Cuando
Irak aún no era Irak, nacieron allí las primeras palabras escritas.
Parecen huellas de pájaros. Manos maestras las dibujaron, con
cañitas afiladas, en la arcilla.
El
fuego, que había cocido la arcilla, las guardó. El fuego, que
aniquila y salva, mata y da vida: como los dioses, como nosotros.
Gracias al fuego, las tablillas de barro nos siguen contando, ahora,
lo que había sido contado hace miles de años en esa tierra entre
dos ríos.
En
nuestro tiempo, George W. Bush, quizá convencido de que la escritura
había sido inventada en Texas, lanzó con alegre impunidad una
guerra de exterminio contra Irak. Hubo miles y miles de víctimas, y
no sólo gente de carne y hueso. También mucha memoria fue
asesinada. Numerosas tablillas de barro, historia viva, fueron
robadas o destrozadas por los bombardeos.
Una
de las tablillas decía:
Somos
polvo y nada.
Todo
cuanto hacemos no es más que viento.
Eduardo Galeano. Espejos.
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