sábado, 20 de junio de 2020

HORDYEDEF, INVESTIGADOR, SABIO Y PROFETA.




Hordyedf (o Dyedefhor), hijo de Keops, es uno de los personajes más fascinantes del Imperio Antiguo. Personalidad destacada de la época de las pirámides, mente clarividente, un compendio de la sabiduría egipcia de su tiempo, servidor de Maat, jefe de los escribas, profeta de Ra, buscador e investigador incansable, y guardián de los secretos. Sucedió a su hermano Kefrén como faraón, aunque algunos egiptólogos opinan que nunca gobernó en solitario, actuando, en ese caso, como corregente.

Era el encargado de inspeccionar los lugares sagrados de la necrópolis real de Menfis, fue uno de los afortunados que vieron concluidas las obras de la Gran Pirámide que levantó su padre Keops. Tradición y leyenda terminan configurando la historia que nos ha llegado de tiempos remotos.

Según una leyenda, Hordyedef jugó un papel esencial con ocasión de la edificación de la gran pirámide. Su padre, Keops, buscaba el número de cámaras secretas del santuario de Tot, es decir, el dispositivo arquitectural de su futura obra maestra. Hordyedef le indicó la existencia de un mago, Dyedi, de ciento diez años de edad y dotado de un sólido apetito, pues comía cada día medio buey y quinientos panes, y bebía un centenar de cántaros de cerveza. De todos modos, ¡había que convencerle de que abandonase su tranquilo retiro, a sus servidores y a su masajista, y que fuese a la corte! Fino diplomático, Hordyedef tuvo éxito en esta delicada misión. Dyedi reveló a Keops el lugar donde se hallaba un cofre de sílex, oculto en Heliópolis, la antiquísima ciudad santa en la que se veneraba la luz. En su interior estaba el documento que ofrecía a Keops el indispensable secreto. El mago le anunció el nacimiento de tres niños de un sacerdote de Ra, destinados a convertirse en faraones. El mayor, futuro «grande de los videntes», aportaría el valioso texto al constructor de la gran pirámide. Como recompensa, Hordyedef acogió a Dyedi en su palacio y le ofreció mil panes, cien cántaros de cerveza, un buey y cien cajas de legumbres.
Christian Jacq.
Los sabios del Antiguo Egipto.

Hordyedef comenzó a construir su propia pirámide en Zauiyet el Aryan, al norte de Abusir. Tiene 209 metros de lado y de haber sido concluida hubiese tenido dimensiones semejantes a las de Keops y Kefren. Su nombre aparece, entre otros documentos, en al Papiro de Westcar y en el Canto del Arpista. Un buscador incansable de documentos, descubrió varios textos sagrados. En Hermópolis desenterró un cofre que contenía en su interior el misterio del imperio de los muertos. También halló el libro de la transfiguración que permite atravesar las montañas, abrir los valles y viajar eternamente. Destacado escritor nos legó su obra Enseñanza, texto que se estudio en Egipto durante generaciones. Se le considera autor de la plegaria del Libro de los Muertos. No es extraño que Hordyedef fuese comparado con Imhotep, el sabio primigenio. 

La felicidad para Hordyedf tenía un componente terrenal y otro espiritual. Una tierra fértil, agua para regar y pescar y una familia, pero también poseer conciencia y capacidad para juzgarse a uno mismo. El sabio recomienda construir una morada para la eternidad en la necrópolis en la orilla occidental del Gran Río, la tierra de la resurrección, la casa de la muerte pertenece a la vida.


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