Del Norte de África
surgió el general Heraclio, hijo del exarca de la provincia, que en
un momento de inestabilidad y crisis a todos los niveles, se personó
en Constantinopla en el 610 y con ayuda de Prisco consiguió hacerse
con el poder. El mismo pueblo bizantino se encargó de deponer a
Focas y proclamar emperador al recién llegado, que fue recibido como
un auténtico salvador. Después de la gloriosa
época de Justiniano, fue Heraclio un personaje clave en la
configuración del Imperio de Bizancio
Heraclio tuvo que
resolver problemas en diferentes frentes: los persas amenazaban por
oriente, ávaros y eslavos avanzaban desde el norte y en el interior
del Imperio reinaba la más absoluta anarquía tras el desastroso
gobierno de Focas. Los ávaros conquistaron Grecia y los Persas
Siria y Egipto arrebatando a Bizancio su más preciado granero.
El emperador compró la
paz con los ávaros entregando grandes sumas de dinero (necesitaba
ganar tiempo) y dirigió todas sus energía a combatir a los persas.
Se desplazó a Asia Menor, reclutó e instruyó a muchos soldados,
consiguió la ayuda de los kázaros y se atrajo a su causa a varias
tribus del Cáucaso y cuando estaban preparados los lanzó contra
Persia. Los historiadores modernos están de acuerdo en que Heraclio
sostuvo tres campañas contra los persas entre 622 y 628 coronadas
por brillantes victorias, especialmente destacada la Batalla de
Nínive. Y estos éxitos militares en Persia la van valido ser
comparado con el gran Alejandro de Macedonia.
Además de sonadas
victorias Heraclio consiguió un cuantioso botín, recuperar las
provincias perdidas y la devolución de la Vera Cruz, que había sido
robada por los persas tras haber tomado Jerusalén.
Esta derrota trajo
graves consecuencias para Persia, pues jamás volvió a disfrutar de
una estatus destacado, convirtiéndose en un estado débil que pronto
cayó bajo las garras del Islam. Una garras que también terminaron
arrancando territorios del triunfante Imperio Bizantino. Mientras que
Heraclio había convertido a Bizancio en la principal potencia del
Cercano Oriente y había recuperado para la Cristiandad la Vera Cruz.
En el año 629 en una
emotiva procesión a través de las calles de Jerusalén Heraclio
portó la Vera Cruz y la restituyó al lugar donde los fieles la
habían venerado durante siglos.
“Hubo mucha alegría
aquel día a su entrada en Jerusalén: ruido de lloros y suspiros,
abundantes lágrimas, una inmensa llama en los corazones, un
desgarramiento de las entrañas del rey, de los príncipes, de todos
los soldados y habitantes de la ciudad; y nadie podía cantar los
himnos del Señor a causa del grande y punzante enternecimiento del
rey y de toda la multitud. El la restableció (la cruz) en su lugar y
repuso todos los objetos eclesiásticos cada uno en su sitio, y
distribuyó a todas las iglesias y a los moradores de la ciudad
presentes y dinero para el incienso”.
Sebeos (historiador
armenio)
Mientras Heraclio estaba
en campaña el kan de los ávaros rompió los acuerdos de paz y
marchó sobre Constantinopla acompañado de contingentes eslavos. Los
ávaros chocaron con los enormes muros de Constantinopla y la
guarnición de la ciudad consiguió rechazar la acometida de los
ávaros. El patriarca Sergio comandó la defensa.
Con Heraclio, el Imperio
dejó definitivamente de ser romano, para convertirse en un entidad
estatal grecobizantina. Heraclio tomó por vez primera el título de
basileo para sustituir el de emperador, y el griego se convirtió en
la lengua oficial. Inició la reorganización del
imperio en provincial militares conocidas como temas y el
asentamiento de soldados como colonos con el objetivo de crear una
milicia campesina preparada para defender el territorio. En todos
estos esfuerzos Heraclio, que inició una dinastía, contó con la
inestimable colaboración de Sergio, el patriarca de Constantinopla.
Juntos trabajaron en la reconstrucción del estado bizantino.
Las
discusiones religiosas seguían siendo el talón de Aquiles de la
estabilidad de Bizancio. Para intentar resolverlas, Heraclio,
ideo una doctrina (contando con el apoyo de Sergio) el
monotelismo con el objetivo de reconciliar a los católico de
occidente y los monofisistas de Egipto y Siria. Aunque como
ocurre siempre que se intenta contentar a todo el mundo es que no se
satisface a nadie y todos terminan enfadados, tornándose el remedio
peor que la enfermedad.
La fulgurante expansión
musulmana amargó los últimos años de vida de Heraclio, que agotado
contempló impotente como los árabes fueron arrebatando territorios
a su Imperio, sin mostrar en ningún momento capacidad de reacción.
Persas, ávaros y monofisitas habían exprimido las energías del
basileo y la vejez lo sorprendió exhausto e incapacitado para
solucionar los problemas del imperio.
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