Siglo
XIII. Bruselas está siendo asediada. Los enemigos pretenden penetrar
volando una de las puertas de acceso. Con la mecha encendida, un
pequeño niño travieso decide orinar encima, apagando la llama y
salvando, de paso, a su ciudad.
Esta
es un de las leyendas que trata de explicar la secular devoción que
los habitantes de Bruselas sienten por su más famoso icono, Manneken
Pis (datado al menos desde el siglo XV), un niño pequeño que orina
mientras los turistas contemplan entusiasmados la continua micción.
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