jueves, 25 de junio de 2020

KEFRÉN, EL HIJO DE RE.




Kefrén, el hijo de Keops, fue sin duda uno de los grandes faraones del Imperio Antiguo. Su complejo funerario en la meseta de Gizeh es una obra colosal y un signo inequívoco de la riqueza y prosperidad que disfrutó el país en aquellos tiempos. Construyó la Segunda Pirámide de Gizeh, de dimensiones ligeramente inferiores a la de su padre. Su nombre Jaefre, significa Ra aparece.

Kefrén sucedió en el trono a su hermano mayor Didufri y es conocido, además de por sus obras en la meseta de Gizeh, por las estatuas suyas que se han conservado, sin embargo no disponemos de mucha información sobre lo acontecido durante su reinado. Documentos importantes como la Piedra de Palermo o el Canon de Turín apenas dicen nada de su época. Manetón, que lo llama Sufis lo coloca como el tercer soberano de la IV Dinastía y le atribuye 66 años de reinado. Actualmente sabemos que no fue el tercer faraón, sino el cuarto y que su reinado no debió durar mucho más de 25 años. Según Heródoto, Kefrén fue continuador de Keops, ambos tiranos detestables. En ese sentido, Kefrén siguió la política absolutista de su padre, lo que le llevó a chocar con los intereses del poderoso sacerdocio (esto explicaría la visión tan negativa que nos transmite Heródoto).

Según Manetón. Kefrén, cuyo nombre egipcio significa «Ra-cuando-se-levanta», reinó sesenta y seis años. La crítica histórica actual solamente le otorga veintiséis. De este faraón nos queda una estatua de diorita que procede del templo del valle de su pirámide de Gizeh y que, a nuestro entender, es la escultura más perfecta del arte egipcio. El rey está sentado en su trono: está realmente vivo. La diorita, una de las piedras más duras, no ha sido un obstáculo para que el escultor consiga plasmar la potente musculatura del monarca. El rostro refleja una completa serenidad. Es el símbolo más perfecto de esa edad cierta en que el rey-dios es la garantía de la felicidad en la Tierra. En la nuca de Kefrén se ha posado el halcón Horus que protege al rey con sus alas desplegadas. Esta alianza entre el hombre y el ave rapaz hubiera podido resultar desagradable, pero tiene un gran poder de seducción. El dios halcón es la fuerza celeste que vela por la institución faraónica. Al mirar ese retrato de Kefrén, se comprende por qué los egipcios consideraban que las estatuas sagradas eran algo animado, porque les abrían la boca durante los ritos de resurrección. El nombre técnico del escultor es, en egipcio, «el que da la vida», y no sobra razón para ello.
Christian Jacq
El Egipto de los Grandes Faraones.

La monarquía rinde culto al Sol. Delante de la Esfinge, que representa al propio faraón Kefrén, se construyó un templo solar dedicado a Keops, con 24 pilares, símbolos de la curva nocturna y diurna del astro rey. En el interior de este templo de halló la estatua del soberano que se conserva en el museo de El Cairo. Kefrén fue el pimer monarca que adoptó el título de Sa-Re, es decir, Hijo de Re. De esta forma el faraón se identifica con Re, pero a la vez es también su hijo (un concepto que recuerda vagamente a la Santísima Trinidad Cristiana). El monarca promovió su propio culto que terminó confundiéndose con el culto de Re.

El reinado del faraón Kefrén (~2472-2448 a. C.) supuso la consolidación del ordenamiento interno del templo funerario real: un vestíbulo que daba acceso a un peristilo por el que se entraba a la parte trasera del santuario, compuesta por cinco hornacinas que contenían retratos del faraón, almacenes y el sanctasanctórum, la parte más sagrada del santuario.
Breve historia de la vida cotidiana del Antiguo Egipto.
Clara Ramos Bullón

El recinto funerario de Kefrén es uno de los más enormes y complejos de toda la Antigüedad. Comprende una pirámide, casi tan colosal como la de Keops, un templo funerario adosado a ésta, una rampa, un templo en el valle, una enorme esfinge con cuerpo de león y cabeza humana (¿su propio rostro?) y un templo solar.

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