Cuando muere un rey, lo
normal es que la sucesión al trono sea tranquila y pacífica. Pero
en ocasiones esto no es así, y dos o más candidatos porfían por la
corona. En estos casos, los pretendientes se muestran convencidos de
poseer la razón, y la mayoría de las veces, esa razón se dirime en
el campo de batalla. Precisamente esto sucedió en el 997 en tierras
húngaras.
Este mismo años
falleció Geza, el Gran Príncipe de los magiares, que había
designado sucesor a su hijo Esteban, pero un pariente del príncipe
fallecido, de nombre Cupan (Koppany), reclamó a la viuda Sarolta
como esposa y alzó armas contra el heredero.
Geza había abrazado la
fe cristiana, y según las costumbres llegadas de oriente, el
heredero debía ser el primogénito del anterior líder. Sin embargo,
las ancestrales leyes magiares predicaban otra cosa; el miembro mayor
del clan, independientemente de su parentesco con el monarca
fallecido, heredaba el Principado, y en esta costumbre apoyó Cupan,
señor de Somogy, su reivindicación. Y como ninguno estaba dispuesto
a renunciar a sus pretensiones, serían las armas las que decidiesen.
La discusión concluyó en la batalla de Veszprem.
Esteban había contraido
matrimonio con Gisela, princesa de Baviera, que había arribado a
Hungría acompañada de nobles y caballeros alemanes, de tal manera
que el futuro rey logró reunir un poderoso ejército. El conde
Vencelino de Wasserburg, los caballeros Hont y Pazman y el noble
húngaro Csanad, aplastaron al ejército de Cupan, apoyado por los
sectores paganos contrarios a la conversión, en una llanura cercana
de Veszprem.
Cupan fue derrotado,
ejecutado y descuartizado. Sus cuatro extremidades fueron expuestas,
como advertencia, en las principales ciudades húngaras del momento:
Veszprem, Gyulafehervar (Alba Iulia), Gyor y Esztergom.
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