Snofru es el fundador de la
dinastía IV, con la que se generaliza la costumbre de rodear con un
cartucho el nombre de nacimiento del soberano. Estamos en la época
de toda la historia egipcia en que el poder del faraón alcanzó su
máximo esplendor. Se hizo construir no menos de tres pirámides en
Meidum y en Dahshur, en busca de la pirámide perfecta. Un faraón
legendario que llegó a ser divinizado.
El
Papiro Westcar se refiere a él como un soberano que no era de sangre
puramente real, y su madre, Meresanj I, no era esposa principal de su
predecesor Huni, sino una esposa secundaria. Snofru accedió al trono
casándose con Hetepheres I, hermanastra suya, hija de Huni y de una
esposa principal. Manetón nos informa que Snofru reinó durante 29
años, aunque el Canon de Turín
reduce este tiempo a 24 años.
Su nombre significa El de la
belleza y aparece en la
literatura posterior, en la Profecía de Neferti,
como estereotipo del buen rey, amante de la vida. El Papiro
Westcar lo presenta tratando
familiarmente a sus magos y en una plácida excursión por un lago.
Otro documentos, como la Piedra de Palermo,
representan a Snofru como un rey guerrero y conquistador. La figura
de este monarca fue conservada gracias a la tradición literaria y la
onomástica, y siguió viva en la memoria popular, hasta el punto de
ser divinizado durante el Imperio Medio, un tiempo en el que era
necesario recuperar la figura de los grandes faraones del Imperio
Antiguo como modelos de buenos gobernantes y poderosos guerreros.
Sabemos que
Snofru realizó diversas campañas militares fuera de Egipto, en
Nubia, en las tierras de los libios y en el Sinaí. En la región del
Sinaí además de operaciones militares, explotó sus ricas minas.
Durante su reinado mantuvo excelentes relaciones con el Líbano,
probablemente con la próspera ciudad de Biblos. En el año 10 de su
reinado llegaron a Egipto 40 barcos cargados de troncos de cedros, el
principal producto que se exportaba desde el Líbano.
Al faraón Snefru se le atribuyen
tres pirámides, tres posibles ensayos en busca de la perfección: la
Pirámide de Meidum, la Pirámide Romboidal y la Pirámide Roja.
♠
Pirámide de Meidum. Situada muy al sur de las necrópolis de sus
antecesores. Esta tumba la comenzó su padre, Huni, que construyó
una pirámide escalonada. Snefru englobó la estructura en u a
pirámide de paredes lisas. Aunque después abandonó la
construcción. Una problema físico de transmisión de fuerzas y una
cimentación poco adecuada causaron el derrumbamiento del manto
externo de esta pirámide. Fue en el año 17 de su reinado, cuando
Snefru decidió transformar la pirámide escalonada de su padre en
una pirámide perfecta.
♠
Pirámide Romboidal. Abandonado el proyecto de Meidum, el faraón
decidió trasladar la necrópolis real 45 kilómetros más al Norte,
a Dahshur donde levantó las siguientes piramides. Esta pirámide
presenta una doble pendiente; cambia el ángulo de inclinación a
media altura. Tiene, curiosamente, dos entradas: uno al norte y otra
al oeste.
♠
Pirámdie Roja. Ésta es la primera pirámide perfecta. Hemiunu,
visir de Snefru, pudo haber participado en su construcción. En su
cámara funeraria se descubrieron restos óseos.
A
pesar de construir tres pirámides, en la actualidad seguimos sin
saber donde fue enterrado realmente el faraón Snefru.
Hacia el 2575 a. de J. C., un
rey llamado Snofru (o Snefru) funda la IV dinastía; su reinado
durará hasta el año 2551. Ejercerá, pues, el poder al menos
durante veinticuatro años, y quizá más. Snofru es el monarca de
quien sabemos menos cosas, y con mucho. Existen bastantes indicios
que hacen suponer que Snofru fue el mayor constructor de la historia
egipcia, conjugándose en su reinado una formidable actividad
arquitectónica con un espíritu de paz y un desarrollo económico
armoniosos.
Para los egipcios, Snofru será
el rey bueno y generoso. Se le conocía por el epíteto excepcional
de «rey bienhechor de todo el país». Muchas localidades
incorporaron «Snofru» en su nombre. Varios siglos después, en el
Imperio Medio, gozaba de una gran popularidad y se le rendía culto.
Snofru sabía mostrarse familiar con sus allegados y cortesanos,
llamándoles «mis compañeros», «mis amigos». Fue deificado en
las minas de turquesa del Sinaí, donde mejoró el trabajo de los
obreros. El primer faraón de la IV dinastía encarna la edad de oro
en que la autoridad del rey es indisociable de su bondad. Una prueba
del equilibrio interior del país ha quedado como legado: las
pirámides de Snofru.
Si bien la existencia de
Snofru queda oculta en las tinieblas del pasado —probablemente
porque los reinados felices carecen de historia—, todavía podemos
admirar su increíble creatividad arquitectónica. Snofru fue un
maestro de obras genial, creando el tipo de pirámide lisa, y alzando
hacia el cielo tres ejemplares gigantescos de ese monumento: una en
Meidum, la más antigua, y dos en Dahshur.
Tal vez la de Meidum, a
diecinueve kilómetros al sur de Saqqara, había sido iniciada por un
rey llamado Uni, el último gobernante de la III dinastía, pero no
es seguro. No lejos del emplazamiento de Dahshur, se califica de
«romboidal» a la pirámide situada más al sur; este término
significa simplemente que la pendiente se rompe a media altura, dando
un extraño aspecto al monumento. La pirámide romboidal parece ser
la encarnación en piedra de la simbología del número dos: dos
pendientes, dos cámaras funerarias, dos entradas independientes.
Pensamos enseguida en el Doble País, en las dos coronas reales y en
esa perpetua inclinación del espíritu egipcio en pensar el mundo en
términos de dualidad, dado que el faraón —al igual que la
pirámide— es el tercer término que concilia lo opuesto y lo
complementario. La pirámide de Dahshur norte es absolutamente
perfecta en su concepción y en su realización, y no tiene nada que
envidiar a las grandes pirámides de la llanura de Gizeh. Hay bóvedas
de saladizo que llegan a alcanzar quince metros de altura, cubriendo
salas de unos cuatro metros de ancho, y que se encuentran en un
excelente estado de conservación. No tenemos tiempo de detenernos en
una descripción arquitectónica; señalemos simplemente que Snofru,
continuando las investigaciones arquitectónicas de Zóser y de
Imhotep, desarrolla plenamente la forma piramidal. La pirámide no es
un monumento aislado; es el centro de un «complejo» funerario que
comprende instalaciones para los muertos, los nobles que forman la
corte del faraón en el Más Allá y en la Tierra, pero también para
los vivos. Tras la muerte de Snofru se exonerará, eternamente, a sus
«ciudades pirámides» de todo tipo de impuestos y de cargas. Las
personas que vivían en esos parajes sagrados o que acudían a este
lugar para desempeñar su profesión, sacerdotes y empleados,
gozaban, pues, de privilegios fiscales, último regalo del buen rey
Snofru.
Christian Jacq
El Egipto de los grandes
faraones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario