Edificio románico,
rodeado por almas cristianas que duermen en tierras sacras, al pie de
las montañas. La portada, Santiago peregrino sobre tres castillos,
materialización del topónimo Tri-Castella.
Y no puede faltar la
concha, el eterno símbolo femenino. Me acerco a Compostela y me va
surgiendo una duda ¿fue Santiago una mujer? O más sencillo aún ¿el
Apóstol usurpó su lugar a una matriarca gallega? una de esas
mujeres que gobernaba un clan, o incluso un castro entero..
La pétrea, pequeña y
sobria iglesia de Tricastela, un templo de estilo románico reformado
en el siglo XVIII, hundida en un valle, rodeada de tumbas, cercadas
por una pequeña muralla de piedra, un cementerio, un lugar en el que
nada vuelve a ser como fue.
¿El lugar definitivo? Sobrecoge por la
belleza natural, por la solemnidad perpetua de la piedra, que se
contrapone a la vida efímera, a la carne que mora bajo tierra, a
huesos blanquecinos, eternos como la propia piedra, testimonio
atemporal de la vida que sustentaron. Lápidas cubiertas de
vegetación viva recubren el recipiente de los muertos, volvemos al
seno de la madre tierra. Vegetación, iglesia, viento, cielo gris,
montañas y tumbas. Un lugar y un momento sublimes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario