La alta
montaña, donde soplan violentos vientos, no es el hábitat ideal
para pájaros y otras aves de pequeño tamaño que no pueden volar
bajo condiciones tan adversas. Pero en las montañas de Eurasia, una
pequeña ave desafía toda lógica y ha conseguido triunfar en este
medio tan hostil, el Treparriscos (Tichodroma muraria).
Simpático,
vistoso y valiente habitante de las cumbres, los riscos y los
cortados, su propio nombre ya nos está indicando su extraordinaria
habilidad, un auténtico especialista para la vida en la pared
rocosa. El Treparriscos ostenta el privilegio, ganado a pulso, de ser
uno de los pájaros más pequeños capacitado para vivir en las
regiones más elevadas de las montañas. En el curso de la evolución
se ha adaptado perfectamente a la piedra, del tamaño de un gorrión,
pasa desapercibido fácilmente mientras trepa por riscos y crestas.
Un destello
de alas rosadas que vuela de una roca a otra. El treparriscos suele
estar siempre junto a las paredes de la montaña, las gargantas y los
desfiladeros buscando el abrigo del viento. Su alimentación está
basada en insectos y pequeños invertebrados. Un pájaro con hábitos
de mariposas, que no soporta la compañía de sus congéneres y
prefiere vivir su vida en solitario.
En Europa
podemos encontrarlos en los Pirineos, la Cordillera Cantábrica, los
Alpes, los Apeninos, los Cárpatos y los Balcanes. También está
presente en el Cáucaso y en los macizos de Asia Central. En Suiza,
durante el invierno, no es extraño observarlos en las grandes
ciudades. En la montaña en las épocas más crudas descienden a altitudes menores.
Con la
primavera el macho aceptará la cercanía de su futura compañera
reproductora a la que intentará seducir revoloteando alrededor de
ella. La feliz (y efímera) pareja elegirá una rendija estrecha y
profunda para convertirla en un hogar. Mientras la hembra construye
un nido utilizando musgo, líquenes, plumas, raíces, tallos secos e
incluso telas de araña, el macho canta en la entrada. Las crías son
alimentadas por ambos progenitores y en tres semanas los jóvenes
treparriscos ya estarán preparados para enfrentarse al mundo real.
Una vez que
los pequeños pueden vivir independientes, el treparriscos vuelve a
convertirse en el solitario empedernido de siempre.
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