponían algunos de sus asistentes y de sus amigos; pero a Sertorio le seguían muchos millares de hombres, resueltos a hacer por él esta especie de consagración. Así, se refiere que, en ocasión de retirarse a una ciudad, teniendo ya a los enemigos cerca, los Españoles, olvidados de sí mismos, salvaron a Sertorio, tomándolo sobre los hombros y pasándolo así de uno a otro, hasta ponerlo encima de los muros, y luego que tuvieron en seguridad a su general cada uno de ellos se entregó a la fuga. 

XV.- Ni eran solos los Españoles a quererle por su caudillo, sino que este mismo tenían los soldados venidos de la Italia. Llegó, pues, también a España, con grandes caudales y mucha gente, Perpena Ventón, del mismo partido que Sertorio, con ánimo de hacer de por sí la guerra a Metelo; pero los soldados empezaron a indisponerse, y haciendo frecuente conversación de Sertorio, pensaban ya en abandonar a Perpena, de quien decían que estaba muy hinchado con su linaje y su riqueza: así, cuando ya se supo que Pompeyo pasaba los Pirineos, tomaron los soldados las armas y las insignias de las legiones y gritaron a Perpena para que los condujese al campo de Sertorio, amenazándole que de lo contrario le dejarían por ir en busca de un hombre que podía salvarse y salvarlos; y Perpena tuvo que condescender con sus ruegos, y marchando al frente de ellos juntó con las de Sertorio sus tropas, que consistían en cincuenta y tres cohortes. 

XVI.- Abrazaban el partido de Sertorio todos los de la parte acá del Ebro, con lo cual el número era poderoso, porque de todas partes acudían y se le presentaban gentes; pero, mortificado con el desorden y la temeridad de aquella turba, que clamaba por venir a las manos con los enemigos, sin poder sufrir la dilación, trató de calmarla y sosegarla por medio de la reflexión y del discurso. Mas cuando vio que no cedían, sino que insistían tenazmente, no hizo por entonces caso de ellos, y los dejó que fueran a estrellarse con los enemigos, con la esperanza de que, no siendo del todo deshechos, sino hasta cierto punto escarmentados, con esto los tendría en adelante más sujetos y obedientes. Sucedió lo que pensaba, y marchando entonces en su socorro los sostuvo en la fuga, y los restituyó con seguridad al campamento. Queriendo luego curarlos del desaliento, los convocó a todos al cabo de pocos días a junta general, en la que hizo presentar dos caballos, el uno sumamente flaco y viejo, y el otro fuerte y lozano, con una cola muy hermosa y muy poblada de cerdas. Al lado del flaco se puso un hombre robusto y de mucha fuerza, y al lado del lozano otro hombre pequeño y de figura despreciable. A cierta señal, el hombre robusto tiró con entrambas manos de la cola del caballo como para arrancarla, y el otro pequeño, una a una, fue arrancando las cerdas del caballo brioso. Como al cabo de tiempo el uno se hubiese afanado mucho en vano, y hubiese sido ocasión de risa a los espectadores, teniendo que darse por vencido mientras que el otro mostró limpia la cola de cerdas en breve tiempo y sin trabajo, levantándose Sertorio: “Ved ahí- les dijo-, oh camaradas, cómo la paciencia puede más que la fuerza; cómo cosas que no pueden acabarse juntas ceden y se acaban poco a poco; nada resiste a la asiduidad, con la que el tiempo, en su curso, destruye y consume todo poder, siendo un excelente auxiliador de los que saben aprovechar la ocasión que les presenta e irreconciliable enemigo de los que fuera de sazón se precipitan”. Inculcando continuamente Sertorio a los bárbaros estas exhortaciones, los alentaba y disponía para esperar la oportunidad. 

XVII.- Entre sus acciones de guerra no fue lo que menos admiración excitó lo ejecutado con los llamados Caracitanos. Este es un pueblo situado más allá del río Tajo, que no se compone de casas, como las ciudades o aldeas, sino que, en un monte de bastante extensión y altura, hay muchas cuevas y cavidades de rocas que miran al norte. El país que la circunda produce un barro arcilloso y una tierra muy deleznable por su finura, incapaz de sostener a los que andan por ella, y que con tocarla ligeramente se deshace como la cal o la ceniza. Era, por tanto, imposible tomar por fuerza a estos bárbaros, porque cuando temían ser perseguidos se retiraban con las presas que habían hecho a sus cuevas, y de allí no se movían. En ocasión, pues, en que Sertorio se retiraba de Metelo y había establecido su campo junto a aquel monte, le insultaron y despreciaron, mirándole como vencido; y él, bien fuese de cólera, o bien por no dar idea de que huía, al día siguiente, muy de mañana, movió con sus tropas y fue a reconocer el sitio. Como por ninguna parte tenía subida, anduvo dando vueltas, haciéndoles vanas amenazas; mas en esto advirtió que de aquella tierra se levantaba mucho polvo y que por el viento era llevado a lo alto: porque, como hemos dicho, las cuevas estaban al norte, y el viento que corre de aquella región, al que algunos llaman Cecias, es allí el que más domina y el más impetuoso de todos, soplando de países húmedos y del montes cargados de nieve. Estábase entonces en el rigor del verano, y, fortificado el viento con el deshielo que en la parte septentrional se experimentaba, lo tomaban con mucho gusto aquellos naturales, porque en el día los refrigeraba a ellos y a sus ganados. Habíalo discurrido así Sertorio, y se lo había oído también a los del contorno, por lo cual dio orden a los soldados de que, recogiendo aquella tierra suelta y cenicienta, la fueran acumulando en diferentes puntos delante del monte; y como creyesen los bárbaros que el objeto era formar trincheras contra ellos, lo tomaron a burla. Trabajaron en esto los soldados hasta la noche, hora en que se retiraron; pero por la mañana siguiente empezó desde luego a soplar una aura suave, que levantó lo más delgado de aquella tierra amontonada, esparciéndola a manera de humo, y después, arreciándose el cecias con el sol, y poniéndose ya en movimiento los montones, los soldados que se hallaban presentes los revolvían desde el suelo y ayudaban a que se levantase la tierra. Algunos corrían con los caballos arriba y abajo, y contribuían, también a que la tierra se remontase en el aire, y a que, hecha un polvo todavía más delgado, fuese empujada por aquel hacia las casas de los bárbaros, que recibían el cierzo por la puerta. Estos, como las cuevas no tenían otro respiradero que aquel sobre el que se precipitaba el viento, quedaron muy luego ciegos, y además empezaron a ahogarse, respirando un aire incómodo y cargado de polvo; por lo cual apenas pudieran aguantar dos días, y al tercero se entregaron; aumentando, no tanto el poder como la gloria de Sertorio, por verse que lo que no estaba sujeto a las armas lo alcanzaba con la sabiduría y el ingenio. 

XVIII.- Mientras que hizo la guerra a Metelo, parecía que su buena suerte era en gran parte debida a la vejez y torpeza de éste, que no podía contrarrestar a un hombre osado, y caudillo más bien de una tropa de bandoleros que de un ejército ordenado; pero cuando, después de haber pasado Pompeyo los Pirineos, contrapuso al de éste su campo, y dieron uno y otro diferentes pruebas de toda la habilidad y pericia militar, y se vio que sobresalía Sertorio así en acometer como en saber guardarse, entonces enteramente fue declarado, aun en Roma mismo, como el más diestro para dirigir la guerra entre los generales de su edad. y eso que no era vulgar la fama de Pompeyo, sino que estaba entonces en lo más florido de su gloria, de resulta de sus hazañas en el partido de Sila por las que éste le apellidó Magno, que quiere decir grande, y mereció los honores del triunfo antes de salirle la barba. Por esta causa muchas de las ciudades sujetas a Sertorio, abandonaron después este propósito por el suceso de Laurón que salió muy al revés de lo que se esperaba. Teníalos sitiados Sertorio, y fue Pompeyo en su socorro con todas sus fuerzas. Había un collado en la mejor situación, frente a la ciudad, y el uno por tomarle, y por impedirlo el otro, movieron ambos de sus campos. Adelantóse Sertorio, y Pompeyo entonces, acudiendo con su ejército, lo tuvo a gran ventura, porque creyó que iba a coger a Sertorio en medio de la ciudad y de sus tropas; y avisando a los Lauronitas, les dijo que tuvieran buen ánimo y salieran a las murallas a ver sitiado a Sertorio. Mas éste, cuando lo supo, se echó a reír, y “Ya volviendo a aquel la vista, pensaban en mudanzas; pero le enseñaré yo- dijo al discípulo de Sila, porque así llamaba por burla a Pompeyo- que el general debe mirar mucho en derredor, y no precisamente delante de sí”; y en seguida hizo advertir a los sitiados que había dejado seis mil infantes en el primer campamento de donde había salido para tomar el collado, a fin de que, cuando Pompeyo le acometiese, lo tomasen éstos por la espalda. Echólo tarde de ver Pompeyo; así, no se atrevió a combatir, temiendo ser cortado, ni tampoco se resolvió de vergüenza a retirarse y abandonar a los Lauronitas en aquel peligro; mas fuele preciso estar presente y ser testigo de su perdición, pues aquellos bárbaros desmayaron y se entregaron a Sertorio. No tocó éste a las personas: antes, los dejó ir libres; a la ciudad, en cambio, la abrasó, no por cólera o por crueldad, porque entre todos los generales parece que fue éste el que menos se dejó llevar de la ira, sino para afrenta y mengua de los que tanto admiraban a Pompeyo: pues correría la voz entre los bárbaros de que, con estar presente y casi calentarse al fuego de una ciudad aliada, no le dio socorro.
Plutarco

domingo, 13 de enero de 2013

GEOGRAFÍA DE IBERIA ESTRABÓN (XXIII)



13 Tribus y ciudades celtíberas.
Divididos los propios celtíberos en cuatro partes, los más poderosos en general, situados al Este y al Sur, son los aruacos, vecinos de los carpetanos y de las fuentes del Tago. Su ciudad más renombrada es Numancia. Demostraron su valor en la guerra de los celtíberos contra los romanos, que duró veinte años, pues fueron destruidos muchos ejércitos con sus generales, y los numantinos, cercados, se mantuvieron firmes hasta el final a excepción de unos pocos que entregaron la muralla. Al Este se hallan también los lusones, vecinos asimismo de las fuentes del Tago. A los aruacos pertenecen las ciudades de Segeda y Palancia. Numancia dista de Cesaraugusta, que dijimos se alzaba a orillas del Ìber, unos ochocientos estadios. También Segóbriga y Bílbilis sosn ciudades de los celtíberos, junto a las que lucharon Metelo y Sertorio. Polibio, al enumerar las tribus y localidades de vacceos y celtíberos, incluye también, junto a las otras ciudades, Segesama e Intercatia. Por otra parte, Posidonio afirma que Marco Marcelo percibió de Celtiberia un tributo de seiscientos talentos, de lo que puede colegirse que los celtíberos eran numerosos y dueños de abundantes riquezas, a pesar de vivir en una región poco fértil. Pero cuando Polibio dice que Tiberio Graco destruyó trescientas de sus ciudades, Posidonio, burlándose, responde que con esto el hombre trata de halagar a Graco, denominando ciudades a los baluartes, como se hace en los desfiles triunfales. Y no deja quizá de ser cierto lo que dice, pues tanto los generales como los historiadores se dejan arrastrar fácilmente a este tipo de embuste por embellecer los hechos. Es el caso también de los que sostienen que pasan de mil las ciudades de los iberos, los cuales me parece que llegan a este número otrogando el nombre de ciudades a las aldeas grandes. Porque ni la naturaleza del país puede admitir muchas ciudades por su escasez de recursos ni por su aislamiento y primitivismo, ni su modo de vida ni sus acciones, salvo los de la costa del Mar Nuestro, sugieren nada de esto: son salvajes los que viven en aldeas, y como ellos la mayoría de los pueblos iberos; y tampoco dulcifican fácilmente las costumbres las ciudades cuando son multitud los que viven en los bosques para daño de sus vecinos. 

14 Al sur de Celtiberia.
A continuación de los celtíberos están, hacia el Sur, los que ocupan el macizo de la Oróspeda y la región del Sucron, los sedetanos hasta Carquedón y los bastetanos y oretanos casi hasta Málaca.

jueves, 10 de enero de 2013

GEOGRAFÍA DE IBERIA ESTRABÓN (XXII)


11 Los cerretanos.
Del propio Pirene, la vertiente ibérica es rica en árboles de toda especie y en particular de hoja perenne, pero la céltica está desnuda, y en cuanto a la zona central, configura valles con buenas condiciones de habitabilidad. Los ocupan en su mayor parte los cerretanos, de raza ibérica, entre los cuales se preparan excelentes jamones que rivalizan con los de Cibira y proporcionan no pocos ingresos a sus gentes. 

12 Fronteras y ríos de Celtiberia.
Rebasando la Idúbeda se halla inmediatamente Celtiberia, vasta y heterogénea; la mayor parte de ella es escabrosa y está bañada por ríos, pues a través de ella discurren el Anas, el Tago y otros cuantos ríos que, yendo a parar al mar occidental, tienen su origen en Celtiberia. De éstos, el Durio pasa por Numancia y Serguncia, y el Betis, teniendo sus fuentes en la Oróspeda, fluye a través de Oretania hacia la Bética. Al norte de los celtíberos viven los berones, limítrofes de los cántabros coniscos y surgidos también ellos de la migración celta, a los cuales pertenece la ciudad de Varia, emplazada en el paso de Íber. Son vecinos también de los bardietas, a los que ahora llaman bárdulos. Por Occidente hay algunas tribus de astures, calaicos y vacceos y también de vetones y carpetanos, por el Sur los oretanos y todos los demás bastetanos y edetanos que habitan la Oróspeda, y, al Oriente, la Idúbeda.

sábado, 8 de diciembre de 2012

GEOGRAFÍA DE IBERIA ESTRABÓN (XV)


5 Ártabros y montañeses.
Los que viven más alejados son los ártabros, en las proximidades del cabo que llaman Nerio, que separa los flancos occidental y norte. En sus cercanías viven celtas, emparentados con los de las orillas del Anas. Dicen que en una ocasión en que hicieron allí una campaña militar éstos junto con los túrdulos, se sublevaron tras pasar el río Limea, y que luego de la revuelta, como sobreviniera la pérdida de su jefe, permanecieron en el lugar dispersos; y por esto es por lo que el río sería llamado Olvido. Tienen los ártabros numerosas ciudades agrupadas en el golfo que los navegantes que tienen relación con estos lugares denominan Puerto de los Ártabros. Hoy día se llaman arrotrebas a los ártabros.

Son alrededor de treinta las tribus que se reparten el territorio entre el Tago y los ártabros, pero a pesar de ser próspera la región por sus frutos, pastos y abundancia de oro, plata y metales análogos, la mayoría de ellos pasaban la vida apartados de la tierra, en piraterías y en continua guerra entre sí y contra sus vecinos de la otra orilla del Tago, hasta que los pacificaron los romanos, haciéndolos bajar al llano y convirtiendo en aldeas la mayor parte de sus ciudades, aunque también asociándose a algunas como colonos en mejores condiciones. Fueron los montañeses los que originaron esta anarquía, como es natural; pues al habitar una tierra mísera, y tener además poca, estaban ansiosos de lo ajeno. Los demás, al tener que defenderse, quedaron por fuerza en la situación de no poder dedicarse a sus propias tareas, de modo que también ellos guerreaban en vez de cultivar la tierra. Y sucedía que la tierra, descuidada, quedaba estéril de sus bienes naturales y era habitada por bandidos.

6 Los Lusitanos.
Dicen que los lusitanos que son hábiles en las emboscadas y exploraciones, vivos, llevan armamento ligero, y son expertos en las maniobras. Tienen un escudo pequeño de dos pies de diámetro, cóncavo por delante y sujeto con correas porque no lleva abrazadera ni asas, y portan además un puñal o un cuchillo. La mayoría viste cotas de lino; son raros los que las usan de mallas y cascos de tres penachos, y los demás, cascos de nervios. Los de a pie llevan grebas y varios venablos cada uno. Algunos usan también lanzas, cuyas puntas son de bronce. Se dice que algunos de los que habitan en las inmediaciones del río Durio siguen un modo de vida lacónico (espartano), que utilizan dos veces al día los alipterios, toman baños del vapor que se desprende de piedras candentes, se bañan en agua fría y hacen una sola comida al día, con limpieza y sobriedad. Los lusitanos son dados a los sacrificios y examinan las entrañas sin separarlas del cuerpo; se fijan además en las venas del costado y adivinan palpando. Hacen también predicciones por las entrañas de sus cautivos de guerra, a los que cubren con sayos. Luego, cuando son heridos por el arúspice en las entrañas, adivinan en primer lugar por la forma en que caen. Cortan las manos de los prisioneros y consagran las diestras.

jueves, 6 de diciembre de 2012

GEOGRAFÍA DE IBERIA ESTRABÓN (XIV)



3 Fronteras de Lusitania.
Al norte del Tagus la Lusitania es el mayor de los pueblos ibéricos y el combatido por más tiempo por los romanos. Delimitan este país por el lado sur el Tagus, por el Oeste y Norte el Océano y por el Este los carpetanos, vettones, vacceos y galaicos como pueblos más importante, pues los demás no son dignos de mención por su pequeñez y oscuridad; no obstante algunos autores, al contrario que los actuales, llaman lusitanos también a éstos. Los calaicos son, por la parte oriental, vecinos del pueblo de los astures y de los celtíberos, y los demás, sólo de los celtíberos. 

La longitud de Lusitania es de tres mil estadios, pero la anchura, delimitado por el flanco oriental hasta la costa del lado opuesto, es mucho menor. La zona oriental es alta y escarpada, pero la región que se extiende a sus pies es toda llana hasta el mar, si exceptuamos unos cuantos montes de poca altura. Por ello dice Posidonio que Aristóteles achaca incorrectamente a la costa de Iberia y de Maurusia las pleamares y bajamares, pues sostiene que el mar se agita en flujos y reflujos porque los salientes son altos y escarpados, y reciben y vuelven a rechazar el oleaje con dificultad. Mas al contrario, a decir verdad, son por lo general arenosos y poco elevados. 

4. Ríos de Lusitania. 
El país del que hablamos es fértil y está recorrido por ríos grandes y pequeños, que discurren todos desde Levante paralelos al Tagus. Casi todos son también navegables, y son los que más arena aurífera poseen. Los más conocidos después del Tagus son: el Mundas, que permite una corta navegación, lo mismo que el Vacua. A continuación el Durio, que viene de lejos pasando por Numancia y otros muchos asentamientos de celtíberos y vacceos y que es navegable en grandes embarcaciones casi ochocientos estadios. Luego hay otros ríos y tras ellos el del Olvido, que unos llaman Limea y otros Belión; también éste procede de territorio celtíbero y vacceo. El Benis, que sigue después (otros lo llaman Minio), es con mucho el mayor de los ríos de Lusitania, navegable asimismo un tramo de ochocientos estadios. Dice Posidonio que también éste viene desde territorio cántabro. Delante de su desembocadura hay una isla y dos diques con fondeaderos. Además, la naturaleza es allí digna de alabanza, porque los ríos tienen las orillas elevadas y con capacidad para recibir el mar en sus cauces cuando sube la marea, por tanto no se desbordan ni anegan las llanuras. Este río constituye el límite de la expedición de Bruto, pero más allá existen otros cuantos ríos, paralelos a los mencionados.

domingo, 2 de diciembre de 2012

GEOGRAFÍA DE IBERIA
ESTRABÓN (XIII)

3. LAS COSTAS ESTE Y NORTE. ETNIAS QUE LAS OCUPAN.

1 Del Promontorio Sagrado a la boca del Tago.
Según se comienza de nuevo desde el Promontorio Sagrado hacia el otro lado de la costa, el que llega hasta el Tago, hay primero un golfo; a continuación un cabo, el Barbario, y allí cerca se halla la desembocadura del Tago, hasta la cual hay, navegando en línea recta, . . . mil estadios. Hay también esteros en el lugar, de los cuales uno avanza más de cuatrocientos estadios a partir de la mencionada torre, y en sus orillas se reposta agua . . . Salacia. El Tagus tiene de boca una anchura de unos veinte estadios y una profundidad tan grande que puede ser remontado por embarcaciones con capacidad para diez mil ánforas. En las llanuras del interior forma el río dos esteros cada vez que sube la marea, de modo que puede surcarse como un mar en ciento cincuenta estadios y hace navegable la llanura, configurando en el estero superior una islita de unos treinta estadios de longitud y de anchura algo menos que de longitud, con hermosos bosques y viñedos. Se halla la isla a la altura de Moron, ciudad bien emplazada sobre un monte cercano al río, distante del mar unos quinientos estadios, también con suelo fértil en los alrededores y una navegación sin obstáculos en un gran trecho incluso para grandes barcos, y el resto, para lanchas fluviales. Más allá de Moron puede remontarse un tramo aún mayor. Sirviéndose de esta ciudad como base de operaciones sostuvo Bruto, el conocido por Galaico, la guerra contra los lusitanos y los sometió. Junto a la corriente del río fortificó Olisipon para tener expedita la navegación río arriba y el transporte de víveres, de tal modo que, de las ciudades del Tago, son éstas las más poderosas. El río, por otra parte, es abundante en peces y está lleno de moluscos. Discurre, teniendo sus fuentes entre los celtíberos, a través de vetones, carpetanos y lusitanos hacia el Poniente equinoccial, siendo paralelo en parte de su trayecto al Anas y al Betis y alejándose luego de ellos cuando se desvían hacia la costa meridional.

2 Tribus del interior.
Los pueblos que se encuentran al interior de las regiones mencionadas son los oretanos, que son los más meridionales y se extienden hasta el litoral del lado de acá de las Columnas, más allá hacia el Norte los carpetanos, a continuación vettones y vacceos, por cuyo territorio pasa el Durio, que tiene travesía en la ciudad de Acontia, perteneciente a los vacceos, y en último lugar los galaicos, que ocupan gran parte de la zona montañosa. Por eso y por ser los más difíciles de vencer, al que sometió a los lusitanos le proporcionaron ellos mismos el sobrenombre e hicieron que a la mayoría de los lusitanos se les denomine hoy galaicos. Las ciudades más poderosas de Oretania son Castalon y Oria.
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