martes, 9 de junio de 2020

SNOFRU, EL CONSTRUCTOR. LOS PRIMEROS INTENTOS PIRAMIDALES




Snofru es el fundador de la dinastía IV, con la que se generaliza la costumbre de rodear con un cartucho el nombre de nacimiento del soberano. Estamos en la época de toda la historia egipcia en que el poder del faraón alcanzó su máximo esplendor. Se hizo construir no menos de tres pirámides en Meidum y en Dahshur, en busca de la pirámide perfecta. Un faraón legendario que llegó a ser divinizado.

El Papiro Westcar se refiere a él como un soberano que no era de sangre puramente real, y su madre, Meresanj I, no era esposa principal de su predecesor Huni, sino una esposa secundaria. Snofru accedió al trono casándose con Hetepheres I, hermanastra suya, hija de Huni y de una esposa principal. Manetón nos informa que Snofru reinó durante 29 años, aunque el Canon de Turín reduce este tiempo a 24 años.

Su nombre significa El de la belleza y aparece en la literatura posterior, en la Profecía de Neferti, como estereotipo del buen rey, amante de la vida. El Papiro Westcar lo presenta tratando familiarmente a sus magos y en una plácida excursión por un lago. Otro documentos, como la Piedra de Palermo, representan a Snofru como un rey guerrero y conquistador. La figura de este monarca fue conservada gracias a la tradición literaria y la onomástica, y siguió viva en la memoria popular, hasta el punto de ser divinizado durante el Imperio Medio, un tiempo en el que era necesario recuperar la figura de los grandes faraones del Imperio Antiguo como modelos de buenos gobernantes y poderosos guerreros.

Sabemos que Snofru realizó diversas campañas militares fuera de Egipto, en Nubia, en las tierras de los libios y en el Sinaí. En la región del Sinaí además de operaciones militares, explotó sus ricas minas. Durante su reinado mantuvo excelentes relaciones con el Líbano, probablemente con la próspera ciudad de Biblos. En el año 10 de su reinado llegaron a Egipto 40 barcos cargados de troncos de cedros, el principal producto que se exportaba desde el Líbano.

Al faraón Snefru se le atribuyen tres pirámides, tres posibles ensayos en busca de la perfección: la Pirámide de Meidum, la Pirámide Romboidal y la Pirámide Roja.


♠ Pirámide de Meidum. Situada muy al sur de las necrópolis de sus antecesores. Esta tumba la comenzó su padre, Huni, que construyó una pirámide escalonada. Snefru englobó la estructura en u a pirámide de paredes lisas. Aunque después abandonó la construcción. Una problema físico de transmisión de fuerzas y una cimentación poco adecuada causaron el derrumbamiento del manto externo de esta pirámide. Fue en el año 17 de su reinado, cuando Snefru decidió transformar la pirámide escalonada de su padre en una pirámide perfecta.


♠ Pirámide Romboidal. Abandonado el proyecto de Meidum, el faraón decidió trasladar la necrópolis real 45 kilómetros más al Norte, a Dahshur donde levantó las siguientes piramides. Esta pirámide presenta una doble pendiente; cambia el ángulo de inclinación a media altura. Tiene, curiosamente, dos entradas: uno al norte y otra al oeste.


♠ Pirámdie Roja. Ésta es la primera pirámide perfecta. Hemiunu, visir de Snefru, pudo haber participado en su construcción. En su cámara funeraria se descubrieron restos óseos.

A pesar de construir tres pirámides, en la actualidad seguimos sin saber donde fue enterrado realmente el faraón Snefru.

Hacia el 2575 a. de J. C., un rey llamado Snofru (o Snefru) funda la IV dinastía; su reinado durará hasta el año 2551. Ejercerá, pues, el poder al menos durante veinticuatro años, y quizá más. Snofru es el monarca de quien sabemos menos cosas, y con mucho. Existen bastantes indicios que hacen suponer que Snofru fue el mayor constructor de la historia egipcia, conjugándose en su reinado una formidable actividad arquitectónica con un espíritu de paz y un desarrollo económico armoniosos.


Para los egipcios, Snofru será el rey bueno y generoso. Se le conocía por el epíteto excepcional de «rey bienhechor de todo el país». Muchas localidades incorporaron «Snofru» en su nombre. Varios siglos después, en el Imperio Medio, gozaba de una gran popularidad y se le rendía culto. Snofru sabía mostrarse familiar con sus allegados y cortesanos, llamándoles «mis compañeros», «mis amigos». Fue deificado en las minas de turquesa del Sinaí, donde mejoró el trabajo de los obreros. El primer faraón de la IV dinastía encarna la edad de oro en que la autoridad del rey es indisociable de su bondad. Una prueba del equilibrio interior del país ha quedado como legado: las pirámides de Snofru.


Si bien la existencia de Snofru queda oculta en las tinieblas del pasado —probablemente porque los reinados felices carecen de historia—, todavía podemos admirar su increíble creatividad arquitectónica. Snofru fue un maestro de obras genial, creando el tipo de pirámide lisa, y alzando hacia el cielo tres ejemplares gigantescos de ese monumento: una en Meidum, la más antigua, y dos en Dahshur.

Tal vez la de Meidum, a diecinueve kilómetros al sur de Saqqara, había sido iniciada por un rey llamado Uni, el último gobernante de la III dinastía, pero no es seguro. No lejos del emplazamiento de Dahshur, se califica de «romboidal» a la pirámide situada más al sur; este término significa simplemente que la pendiente se rompe a media altura, dando un extraño aspecto al monumento. La pirámide romboidal parece ser la encarnación en piedra de la simbología del número dos: dos pendientes, dos cámaras funerarias, dos entradas independientes. Pensamos enseguida en el Doble País, en las dos coronas reales y en esa perpetua inclinación del espíritu egipcio en pensar el mundo en términos de dualidad, dado que el faraón —al igual que la pirámide— es el tercer término que concilia lo opuesto y lo complementario. La pirámide de Dahshur norte es absolutamente perfecta en su concepción y en su realización, y no tiene nada que envidiar a las grandes pirámides de la llanura de Gizeh. Hay bóvedas de saladizo que llegan a alcanzar quince metros de altura, cubriendo salas de unos cuatro metros de ancho, y que se encuentran en un excelente estado de conservación. No tenemos tiempo de detenernos en una descripción arquitectónica; señalemos simplemente que Snofru, continuando las investigaciones arquitectónicas de Zóser y de Imhotep, desarrolla plenamente la forma piramidal. La pirámide no es un monumento aislado; es el centro de un «complejo» funerario que comprende instalaciones para los muertos, los nobles que forman la corte del faraón en el Más Allá y en la Tierra, pero también para los vivos. Tras la muerte de Snofru se exonerará, eternamente, a sus «ciudades pirámides» de todo tipo de impuestos y de cargas. Las personas que vivían en esos parajes sagrados o que acudían a este lugar para desempeñar su profesión, sacerdotes y empleados, gozaban, pues, de privilegios fiscales, último regalo del buen rey Snofru.
Christian Jacq
El Egipto de los grandes faraones.


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