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sábado, 4 de mayo de 2019

ALVAR FAÑEZ “MINAYA”.




Un primo o sobrino de Rodrigo Díaz de Vivar, el legendario Cid Campeador, Alvar Fañez, conocido como Minaya fue uno de los guerreros y lugartenientes más destacados del monarca leonés Alfonso VI, al que acompañó en la celebrada conquista de Toledo. Este infanzón y reputado militar aparece mencionado en el Poema de Almería y en el Cantar de Mio Cid, como compañero de armas del Campeador. Alvar Fañez, además de conquistador de ciudades (como Guadalajara o Medina del Campo), se convirtió en el gran defensor de la frontera del Tajo, ante los feroces ataques de los almorávides.






lunes, 18 de febrero de 2019

LA MUERTE DE ROLDÁN




- ¡Padre verdadero, que jamás
dijo mentira, tú que resucitaste a
Lázaro de entre los muertos, Tú que
salvaste a Daniel de los leones,
salva también de mi alma de todos
los peligros, por los pecados que
cometí en mi vida!.
(La canción de Roldán).


La muerte del caballero Roldán después de luchar cuerpo a cuerpo contra numerosos sarracenos y ver caer a todos sus compañeros de armas, es el momento culminante, lleno de emoción y dramatismo del famoso Cantar de Roldán. El emperador Carlomagno, señor de toda la Cristiandad entera, no puede reprimir las lágrimas al encontrar el cadáver de Roldán tendido en le húmeda hierba que cubre los montes Pirineos.

Malherido, moribundo y sangrante, con la vista nublada y sintiendo en lo más profundo de su ser la irremediable cercanía de la muerte, Roldán no pierde ni un ápice de orgullo caballeresco, sopla con fuerza su olifante, cuyo eco retumba en las montañas, e intenta quebrar contra la dura piedra su espada Durandarte, para que no caiga en manos infieles. Vano intento, el acero quiebra la roca. Vuelve a caer, esta vez será la definitiva. Tiende la mano a Dios, implora su perdón y expira. Una corte de ángeles escolta su alma a los cielos, donde ocupará un asiento a la diestra del Salvador.

En algún collado o claro del bosque, debajo de un árbol, junto a una roca, cualquiera de los lugares que hoy pisamos los caminantes que se dirigen a Santiago de Compostela puede ser aquel donde encontró la muerte el valiente guerrero franco.

sábado, 7 de julio de 2018

LA MUERTE DE ROLDÁN EN EL TEXTO DE LA CHANSÓN.



La muerte de Roldán es el pasaje más dramático, y a la vez emotivo, del cantar de gesta francés más conocido “la Canción de Roldán”.

Siente Roldán que se aproxima su muerte. Por los oídos se le derraman los sesos. Ruega a Dios por sus pares, para que los llame a Él; y luego, por sí mismo, invoca al ángel Gabriel. Toma el olifante, para que nadie pueda hacerle reproche, y con la otra mano se aferra a Durandarte, su espada. A través de un barbecho, se encamina hacia España, recorriendo poco más que el alcance de un tiro de ballesta. Trepa por un altozano. Allí, bajo dos hermosos árboles, hay cuatro gradas de mármol. Cae de espaldas sobre la hierba verde. Y se desmaya nuevamente, porque está próximo su fin.

Altas son las cumbres y grandes los árboles. Hay allí cuatro gradas, hechas de mármol, que relucen. Sobre la verde hierba el conde Roldán ha caído desmayado. Y he aquí que un sarraceno no cesa de vigilarlo; ha simulado estar muerto y yace entre los demás, con el cuerpo y el rostro manchados de sangre. Se yergue sobre sus pies y se aproxima corriendo. Es gallardo y robusto, y de gran valor; su orgullo lo empuja a cometer la locura que lo perderá. Toma en sus brazos a Roldán, su cuerpo y sus armas, y dice estas palabras: -¡Vencido está el sobrino de Carlos! ¡Esta espada a Arabia me la he de llevar! Al sentirlo forcejear, el conde vuelve un poco en sí.

Roldán siente que lo quieren despojar de su espada. Abre los ojos y exclama: -¡Tú no eres de los nuestros, que yo sepa! Tiene aún en la mano el olifante, que no ha querido soltar; con él golpea al infiel sobre su yelmo adornado con pedrerías y recamado de oro. Rompe el acero, el cráneo y los huesos, hace rodar fuera de la cabeza los dos ojos y ante sus pies lo derriba muerto. Después le dice: -Infiel, hijo de siervo, ¿cómo tuviste bastante osadía para apoderarte de mí, fuera o no tu derecho? ¡Todo aquel que te lo oyera decir te tendría por loco! He aquí quebrado el pabellón de mi olifante; el oro y el cristal se han desprendido.

Roldán siente que se le nubla la vista. Se incorpora, poniendo en ello todo su esfuerzo. Su rostro ha perdido el color. Tiene ante él una roca parda; da contra ella diez golpes, lleno de dolor y encono. Gime el acero, mas no se rompe ni se mella.

-¡Ah! -exclama el conde-. ¡Socórreme, Santa María! ¡Ah, Durandarte, mi buena Durandarte, lástima de vos! Voy a morir, y dejaréis de estar a mi cuidado. ¡He ganado por vos tantas batallas campales, por vos he conquistado tantos anchos territorios que ahora domina Carlos, el de la barba blanca! ¡No caeréis jamás en las manos de un hombre que ante su semejante pueda darse a la fuga! Durante largo tiempo pertenecisteis a un buen vasallo; jamás habrá espada que os valga en Francia, la Santa.

Hiere Roldán las gradas de sardónice. Gime el acero, mas no se astilla ni se mella. Al ver el conde que no puede quebrarla, comienza a lamentarse para sí: -¡Ah, Durandarte, qué bella eres, qué clara y brillante! ¡Cómo luces y centelleas al sol! Hallábase Carlos en los valles de Moriana cuando le ordenó Dios por intermedio de un ángel que te donase a uno de sus condes capitanes: entonces te ciñó a mi lado, el rey grande y gentil. Por ti conquisté el Anjeo y la Bretaña, por ti me apoderé del Poitou y del Maine. Gracias a ti lo hice dueño de la franca Normandía, de Provenza y Aquitania, de Lombardía y de toda la Romana. Por ti vencí en Baviera, conquisté Flandes y Borgoña, y la Apulia toda; y también Constantinopla, de la que recibió pleitesía, y Sajonia, donde es amo y señor. Por ti domeñé Escocia e Inglaterra, su cámara, según él decía. Por ti gané cuantas comarcas posee Carlos, el de la barba blanca. Por esta espada siento dolor y lástima. ¡Antes morir que dejársela a los infieles! ¡Dios, Padre nuestro, no permitáis que Francia sufra tal menoscabo!

Hiere Roldán la parda roca, y la quiebra de un modo que no os podría decir. Rechina la espada, mas no se astilla ni se parte, y rebota hacia los cielos. Cuando advierte el conde que no podrá romperla, la plañe, para sí, con gran dulzura: -¡Ah, Durandarte, qué bella eres, y qué santa! Tu pomo de oro rebosa de reliquias: un diente de San Pedro, sangre de San Basilio, cabellos de monseñor San Dionisio y un pedazo del manto de Santa María. No es justicia que caigas en poder de los infieles; cristianos han de ser los que te sirvan. ¡Plegué a Dios que nunca vengas a manos de un cobarde! Tantas anchurosas tierras he conquistado contigo para Carlos, el de la barba florida. Por ellas alcanzó el emperador poderío y riqueza.

Siente Roldán que la muerte arrebata todo su cuerpo: de su cabeza desciende hasta el corazón. Corre apresurado a guarecerse bajo un pino, y se tiende de bruces sobre la verde hierba. Debajo de él pone su espada y su olifante. Vuelve la faz hacia las huestes infieles, pues quiere que Carlos y los suyos digan que ha muerto vencedor, el gentil conde. Débil e insistentemente, golpea su pecho, diciendo su acto de contrición. Por sus pecados, tiende hacia Dios su guante.

Roldán siente que ha llegado su última hora. Está recostado sobre un abrupto altozano, con el rostro vuelto hacia España. Con una de sus manos se golpea el pecho: -¡Dios, por tu gracia, mea culpa por todos los pecados, grandes y leves, que cometí desde el día de mi nacimiento hasta éste, en que me ves aquí postrado! Enarbola hacia Dios el guante derecho. Los ángeles del cielo descienden hasta él.

Recostado bajo un pino está el conde Roldán, vuelto hacia España su rostro. Muchas cosas le vienen a la memoria: las tierras que ha conquistado el valiente de Francia, la dulce; los hombres de su linaje; Carlomagno, su señor, que lo mantenía. Llora por ello y suspira, no puede contenerse. Mas no quiere echarse a sí mismo en olvido; golpea su pecho e invoca la gracia de Dios: -¡Padre verdadero, que jamás dijo mentira, Tú que resucitaste a Lázaro de entre los muertos, Tú que salvaste a Daniel de los leones, salva también mi alma de todos los peligros, por los pecados que cometí en mi vida!

A Dios ha ofrecido su guante derecho: en su mano lo ha recibido San Gabriel. Sobre el brazo reclina la cabeza; juntas las manos, ha llegado a su fin. Dios le envía su ángel Querubín y San Miguel del Peligro, y con ellos está San Gabriel. Al paraíso se remontan llevando el alma del conde




miércoles, 14 de marzo de 2018

EL RONCESVALLES NAVARRO.



Profunda huella dejó en Navarra la batalla de Roncesvalles, que siglos después no se han apagado sus ecos. Lo acontecido en el desfiladero pirenaico pasó a la tradición oral por medio del boca a boca y más tarde los juglares lo transformaron en Cantar.

A mediados del siglo XIII se compuso en Navarra un Cantar de Gesta con el tema de Roncesvalles de fondo. Los versos conservados centran la acción en los lamentos de Carlomagno ante los cadáveres insepultos de los héroes Turpín, Oliveros y su sobrino Roldán.

Sobryno, ¿por esso non me queredes fablere?
Pues vós sodes muerto, Francia poco vale.
Mio sobrino, ante que finásedes, era jo pora morir más.
Atal viejo meçquino, ¿qui lo conseyarade?
Quando fuy mançebo de la primera edade,
quis andar ganar precio de Francia, de mi tera natural,
fuime a Toledo a servir al rey Galafre,
que ganase a Durandarte large.
Gánela de moros quando maté a Braymante;
dile a vós, sobryno, con tal omenage
que con vuestras manos non la diésedes a nadi;
saquéla de moros, vós tornástelas aylá.


domingo, 11 de febrero de 2018

EL CANTAR DE ROLDÁN




El 14 de Octubre de 1066 se enfrentaron en Hastings el rey anglosajón Harold II y el duque de Normandía William the Conqueror. En los momentos previos al trascendental combate, el juglar Taillefer, para enardecer a las tropas normandas, recitó los versos que cuentan la heroica resistencia y la dramática muerte de Roldán, el paladín franco emboscado en la batalla de Roncesvalles.

Locura fuera -responde Roldán-. Perdería por ello mi renombre en Francia, la dulce. Muy pronto habré de asestar recios golpes con Durandarte. Sangrará su hoja hasta el oro del pomo. Los viles sarracenos vinieron a los puertos para labrar su infortunio. Os lo juro: a todos les espera la muerte.



El Cantar de Roldán – Chanson de Roland – es el Cantar de Gesta por excelencia, obra fundamental de la literatura francesa y también uno de los más hermosos. La base histórica es la emboscada que el ejército de Carlomagno sufrió en el desfiladero de Roncesvalles a manos de los vascones. Pero esto es poesía y romance no historia bélica para llenar viejos manuales, es la novelización de una campaña militar. Tres siglos separan la acción narrada del texto escrito (podemos establecer un paralelismo con la Guerra de Troya y la Ilíada), la tradición oral se encargó de dar forma a la versión definitiva, adornó, deformó, exageró, olvidó unos detalles e inventó otros, y la batalla acabó convertida en un excelso poema, y la historia quedó como algo meramente residual.

Altos son los montes y tenebrosas las quebradas, sombrías las rocas, siniestras las gargantas. Los franceses las cruzan ese mismo día, con grandes fatigas. Desde quince leguas de distancia, se oye el ruido de la marcha de las tropas. Cuando llegan a la Tierra de los Padres y avistan Gascuña, dominio de su señor, hacen memoria de sus feudos, de las jóvenes de su patria y de sus nobles esposas. Ni uno de ellos deja de verter lágrimas de enternecimiento. Más aún que los otros, se siente pleno de angustia Carlos: ha dejado en los puertos de España a su sobrino. Lo invade el pesar y no puede contener el llanto.

Los vascones se convirtieron en sarracenos y se introducen dos pulsiones muy humanas, la traición y la venganza. Los francos son atrapados en el Pirineo por la traición de Genalón y tras la muerte de Roldán, el emperador Carlomagno se tomará justa venganza matando al emir musulmán en combate singular. De esta manera, el Cantar de Roldán, se nos muestra como un episodio más de la lucha eterna entre Cristianismo e Islam, Occidente contra Oriente, y el Bien contra el Mal.

Os lo voy a decir -responde Ganelón-. Partirá el rey hacia los mejores puertos de Cize; dejará su retaguardia a sus espaldas. Con ella quedará el poderoso conde Roldán y Oliveros, en quien tanto confía éste, al mando de veinte mil franceses. Enviadle cien mil de los vuestros para darles la primera batalla. Las huestes de Francia hallarán gran quebranto, aunque también habrán de sufrir los vuestros, no lo niego. Mas entablad luego la segunda batalla: ya sea en la una o en la otra, no habrá de salvarse Roldán. Habréis llevado a cabo, entonces, una gran proeza y nunca en vuestra vida volveréis a tener guerra.

El autor o, mejor dicho, autores, dibujan a los protagonistas de la trama. En palabras de Riquer-Valverde: “El acierto estriba en que los tipos del cantar están matizados de tal suerte que se advierte su humanidad y no quedan relegados a la categoría de paradigmas de virtudes y vicios”.

El emperador se halla en un gran vergel: junto a él, están Roldán y Oliveros, el duque Sansón y el altivo Anseís, Godofredo de Anjeo, gonfalonero del rey, y también Garín y Gerer, y con ellos muchos más: son quince mil de Francia, la dulce. Los caballeros se sientan sobre blancas alfombras de seda; los más juiciosos y los ancianos juegan a las tablas y al ajedrez para distraerse, y los ágiles mancebos esgrimen sus espadas. Bajo un pino, cerca de una encina, se alza un trono de oro puro todo él: allí se sienta el rey que domina a Francia, la dulce. Su barba es blanca, y floridas sus sienes; su cuerpo es hermoso, su porte altivo: no hay necesidad de señalarlo al que lo busque.



Roldán es el héroe, un joven guerrero algo tozudo. La temeridad le conducen a una muerte segura al luchar contra un enemigo superior y considerar un acto de cobardía pedir ayuda al emperador. Olivero, amigo y colega de armas de Roldán, valiente y sensato. “Rollant est proz e Oliver est sage”.



Roldán es esforzado y Oliveros juicioso. Ambos ostentan asombroso denuedo. Una vez armados y montados en sus corceles, jamás esquivarían una batalla por temor a la muerte. Los dos condes son valerosos y nobles sus palabras.



Ganelón es el padrastro de Roldán y el traidor que condujo al ejército franco hacia el desastre. A pesar de todo no es una persona ni vil ni cobarde.

Y el conde Ganelón se siente penetrado por la angustia. Retira de su cuello las amplias pieles de marta, descubriendo su brial de seda. Sus ojos son veros, su rostro altivo; noble es su cuerpo y su pecho amplio: tan hermoso se muestra que todos sus pares lo contemplan.



Carlomagno es el soberano supremo de la Cristiandad, protegido permanentemente por Dios, su señor feudal.

Buen motivo tengo para maravillarme -añade el infiel-. Carlomagno es viejo y blanca su cabeza; en mi opinión, debe tener más de doscientos años; por tantas tierras ha llevado a la lucha su cuerpo, ha recibido tantos tajos y lanzazos, tantos opulentos reyes se han convertido por su culpa en mendigos, ¿cuándo se cansará de guerrear?

Nunca -responde Ganelón-, mientras viva su sobrino. No hay hombre más valeroso que Roldán bajo el firmamento. Y también es varón esforzado su amigo Oliveros. Y los doce pares, que tanto ama Carlos, forman su vanguardia con veinte mil caballeros. Carlos está bien seguro, no teme a ningún ser viviente.



El arzobispo Turpín es una clérigo que lucha como el más valiente de los soldados. Muere poco antes que Roldán.

Por otro lado, he aquí que se acerca el arzobispo Turpín. Espolea a su caballo y sube por la pendiente de una colina. Interpela a los franceses y les echa un sermón:

-Señores barones, Carlos nos ha dejado aquí: Por nuestro rey debemos morir. ¡Prestad vuestro brazo a la cristiandad! Vais a entablar la lucha; podéis tener esa seguridad pues con vuestros propios ojos habéis visto a los infieles. Confesad vuestras culpas y rogad que Dios os perdone; os daré mi absolución para salvar vuestras almas. Si vinierais a morir, seréis santos mártires y los sitiales más altos del paraíso serán para vosotros.



Alda es la novia de Roldán, que cae fulminada al conocer la muerte de su amado.

Pierde el color y cae a los pies de Carlomagno. Ha muerto al instante; ¡Dios se apiade de su alma! Los barones franceses no escatiman por ella llanto y lamentaciones.



El momento más dramático del cantar es cuando Carlomagno descubre el desastre y se siente culpable por no haber estado allí luchando junto a sus hombres.

Ha muerto Roldán; Dios ha recibido su alma en los cielos. El emperador llega a Roncesvalles. No hay ruta ni sendero, ni un palmo ni un pie de terreno libre donde no yazca un franco o un infiel. Y exclama Carlos:

-¿Dónde estáis, gentil sobrino? ¿Dónde está el arzobispo? ¿Qué fue del conde Oliveros? ¿Dónde está Garín, y Gerer, su compañero? ¿Dónde están Otón y el conde Berenguer, dónde Ivon e Ivores, tan caros a mi corazón? ¿Qué ha sido del gascón Angeleros? ¿Y el duque Sansón? ¿Y el valeroso Anseís? ¿Dónde está Gerardo de Rosellón, el Viejo? ¿Dónde están los doce pares que aquí dejé? ¿De qué le sirve llamarlos, si ninguno le ha de responder?

-¡Dios! -dice el rey-. ¡Buenos motivos tengo para lamentarme! ¿Por qué no habré estado aquí desde el comienzo de la batalla?

Y se mesa la barba, como hombre invadido por la angustia. Lloran sus barones y caballeros; veinte mil francos caen por tierra sin sentido. El duque Naimón siente por ello gran piedad.

Con la ayuda de Dios, el emperador Carlomagno vengará la muerte de su sobrino con otra muerte.


Cuando Carlos escucha la santa voz del ángel, desecha todo temor; sabe que no habrá de perecer. Al momento recobra vigor y discernimiento. Golpea al emir con la espada de Francia. Le parte el yelmo, en el que fulguran las gemas, le abre el cráneo, derramándole los sesos y, luego de hendirle la cabeza toda hasta la barba blanca, lo derriba muerto sin esperanza.


sábado, 27 de enero de 2018

¿QUIÉN FUE EL CABALLERO ROLDÁN?



Pasa Roldán por los puertos de España cabalgando a Briador, su rápido corcel. Se halla cubierto de su coraza que realza su figura y blande denodadamente su lanza. Hacia los cielos endereza la punta; un gonfalón todo blanco está atado al hierro y las franjas le azotan las manos. Noble es su apostura, risueño y claro su rostro. Le sigue su compañero, y los caballeros de Francia lo proclaman su baluarte. Chanson du Roland.

Viajando por Europa encontré a Roldán (Roland o Rolando) montando guardia frente al ayuntamiento de Riga, en una fuente en la Hlavne Namesti en Bratislava, en una estatua gigantesca cerca de la catedral de Bremen, en una columna en Dubrovnik (la antigua República de Ragusa) y por supuesto, hallé sus huellas en Roncesvalles. ¿Quién es este Roldán?

No es oportuno llorar con vanos lamentos al hombre
Que por su muerte a morar fué a la celeste mansión.


Noble de antiguo linaje por padres y abuelos viniendo,
Más por sus propios hechos sobre los astros está.


Distinguidísimo y por su nobleza de nadie segundo.
Por su vivir egregio era el primero siempre.


Cultivador de los templos, su canto era grato a las gentes,
Y medicina eficaz fué de los males patrios.


Vida del clero, de viudas tutor y pan de indigentes,
Para los pobres largo, pródigo en huéspedes fué.


Tanto en sagradas iglesias y tanto gastó con los pobres,
Para enviar al cielo oro del cual fuera en pos.


Con la doctrina en el pecho, cual cofre lleno de libros,
Como de fuente viva todos podían beber.


Sabio en consejos y de alma piadosa y palabra serena,
Que por amor sería padre de todo el mundo.


Cima gloriosa y ornato sagrado y fecunda lumbrera,
En galardón del cual toda virtud milita.


Y que por méritos tales llevado a la gloria celeste,
No le oprime tumba, mora en la casa de Dios.
Códex Calixtino. 
Libro IV. Pseudo Turpín.

Arquetipo de caballero medieval, protagonista de hazañas y aventuras, héroe por antonomasia en la cultura europea, modelo a imitar, dechado de virtudes pero muy humano, símbolo eterno de la victoria del bien sobre el mal, alabado y cantado en poemas y gestas literarias, mil años llevamos recitando, contando, oyendo leyendas y recordando sus hazañas, pero ¿qué sabemos del Roldán histórico?

Los historiadores cuentan con pocos datos para dibujar al verdadero Roldán. Los únicos datos que podemos considerar auténticos con los que ofrecer Eginardo en la biografía que escribió sobre Carlomagno. Roldán es un conde de la Marca de Bretaña, que acompañó a Carlomagno en su campaña en España y que murió en los Pirineos.

La figura histórica de este caballero franco ha quedado sepultada por la literatura medieval y la leyenda, y es con eso con lo que debemos quedarnos.



viernes, 26 de enero de 2018

EL CANTAR DE GESTA.



Extensos poemas de verso largo que narran hechos gloriosos de antepasados elevados a la categoría de héroes, el Cantar de Gesta es una creación genuina de la Plena Edad Media y coincide en el tiempo (más o menos) con la época feudal.

En estos cantares se narran sobre todo guerras y campañas militares, se hace exaltación del heroísmo y las virtudes (masculinas) pero nunca se compusieron para ser leídos, sino para ser cantados y escuchados. Se encargaban de ello juglares profesionales, acompañados de instrumentos de cuerdas y del atrezzo, la mímica y los movimientos necesarios. Ejercían su arte ante toda clase de públicos, nobles y plebeyos, en suntuosos salones de los castillos, en plazas de mercado, en justas, romerías y fiestas. Muchos oyentes soñarán emular las hazañas narradas.

Algunas veces los juglares acudían al campo de batalla, y antes de comenzar el combate cantaban las andanzas de los héroes del pasado para arengar e insuflar bríos y valor a la nerviosas tropa.

La gesta se corresponde con la historia popular (para entendernos, lo que actualmente sería la novela histórica), la que emociona al hombre sencillo, lejos de los fríos datos con los que se deleitan doctores y eruditos. Cantos que tendían a la exageración, a la idealización de los personajes, a lo maravilloso y fantástico. Estos relatos pasan de generación en generación, conservados en la memoria del pueblo y fueron evolucionando hasta convertirse en Cantares de Gesta literarios.

La clave de todo este proceso transformador se encuentra en el genio creador del juglar, que se sitúa ante la historia, con sus datos y cronología, pero lo hace con libertad para construir su poema, dotándolo de acción y drama, dibujando la personalidad de cada personaje, inventando situaciones y diálogos, y ofreciendo un todo autoconclusivo con planteamiento, nudo y desenlace, una narración donde priman los detalles, las descripciones, el artificio y los matices (una constante medieval) por encima de los acontecimientos.

El juglar recita versos de memoria y cual Demiurgo tiene la capacidad de improvisar y adaptar a gustos, preferencias y exigencias del público, de tal forma que los textos nunca fueron ni fijos, ni definitivos.


El amanuense es el tercer eslabón en la cadena, su monótono trabajo de pasar las gestas a papel, y hacer una y mil copias, nos brinda la oportunidad a nosotros, gente del siglo XXI, de sumergirnos de lleno en el universo ideológico y artístico medieval. 

jueves, 4 de septiembre de 2014

GUILLERMO, EL CARRO DE NIMES Y LA CONQUISTA DE ORANGE.



Guillermo es un héroe medieval francés protagonista de aventuras y cantares de gesta sin fin, en la época en que francos y sarracenos convivían (o malvivía según se mire) en las regiones meridionales de la Galia. Dos de sus aventuras, podríamos decir menores, fueron el Carro de Nimes y la Conquista de Orange, en las que el héroe utiliza ingeniosos recursos militares para conquistar estas dos ciudades que estaban en poder de los moros. 


En Charroi de Nimes (el Carro de Nimes), Guillermo, recordando, y reviviendo, al famoso Caballo de Troya, idea una treta similar. Ordena a sus guerreros esconderse en barricas con las que llenan varios carros. El propio Guillermo, disfrazado de comerciante guía al convoy hasta el interior de la ciudad. Una vez dentro de la urbe, los guerreros saltan de los toneles, cogen por sorpresa a la guarnición y derrotan rápidamente a los defensores. De esta forma se hizo con el control de Nimes.

Prise d'Orange (La Conquista de Orange). La vida apacible de la ciudad gala no se aviene con el carácter batallador y aventurero de Guillermo. Un día, un prisionero cristiano huido de las mazmorras de Orange llega a Nimes y refiere a su señor las maravillas que ha visto en Orange. Le habla de la prosperidad del país y le describe detalladamente la belleza de Orable, la esposa del rey moro Tiebaut. 

Guillermo, su sobrino Guielín, hijo del caballero Bertrand, y el cristiano fugitivo se introducen en Orange disfrazados de sarracenos. Cuando Guillermo vio a Orable quedó prendado de ella, mientras que la hermosa mora corresponde fulminantemente al amor de Guillermo. Con la ayuda de Orable desde el interior y la llegada de las tropas de Bertrand, Orange cae rendida ante los cristianos. Poco después, Orable se bautiza cambia su nombre por el de Guiburc y se casa con Guillermo. 


sábado, 23 de noviembre de 2013

JUGLAR DEL CID


Juglar del Cid en Soria
Juglar trotamundos, 
siempre en el camino, 
siguiendo por Castilla, 
la sombra del Campeador, 
sus ojos conocieron al hombre, 
sus palabras nos contaron sus hazañas,
sus sentimientos escribieron el Poema.

Anónimo llaman al autor
del más celebrado 
Cantar de Gesta 
de la literatura ibérica

Un día despertó de su sueño,
escapó de la historia 
y descubrió que él mismo
era tan leyenda como su héroe,
mio Cid. 


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