sábado, 13 de junio de 2020

KEOPS, KEFRÉN Y MICERINOS O EL REINADO DE LOS GIGANTES.




A pesar de la escasa documentación existente, resulta evidente que el Egipto de la época de Snofru era un país de una extraordinaria prosperidad. Al rey de la edad de oro le sucedieron tres gigantes: Keops. Kefrén y Mikerinos. Tres nombres mágicos de gran incidencia en la gloria del Antiguo Egipto, tres personalidades vinculadas a uno de los más bellos emplazamientos arqueológicos del mundo, la llanura de Gizeh donde se alzan sus tres pirámides. Ésta es la única de las siete maravillas del mundo que ha sobrevivido.

Keops sube al poder hacia el 2551. Mikerinos muere hacia el 2471. Durante esos ochenta años. Egipto se mantiene hierático, sereno, y construye; tiene la fuerza de sus piedras eternas; comulga, sumido en una fe real, con su rey-dios, con esas pirámides, esa luz petrificada que se alza hacia el cielo. La humanidad alcanza una cima que nunca volverá a conseguir. Desde un principio hay que desechar el estúpido fantasma de miles y miles de esclavos destrozados por el calor, con la espalda marcada por los latigazos, subiendo piedra tras piedra al lugar de las obras, dirigidas por sádicos contramaestres. Desgraciadamente, muchos libros todavía ofrecen imágenes grotescas y lamentables. Quien conozca las pirámides de la época en que vivieron sus constructores, sabe que fueron construidas por maestros de obras de talento, personas que tallaban la piedra, especialistas en su levantamiento y en geometría, cuya capacidad es, quizá, inigualable. Construir una pirámide no era cosa de esclavos o de oprimidos. La perfección de la obra realizada excluye todo trabajo servil o mecánico. No olvidemos que el buen rey Snofru, que había hecho construir tres pirámides, nunca fue considerado un tirano. Sin embargo, sus dos pirámides de Dahshur alcanzan un volumen de más de tres millones de metros cúbicos, es decir, más que el de la gran pirámide atribuida a Keops. Conocemos a la perfección la vida cotidiana de los hombres que trabajaban durante los reinados de Keops. Kefrén y Mikerinos: las escenas de las mastabas, las tumbas de los ilustres, no muestran un pueblo de esclavos sino gente laboriosa y feliz de vivir. En lo que se refiere a los equipos de artesanos propiamente dichos, se cree que su organización estaba calcada de la de la tripulación de los barcos. Reinaba en ellos una estricta jerarquía, indispensable para el buen funcionamiento de la obra. Como sucedía en la época de las catedrales, existía una frontera clara entre el reducido número de especialistas y la masa de obreros. La llanura de Gizeh, donde se alzan las tres pirámides egipcias más grandes, era un lugar sagrado que se llamaba «el alto». Esos admirables monumentos forman, junto con la Esfinge, un conjunto indisociable.
Christian Jacq
El Egipto de los grandes faraones.


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