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lunes, 13 de mayo de 2013

SOBRE IBERIA DE APIANO (XXVIII)

54 Escipión concluye la paz con los habitantes de Intercatia. 
Esta victoria elevó la moral de los romanos, pero durante la noche muchos temores hicieron presa en ellos. Pues todos los jinetes bárbaros que habían salido a forrajear antes de que Lúculo llegara, al no poder entrar en la ciudad por haberla sitiado éste, se pusieron a correr alrededor del campamento dando gritos y provocaron un alboroto. Y los que estaban dentro les coreaban. A ello se añadía el cansancio por falta de sueño a causa de la guardia y la falta de costumbre de la comida del país. No tenían vino, sal, vinagre, ni aceite y, al comer trigo, cebada, gran cantidad de carne de venado y de libre cocida y sin sal, enfermaban del vientre y muchos incluso morían. Finalmente cuando estuvo completado el muro de asalto y, golpeando las murallas de los enemigos, consiguieron echar abajo una parte, penetraron a la carrera en la ciudad. Sin embargo, no mucho después, al ser obligados a retirarse, se precipitaron por ignorancia en una cisterna de agua en donde perecieron la mayoría. Durante la noche los bárbaros volvieron a construir la parte de la muralla que había sido derribada. Y como ambas partes sufrían severamente - pues el hambre los acosaba - , Escipión prometió a los bárbaros que, si pactaban, no se quebrantarían los tratados. Le creyeron en razón de su prestigio y puso fin a la guerra bajo estas condiciones: los de Intercatia entregarían diez mil sagos a Lúculo, una cierta cantidad de ganado y cincuenta hombres como rehenes. En cambio, no obtuvo Lúculo el oro y la plata que había pedido y por la que precisamente hacía la guerra, al creer que toda Iberia era rica ne oro y plata. Y es que, en efecto, no los tenían y ni siquiera aquellos celtíberos daban valor a estos metales. 

55 Intentos frustrado de Lúculo contra Palantia. 
Se dirigió a continuación a la ciudad de Palantia que gozaba de gran fama a causa de su valor y en la que se habían reunido muchos refugiados. Por este motivo le aconsejaron algunos que se retirara antes del intento. Sin embargo, Lúculo no hizo caso, pues se había informado de que era muy rica, pero los palantinos lo acosaban sin cesar con su caballería cada vez que iba a aprovisionarse de comida y le impedían abastecerse de alimento. Así que Lúculo, al estar falto de víveres, se replegó con el ejército formado en cuadro. Los de Palantia le persiguieron también entonces hasta el río Duero, desde donde se retiraron durante la noche, y Lúculo después de atravesar hacia el país de los turditanos se retiró a sus cuarteles de invierno. Este fue el final de la guerra de los vacceos llevada a cabo por Lúculo contra el decreto del pueblo romano. Pero Lúculo nunca fue llamado a juicio por ello.

lunes, 29 de abril de 2013

SOBRE IBERIA DE APIANO (XXVII)

52 Perfidia de Lúculo.
Al día siguiente, los más ancianos, coronados y portando ramas de olivo de suplicantes, volvieron a preguntar otra vez a Lúculo qué tendrían que hacer para ser amigos. Éste les exigió rehenes y cien talentos de plata y les ordenó que su caballería combatiera a su lado. Cuando todas sus demandas fueron satisfechas, decidió poner una guarnición en el interior de la ciudad. Los de Cauca aceptaron también esto y él introdujo a dos mil hombres cuidadosamente elegidos, a quienes dio la orden de que cuando estuviesen dentro ocuparan las murallas. Una vez que la orden estuvo cumplida, Lúculo hizo penetrar al resto del ejército y, a toque de trompeta, dio la señal de que mataran a todos los de Cauca que estuvieran en edad adulta. Estos últimos perecieron cruelmente invocando las garantías dadas, a los dioses protectores de los juramentos, y maldiciendo a los romanos por su falta de palabra. Sólo unos pocos de los veinte mil consiguieron escapar por unas puertas de la muralla de difícil acceso. Lúculo devastó la ciudad y cubrió de infamia el nombre de Roma. Los demás bárbaros corrieron juntos desde los campos hacia zonas escarpadas o ciudades más poderosas, llevándose todo cuanto podían y prendiendo fuego a lo que dejaban para que Lúculo no pudiera encontrar ya nada.

53 Asedio de Intercatia. 
Este último, después de haber recorrido una gran extensión de tierra desértica, llegó a la ciudad de Intercatia, en la que se habían reunido, en su huída, más de veinte mil soldados de infantería y dos mil jinetes. Lúculo, siguiendo un criterio estúpido, los invitó a firmar un tratado, pero ellos le echaron en cara su actitud vergonzosa en los sucesos de Cauca y le preguntaron si les invitaba con las mismas garantías que les dio a aquellos. Lúculo, al igual que todos los culpables, lleno de ira contra ellos por sus reproches en vez de contra sí mismo, asoló sus campos y estableciendo un asedio, cavó en torno a la ciudad muchas trincheras y, de continuo, ponía a sus tropas en orden de combate provocando a la lucha. Sus adversarios, en cambio, no respondían de igual modo y sólo combatían con proyectiles. Con frecuencia, un cierto bárbaro salía cabalgando a la zona que mediaba entre ambos contendientes, adornado con espléndida armadura, y retaba a un combate singular a aquel de los romanos que aceptara y, como nadie le hacía caso, burlándose de ellos y ejecutando una danza triunfal se retiraba. Después que hubo ocurrido esto en varias ocasiones, Escipión, que todavía era un hombre joven, se condolió en extremo y adelantándose aceptó el duelo y, gracias a su buena estrella, obtuvo el triunfo sobre un adversario de gran talla, pese a ser él de pequeña estatura. 

domingo, 13 de enero de 2013

GEOGRAFÍA DE IBERIA ESTRABÓN (XXIII)



13 Tribus y ciudades celtíberas.
Divididos los propios celtíberos en cuatro partes, los más poderosos en general, situados al Este y al Sur, son los aruacos, vecinos de los carpetanos y de las fuentes del Tago. Su ciudad más renombrada es Numancia. Demostraron su valor en la guerra de los celtíberos contra los romanos, que duró veinte años, pues fueron destruidos muchos ejércitos con sus generales, y los numantinos, cercados, se mantuvieron firmes hasta el final a excepción de unos pocos que entregaron la muralla. Al Este se hallan también los lusones, vecinos asimismo de las fuentes del Tago. A los aruacos pertenecen las ciudades de Segeda y Palancia. Numancia dista de Cesaraugusta, que dijimos se alzaba a orillas del Ìber, unos ochocientos estadios. También Segóbriga y Bílbilis sosn ciudades de los celtíberos, junto a las que lucharon Metelo y Sertorio. Polibio, al enumerar las tribus y localidades de vacceos y celtíberos, incluye también, junto a las otras ciudades, Segesama e Intercatia. Por otra parte, Posidonio afirma que Marco Marcelo percibió de Celtiberia un tributo de seiscientos talentos, de lo que puede colegirse que los celtíberos eran numerosos y dueños de abundantes riquezas, a pesar de vivir en una región poco fértil. Pero cuando Polibio dice que Tiberio Graco destruyó trescientas de sus ciudades, Posidonio, burlándose, responde que con esto el hombre trata de halagar a Graco, denominando ciudades a los baluartes, como se hace en los desfiles triunfales. Y no deja quizá de ser cierto lo que dice, pues tanto los generales como los historiadores se dejan arrastrar fácilmente a este tipo de embuste por embellecer los hechos. Es el caso también de los que sostienen que pasan de mil las ciudades de los iberos, los cuales me parece que llegan a este número otrogando el nombre de ciudades a las aldeas grandes. Porque ni la naturaleza del país puede admitir muchas ciudades por su escasez de recursos ni por su aislamiento y primitivismo, ni su modo de vida ni sus acciones, salvo los de la costa del Mar Nuestro, sugieren nada de esto: son salvajes los que viven en aldeas, y como ellos la mayoría de los pueblos iberos; y tampoco dulcifican fácilmente las costumbres las ciudades cuando son multitud los que viven en los bosques para daño de sus vecinos. 

14 Al sur de Celtiberia.
A continuación de los celtíberos están, hacia el Sur, los que ocupan el macizo de la Oróspeda y la región del Sucron, los sedetanos hasta Carquedón y los bastetanos y oretanos casi hasta Málaca.
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