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martes, 7 de enero de 2020

ALBERT MEMORIAL




Albert de Sajonia-Coburgo-Gotha fue esposo y consorte de la Reina Victoria del Reino Unido. Su temprana muerte, 42 años, sumió a la reina en un estado de duelo y melancolía que le acompañó practicamente toda su vida. Como recuerdo inmemorial de su gran amor, la reina mandó construir un espectacular memorial en Londres. Su autor George Gilbert Scott se inspiró en el estilo neogótico para dar forma a uno de los monumentos más representativos de la arquitectura victoriana. En las cuatro esquinas del memorial ocupan su lugar otras tantes alegorías a los cuatro continentes por los que se extendía el Imperio Británico: Toro (Europa), Elefante (Asia), Dromedario (África) y Bisonte (América).



El elefante, el monje budista y el árabe, simbolizan el continente asiático, donde se encontraba la India, Joya de la Corona del Imperio Británico.  



El Dromedario, animal imprescindible para la vida en el desierto, simboliza la presencia británica en África. La mujer ataviada como la misma Cleopatra recuerda la importancia estratégica de Egipto.


El Bisonte, el mayor herbívoro de la pradera americana y animal tótem de los indios de las llanuras, simboliza a la América anglosajona.



El Toro es símbolo del continente europeo desde que Zeus decidió metamorfosearse en uno, raptar a Europa y esconderse con ella en la isla de Creta. Corona, orbe y cetro, elementos de la realeza y del dominio británico del mundo.  





jueves, 27 de diciembre de 2018

MASTODONTE DE LAS HIGUERUELAS.




El mastodonte, Anancus arvernensis, uno de los ilustres antepasados del elefante, se caracterizaba por sus impresionantes defensas, rectas y muy largas, alcanzando fácilmente los 3,5 metros. En el yacimiento paleontológico de Las Higueruelas (Alcolea de Calatrava, Ciudad Real) han aparecido restos fósiles (conservados en el Museo Provincial de Ciudad Real) de multitud de ejemplares tanto adultos como crías. Genéricamente presentan un tamaño similar a los elefantes actuales, las hembras cuentan con defensas de menor longitud que los machos.



martes, 21 de agosto de 2018

FAUNA AFRICANA.



África es complicada. Los temas más acuciantes del continente son, en efecto, de cariz político, económico y médico. El paisaje mismo a menudo es un campo de batalla, no sólo entre ejércitos sino entre puntos de vista opuestos sobre explotación, conservación y gestión de recursos. África está llena de problemas que requieren análisis cuidadosos, debates serenos, decisiones difíciles, compromiso y planificación, todo lo cual exige diplomacia y sociología. Pero más allá de las complejidades, un hecho destaca en este nuevo milenio: África es una reserva extraordinaria de fauna. El lugar más fabuloso para los animales de gran tamaño.

Este hecho, que parece tan simple, es complicado de por sí. Para empezar, el inventario de especies es de una diversidad apabullante: tres grandes felinos (león, leopardo y guepardo), siete pequeños felinos (como el caracal y el serval), dos especies de elefante (de sabana y de selva), dos rinocerontes (negro y blanco), dos hipopótamos (normal y enano), dos jirafas ( la corriente y el okapi), tres especies de grandes simios no humanos (gorila, chimpancé y bonobo), tres cebras, nueve especies de gacela, diecinueve de duiqueros, decenas de monos, cinco especies de babuinos, un sinfín de jinetas y civetas, seis especies de cerdos, cuatro pangolines, tres reduncas, varios antílopes equinos, varios antílopes enanos, nueve especies de bóvidos con cuernos espirales (entre ellas el bongo, el sitatunga, y el eland), dos especies de ñúes, un cerdo hormiguero, un lobo de tierra, el dril y el mandril, el antílope cabrío, el damalisco sudafricano, el oryx de El Cabo, el búfalo africano, el íbice de Nubia, tres hienas, tres chacales, el lobo de Semien, el licaon y otros muchos mamíferos, por no hablar del avestruz, tres especies de cocodrilos, la pitón de seba, tiburones y numerosos peces grandes en aguas litorales, así como animales terrestres de menor tamaño de todas las clases imaginables. Un conjunto espectacular, tanto en variedad como en abundancia, sin rival en ninguna otra parte del mundo contemporáneo. Pero para apreciar plenamente lo que hay en África, es preciso considerar lo que no hay en otros lugares, y por qué.

Esa es la labor de los paleontólogos que estudian la flora y la fauna del pasado. Sus datos proceden del registro fósil, y su vasto calendario de la historia de la Tierra está jalonado de episodios de extinciones masivas, cada uno de los cuales representa la pérdida abrupta de parte de la diversidad biológica y marca el límite entre dos unidades temporales. Por ejemplo, al final del cretácico, hace 65 millones de años, no quedaban dinosaurios supervivientes, y precisamente la desaparición de los dinosaurios es uno de los factores que definen el final de ese período. Al final del permico, hace 245 millones de años, se produjo otra extinción masiva, catastrófica y repentina, que extermino alrededor del 95% de las especies animales existentes entonces. El pleistoceno, que finalizó hace 10.000 años, también es conocido por sus extinciones, especialmente de mamíferos grandes y aves enormes e incapaces de volar. Los mamuts y mastodontes se extinguieron junto con los perezosos gigantes, osos gigantes, castores gigantes, tigres de diente de sable, canguros gigantes e infinidad de animales enormes. Muchas de las extinciones del pleistoceno se produjeron hacia el final del periodo, sobre todo en América del Norte, América del Sur, Australia, Nueva Zelanda y Madagascar. ¿Cual fue su causa? Nadie lo sabe. Algún tipo de cambio nefasto, misterioso y aún debatido por los expertos, afectó a esos continentes e islas en particular. Probablemente la llegada de los humanos a esas tierras, armados, peligrosos y hambrientos, fue parte del problema.

África fue diferente, África sólo sufrió pérdidas modestas de fauna durante el pleistoceno (que comenzó hace alrededor de 1,8 millones de años) y ningún episodio extendido o grave de extinciones simultáneas al final del período.


La mayoría de los grandes mamíferos africanos de hace 20.000 años han sobrevivido y son los grandes mamíferos africanos de hoy. Por este motivo se dice que el continente africano es el "pleistoceno viviente", porque nos recuerda una época, antes del auge de Homo sapiens,  en que el planeta era realmente grande y salvaje.

Pero recordemos otra cosa: la supervivencia de la fauna africana no ha dependido de la ausencia de humanos. Por el contrario, se ha producido con la presencia constante del hombre. La nuestra es una especie africana, al menos por origen. Aparecimos en ese continente y allí adquirimos nuestro aspecto actual, el tamaño de nuestro cerebro, nuestros instintos sociales y nuestro sentido de la identidad durante milenios viviendo como miembros de los violentos ecosistemas africanos. Los animales se adaptaron a nuestra presencia, a la lenta pero radical mejora de nuestras capacidades, del mismo modo que nosotros nos adaptamos a vivir con ellos. Una de las lecciones aprendida por los pueblos africanos en el camino a la civilización, y evidentemente no exportable cuando los humanos se dispersaron hacia otras tierras, fue la posibilidad y la equidad de convivir con otras especies, aunque algunas fueran tan amenazadoras como la nuestra.

Fue una virtud derivada de la necesidad. Hoy esa necesidad ha desaparecido. Matar animales, exterminar especies y destruir sus hábitats es fácil con nuestras herramientas actuales. Proteger los últimos grandes animales en sus entornos, pese a las necesidades humanas y las presiones, es más difícil. Pero he ahí una idea esperanzada, descabellada y salvaje; quizás el Africa moderna sea el lugar donde podamos redescubrir como hacerlo.

David Quammen. National Geographic, Septiembre 2005. 


jueves, 12 de julio de 2018

OLIGOCENO.




Oligoceno se extiende entre 35.4 millones de años y 23, 3 millones de años y durante este tiempo las colisiones entre las diferentes placas tectónicas de la litosfera terrestre continuaron sin parar desde el eoceno.



En el hemisferio oriental, restos afroárabes e indios (desgajados de Gondwana) impactaron con el supercontinente Eurasia al norte, cerrando el extremo oriental del mar de Tetis y dejó en su lugar un residuo muy mermado, el mar Mediterráneo. Las fuerzas de compresión que se generan por la colisión contribuyen a elevar un extenso sistema de cadenas montañosas desde los Alpes, el el oeste, hasta el Himalaya al este. Mientras la placa australiana chocaba contra la indonesia y la norteamericana había comenzado a solaparse sobre la del Pacífico.

El clima siguió siendo subtropical y húmedo en Norteamérica y Europa, aunque se había iniciado una tendencia al enfriamiento global a largo plazo, que continuó en el Mioceno, y culminaría en los gélidos períodos glaciares del Pleistoceno.

Los mamíferos estaban ya plenamente asentados como forma de vida terrestre dominante, como los équidos antecesores de los actuales caballos y rinocerontes. Un subgrupo de estos últimos, el Baluchiterium de Asia Central, es el mamífero terrestre más grande de todos los tiempos.



Los camellos, del tamaño de ovejas, y los primeros elefantes, carentes de trompa y colmillos. Los creodontos se habían diferenciado ya para dar lugar a los antepasados de actuales perros y gatos. Los roedores estaban muy extendidos, y entre los primates tenemos al tarsero y al lémur.

De los estratos del Oligoceno se han extraído huesos de los primeros monos del Viejo Mundo.

lunes, 18 de junio de 2018

EL BAI, UN CLARO EN EL BOSQUE TROPICAL.




Un bai es un claro en el bosque tropical, normalmente húmedo y pantanoso, rodeado por la selva, que sirve como auténtico punto de reunión para innumerables especies de animales. Se trata de amplias zonas abiertas en las que fluyen aguas con alta concentración de sales minerales, muy apetecibles (y necesarias) para todo tipo de animales; elefantes, gorilas, antílopes, búfalos, potamoqueros y nutrias.


En estos peculiares claros del bosque, despejado de árboles y con vegetación baja, la luz apenas toca el suelo y se crea un espacio mágico donde los animales se congregan para beber de sus aguas frescas y ricas en sales, comer las plantas que crecen allí, tener un momento de descanso y buscar la compañía de otros congéneres y socializar.


Los bai suponen una oportunidad para descubrir a los huidizos habitantes de la selva, ya que la frondosa vegetación dificulta la observación, incluso aunque estemos a escasos metros de ellos.

miércoles, 25 de abril de 2018

LA SABANA




Un clima tropical en que la estación seca dura más de tres meses, es un clima tropical seco, y da lugar a una formación herbácea conocida como sabana. 


La sabana surge en las áreas donde la sequía es más prolongada, compuesta por hierbas altas, anaranjadas o marrones y secas en la estación árida, que recuperan el frescor y el color verde cuando llegan las esperas lluvias. Por estos páramos caminaron los primeros seres con aspiraciones humanas. 


Entre esta extensa capa herbácea crecen matorrales y árboles disperdos, alejados de otros, solitarios, de grandes copas planas como la acacia y el baobab. 



La fauna es muy varida, destacando los famosos mamíferos africanos, que pasan sus días en Parques Naturales como Masai Mara, Serengueti, Amboseli o el Delta del Okawango. Los grandes cuadrúpedos como elefantes, rinocerontes, jirafas, cebras, ñues, antílopes y gacelas, comparten el hábitat con los carnívoros, hiena, leones, guepardos, y expertos carroñeros como el buitre leonado, con reptiles (serpientes) y aves corredoras (Avestruz). En las zonas de los ríos viven hipopótamos, cocodrilos y gran variedad de aves. 


En la sabana viven desde tiempos inmemoriales pueblos de agricultores sedentarios que utilizan la rotación de cultivos (mijo, cacahuete y barbecho).


sábado, 7 de abril de 2018

LA INDIA.


VIDA Y COLOR 2
(Colección de Cromos de 1968).



La enorme península asiática del Indostán constituye uno de los más antiguos e importantes focos de civilización de la Humanidad; la brillantez y la originalidad de su cultura se manifiestan especialmente en su pensamiento y en sus formas artísticas. La India ha sido cuna de dos religiones de gran contenido filosófico y moral; el brahmanismo y el budismo; su literatura, que se inicia hace más de 3000 años, con la redacción de unos libros sagrados, los Vedas, con celebradas epopeyas como el Mahabbarata y el Ramayana, y prosigue con gran brillantez hasta nuestros días, está marcada por su carácter profundamente religioso y poético, y abarca los más variados géneros: teatro, cuentos, novelas, poesía... Su arte espléndido nos ha dejado maravillosas muestras a través de los tiempos, desde las graciosas figurillas que realizaron hace más de tres milenios las gentes de Mohenjo-Daro, o las bellas esculturas de los siglos IV y V d.C. que muestran la influencia de los griegos, que llegaron hasta allí guiados por Alejandro Magno, o los templos brahmánicos de los siglos XIII a XV, o las filigranas de mármol del fabulosos Taj-Mahal, la bella tumba de la favorita de un rajah del siglo XVIII.


Pero si la cultura de la India puede ser considerada en su conjunto, en cambio es muy difícil trazar la historia de aquel gran país, ya que por su enorme tamaño (casi cinco millones de km2), por la diversidad geográfica y climática de sus regiones, por la variedad de las razas que la prueban, por las múltiples invasiones que ha sufrido, ha carecido durante siglos de unidad política. En efecto, la única cosa invariable en su historia ha sido la fragmentación en pequeños reinos independientes, de características muy parecidas, pero en constante variación. En estos reinos de extensión y duración muy diversas reinaban monarcas que se rodeaban de costes fastuosas, poseían fuertes ejércitos, y dominaban con dureza a las clases humildes. Elemento imprescindible en estas cortes era el elefante, los grandes paquidermos eran utilizados en la guerra como fuerza de choque, en la paz como vehículo que expresaba la riqueza del monarca, visible en los ricos atalajes con los que revestían.



La Aldea hindú. La base de la economía de la India es la agricultura, cuya práctica varía en las distintas regiones según sean las condiciones climáticas. La población agrícola vive agrupada, en general, en poblados de pequeño tamaño, que comprenden de 50 a 200 familias con un total de 200 a 800 individuos. Las casas de estos villorrios son de madera y barro seco, con techo de paja de arroz y ramaje, o de tejas; suelen tener dos habitaciones y una galería exterior cubierta, detrás de la casa hay un pequeño patio en el que cocinan las mujeres, juegan los niños, hozan los cerdos y picotean las gallinas. En el pueblo hay alguna casa de mayor tamaño, mejor construida, a veces con un par de pisos y grandes patios, en las que viven los hombres importantes. Pero la construcción mejor es siempre el templo consagrado a alguno de los dioses del panteón hindú.


Purificación en el Ganges. El pueblo de la India se caracteriza por la profundidad de su sentimiento religioso que impregna hasta los menores actos de la vida cotidiana. El budismo, una de las dos grandes religiones que tuvieron su origen en aquella nació, no alcanzó allí gran arraigo, pero en cambio se extendió por otras naciones (China, Japón, Indonesia, Tibet) y actualmente tiene más de 390 millones de practicantes.

La religión propia de la India es el brahmanismo o hinduísmo, religión muy compleja en la que se mezclan conceptos filosóficos de gran profundidad, con prácticas y ritos de tipo mágico. Uno de estos ritos incluye la diaria ablución en las aguas purificadas del gran río sagrado. Pocos espectáculos resultan más sorprendentes en la India, ante los ojos de un europeo, que las grandes gradas de ciudades como Benarés por las que descienden hasta el río millares de peregrinos que se bañan y toman sorbos de agua mientras recitan sus plegarias.


Tres troncos raciales. Habitan en la India más de 400 millones de personas, que pertenecen a tres troncos raciales distintos: negro, blanco y amarillo. Los primeros constituyen las poblaciones más antiguas, son los vedoides que habitan en las zonas montañosas del Decán, y cuya cultura es de tipo bastante primitivo, y los melano-hindúes que viven en Ceylán, en la llanura del Ganges, y en amplias zonas de la costa, y forman en estas regiones la gran masa de agricultores y artesanos. Las gentes de raza amarilla viven especialmente en el Norte, en Birmania, y en el valle del río Brahmaputra. Finalmente los blancos pertenecen a la raza indoafgana, son gentes de elevada estatura, bien proporcionados, de cabellos ondulados y ojos oscuros; en general, se parecen bastante a los europeos de la cuenca del Mediterráno. Aunque algunos de los más importantes elementos culturales de la India se deben a los blancos, el genio del país reside en la armoniosa mezcla de las aportaciones de las diversas razas.


Las mujeres de la India con su belleza, la gracia de su porte, y sus hermosas túnicas de algodón o sera – sari – causan la admiración de cuantos las contemplan; sin embargo, hasta hace poco su suerte no era envidiable, sometidas enteramente a la voluntad de su padre y luego a la de su esposo eran consideradas como seres desprovistos de derecho alguno. Su matrimonio era tramitado por sus padres, cuando aún se hallaban en la infancia, prescindieron por completo de su voluntad. Si enviudaban, dejaban de poseer un lugar en la sociedad, ya que ni siquiera podían regresar junto a sus padres. En general los matrimonios eran monógamos, pero los hombres ricos practicaban la poligamia.

A pesar de esta situación de inferioridad de la mujer, siempre existió en la India una cierta tendencia de respeto hacia ella, y de reconocimiento de sus virtudes y de su talento, tendencia evidente en la poesía, y que ha tenido su plasmación en la época actual, en la que las mujeres han logrado ocupar puestos importantísimos, hasta el punto de que una mujer, Indira Gandhi, llegó a ocupar el cargo de primer ministro en la India


La castas. La sociedad de la India posee una característica propia que le confiere una personalidad única: la división en castas. La casta es un grupo de individuos, dedicados a las mismas ocupaciones, que deben su origen a un remoto antepasado común, al que generalmente consideran como un ser divino, y que están ligados entre sí por un conjunto de derechos y deberes. Se nace dentro de una casta, y forzosamente se pertenece a ella toda la vida, sin posibilidad de variación; se debe contraer matrimonio dentro del mismo grupo y no se puede establecer contactos con individuos de castas inferiores porque esto provoca la impureza. El cumplimiento de las múltiples reglas y deberes que hay que observar dentro del sistema de castas es vigilado por una especie de tribunal formado por los miembros más influyentes de cada casta; este tribunal impone sanciones a los que quebrantan las leyes. La casta superior es la de los brahmanes, los sacerdotes; la segunda la de los ksatriyas, su misión es el mando, la jefatura, a esta casta pertenecen los reyes, la nobleza y los guerreros. La tercera casta de hombres libres es la de los vaisyas, a ella pertenecen los agricultores y los comerciantes.


Sudras y parias. La gran masa del pueblo indio pertenece a la cuarta casta, la de los sudras, que se ocupan en los más humildes trabajos manuales y que incluyen a su vez numerosas clases bien diferenciadas, así hay grupo relativamente elevados que realizan servicios a los brahmanes y a los ksatriyas, por ejemplo, los tejedores, barberos, lavanderos y maestros. Los restantes grupos son “intocables”, so pena de incurrir en impureza, para las castas superiores, e incluyen pescadores, cazadores, ceramistas, herreros, etc; por debajo de esta casta, aún hay otras inferiores, las de los parias que carecen de libertad, pueden ser comprados y vendidos y se dedican a las más bajas tareas agrícolas; la sola presencia de un paria contamina de impureza, por ello no pueden andar por los mismos senderos que los individuos de las castas superiores y tienen prohibido penetrar en los templos de los brahames, así que deben contentarse con frecuentar templos exclusivamente para ellos.


Arte monumental. El arte de la India es uno de los más interesantes del mundo y nos ha legado obras de impresionante belleza tanto en el campo de la arquitectura, como en los de la escultura y la pintura. La arquitectura se caracteriza, a través de los tiempos, por el gusto por la decoración esculpida: fachadas, torres, cúpulas y terrazas quedan cubiertas por esculturas, altorrelieves y bajorrelieves, en los que se patentiza la habilidad y maestría de los escultores indios, que trabajaron la piedra con sin igual destreza: así, en donde mejor se muestra la personalidad del idio es en las imágenes de Buda, llenas de majestad y recogimiento, en los grandes relieves en los que aparece representada la trinidad de dioses hindúes, bajo la forma de cuerpo con tres caras (Brahma, Vishnú y Shiva), en los frisos que representan desfiles de elefantes, monos o serpientes, en los paneles esculpidos representando hombres y mujeres en graciosas escenas de la vida cotidiana. Los interiores de templos y palacios muestran asimismo el fruto del genio de los escultores indios en la talla de la madera del marfil o del metal.


Riqueza de los tejidos. Una de las más antiguas industrias de la India es la del tejido; Herodoto ya habla de las telas de algodón que vestían los soldados indios y la confección de tejidos de lana se remonta a la época de las invasiones de los indoafganos; al parecer fueron éstos los que introdujeron o descubrieron las cualidades del algodón como fibra textil. A lo largo de la historia del gran país se logró una extraordinaria variedad de tejidos (brocados, bordados, muselinas, gasas) tanto en lana y algodón como en seda (importada en parte de China)
La artesanía de la India alcanza un extraordinario nivel en muchos otros órdenes; así en la metalurgia del bronce (vasijas, esculturas), en la del hierro (armas, instrumentos agrícolas) en la de los metales preciosos (orfebrería); también en la cerámica (placas con relieves, figurillas, recipientes).
Actualmente el país se halla en un creciente proceso de industrialización que seguramente permitirá solucionar muchos de los grandes problemas económicos y sociales que tiene planteados.


El Tigre. En las abundantes zonas de selva tropical de la India vive uno de los mayores y más feroces felinos existentes, el tigre. Es un hermoso animal de gran tamaño; el llamado tigre de Bengala sobrepasa los 3 metros de longitud de cabeza a cola, su piel de un tono leonado ostenta finas rayas negras y la cola anillos asimismo negros: dotado de potentes garras y de colmillos de más de 7 cms de largo, es un animal temible, debido especialmente a su ferocidad. Los indígenas sienten verdadero terror hacia los tigres todavía muy abundantes en las grandes llanuras selváticas del estado de Bengala; en general, los tigres se limitan a atacar a los rebaños de los pacíficos agricultores, pero de vez en cuando los machos viejos hacen presa de algún niño y una vez han probado la carne humana se convierten en devoradores de hombres y las gentes de los poblados atacados se ven obligados a realizar batidas hasta lograr darles muerte.


La cobra. Otro de los temibles animales que abundan en las zonas más cálidas de la India, es la serpiente cobra, uno de los más venenosos reptiles de la tierra. Aunque algunas cobras pueden alcanzar hasta cuatro metros de longitud, la de la India suele medir unos dos metros. Se caracterizan por unos ensanchamientos a modo de aletas que se le forman junto a la cabeza cuando se dispone a atacar. Normalmente se alimenta de roedores, pájaros y pequeños animales: conejos, polluelos y cachorrillos, pero como gusta del calor, suele invadir las casas de los agricultores, y busca refugio bajo las maderas del suelo o en el techo, lo cual representa un terrible peligro para los habitantes ya que su picadura es mortal. La cobra cuando se dispone a atacar adopta una postura característica, levantando verticalmente la parte superior del cuerpo y ejecutando un balanceo que hipnotiza a sus presas: de repente salta hacia adelante y clava sus afilados incisivos, inoculando el veneno en el cuerpo de su infeliz víctima.


domingo, 21 de enero de 2018

REY POROS.



Gobernante de un antiguo reino ubicado en la India conocido en Occidente por su encuentro con Alejandro Magno. Para detener el avance del caudillo macedonio, el Rey Poros reunió un poderoso ejército compuesto por 30.000 infantes, 4000 jinetes, 300 carros y 200 elefantes y acampó a orillas del río Hidaspes a esperar a los griegos. Montado en un elefante dirigía a sus tropas desde el frente de combate. Derrotado en la batalla del Hidaspes, el rey Poros impresionó de tal manera a Alejandro Magno, que decidió convertirlo en vasallo del imperio dejándolo al frente de su reino. 

viernes, 5 de febrero de 2016

ABUL-ABBAS, EL ELEFANTE DE CARLOMAGNO.



En el 802, dos años después de su coronación como emperador, llegaba a la corte de Carlomagno en Aquisgrán, un exótico presente del señor de Bagdad, Harún Al Rashid, el famoso califa de las “Mil y una Noche”, un elefante asiático excepcional, por cuanto que se trataba de un ejemplar albino, que hacia gala de un nombre cargado de simbolismo; Abul Abbas (el mismo que el fundador del Califato Abbasí).


El viaje de Abul Abbas desde Oriente a la capital del Imperio Carolingio se prolongó varios meses y tuvo que ser una epopeya digna de una novela de aventuras o de un buen guión cinematográfico. El elefante y su mahout (cuidador y guía), un judío llamado Isaac, cruzaron el Norte de África hasta Kairuán donde tomaron una nave para cruzar el Mediterráneo. Desembarcaron en octubre del 801 en Portovénere (Italia), y como las primeras nieves habían empezado a caer, invernaron en Vercelli. Al despuntar la primavera, reanudaron la marcha, y después de atravesar los siempre complicado Alpes, arribaron a la corte de Aquisgrán en pleno verano.


El famoso elefante vivió varios años junto a Carlomagno, y se cuenta que el emperador incluso pensó utilizarlo en una campaña militar contra Dinamarca. Abul Abbas, posiblemente el primer elefante en alcanzar el Norte de Europa (en época histórica) falleció en el 810 (hay quien dice que de una neumonía) cuando contaba con cuarenta años de edad.


martes, 24 de noviembre de 2015

SOBRE IBERIA DE APIANO (XLV)



88 Escipión salva a Rutilio Rufo de una emboscada.
En una cierta llanura de Palantia, llamada Coplanio, los palantinos habían ocultado un grueso contingente de tropas en las estribaciones boscosas de las montañas y, con otros, atacaron abiertamente a los romanos mientras recogían el trigo. Escipión ordenó a Rutilio Rufo, historiador de estos sucesos y, a la sazón, tribuno militar, que tomase cuatro cuerpos de caballería y pusiera en retirada a los asaltantes. Rufo los siguió, en efecto, cuando se retiraban con excesiva torpeza y alcanzó con los fugitivos la espesura. Entonces, al descubrir la emboscada, ordenó a los jinetes que no entablaran una persecución ni atacaran todavía, sino que se quedaran quietos presentando las lanzas y se limitaran a rechazar el ataque. Escipión, al correr Rufo hacia la colina en contra de lo ordenado, lleno de temor lo siguió con rapidez y, cuando descubrió la emboscada, dividió su caballería en dos cuerpos y les ordenó a cada uno que cargaran contra el enemigo alternativamente, y que se retiraran al punto después de disparar sus jabalinas todos a la vez, pero no hacia el mismo lugar, sino colocándose en cada ocasión un poco más atrás y retrocediendo. De esta forma, consiguió llevar a salvo a los jinetes a la llanura. Cuando estaba levantando el campamento y emprendía la retirada, se interponía un río difícil de atravesar y cenagoso, y junto a él, le esperaban emboscados los enemigos. Escipión, al enterarse, se desvió de la ruta y tomó otra más larga y menos propicia para las emboscadas, haciendo el viaje de noche a causa del calor y la sed, y cavando pozos, la mayoría de los cuales resultaron ser de agua amarga. Logró salvar a sus hombres con extrema dificultad, pero algunos de los caballos y bestias de carga murieron de sed.


89 El cónsul romano escapa de una emboscada.
Mientras atravesaba el territorio de los cauceos, cuyo tratado había violado Lúculo, les hizo saber por medio de un heraldo que podían regresar sin peligro a sus hogares. Y prosiguió hasta el territorio de Numancia para pasar el invierno. Allí se le unió también, procedente de África, Yugurta, el nieto de Masinissa, con 12 elefantes y los arqueros y honderos que habitualmente le acompañaban en la guerra. A Escipión, entregado al saqueo y a la devastación constante de las zonas de alrededor, le pasó inadvertida una emboscada en una aldea que estaba circundada, en su mayor parte, por una laguna cenagosa y, por el otro lado, por un barranco en el que estaba escondida la tropa emboscada. Escipión dividió a su ejército unos penetraron en la aldea para saquearla, dejando fuera las insignias, y otros, en número pequeño, recorrían los alrededores a caballo. Contra éstos se lanzaron los emboscados. Ellos trataron de rechazarlos, pero Escipión, que se encontraba por casualidad junto a las insignias delante de la aldea, llamó a toque de trompeta a los de dentro y, antes de llegar a contar con mil hombres, corrió en auxilio de los jinetes que estaban en situación difícil. El grueso del ejército se lanzó fuera de la aldea y puso en fuga a los enemigos, pero no persiguió a los que huían, sino que se retiró al campamento tras haber sufrido pocas bajas ambas partes.


miércoles, 4 de noviembre de 2015

ALBORES DE LA VIDA.

VIDA Y COLOR 2
(Colección de Cromos de 1968).


Nunca sabremos con certeza absoluta cuáles fueron las primeras formas de vida que se desarrollaron en el planeta Tierra. Paleontólogos, geólogos, astrónomos, biólogos, químicos y filósofos han elaborado múltiples teorías a explicar la aparición de los Seres Vivos; todas ellas, por coherente que sea su enunciado, dejan un amplio margen al factor de incertidumbre. En un principio nuestro planeta era una masa amorga e informe de átomos libres que giraban unos en torno a otros sin dar lugar a combinaciones químicas, que no podían producirse a la temperatura de 7.000ºC a la que hervía nuestro mundo. Aquella bola incandescente de gases se fue enfriando poco a poco y, al cabo de varios millones de años alcanzó la temperatura de 300º, operándos en ella una serie de transformaciones químicas; la vida ya era posible. La primera fase de la vida sobre el planeta Tierra consistió en la síntesis de materias orgánicas a partir de elementos minerales: el proceso se realizó con el concurso de cuatro tipos de energía: el calor emitido por el planeta al enfriarse, la luz solar, la electricidad terrestre y la radiactividad. La suma de todas estas circunstancias dio lugar a la aparición de centros víricos que en una etapa posterior generaron membranas (estado bactérico), las cuales fueron pigmentadas algo más tarde (estado cianofíceo). La diferenciación definitiva del núcleo y del citoplasma tuvo por consecuencia la aparición de protozoos. Estos formaban grandes bancos marinos de materia gelatinosa, que en el transcurso de muchos millones de años fue perfeccionándose hasta producir variadas formas de vida. En los fondos marinos del período cámbrico encontramos medusas, esponjas, trilobites, anélidos.....Por aquel entonces, los continentes, áridos y desolados, no habían sido conquistados por ningún genero de vida. 


Durante el período ordovícico las criaturas marinas continuaron multiplicándose y perfeccionándose. Contribuyó a ello la benignidad del clima y el aumento de nivel de las aguas, las cuales inundaron extensos territorios continentales. Los invertebrados ordovicienses, por un fenómeno de adaptación al medio ambiente, se cubrieron con corazas calcáreas o conchas que los protegían de la voracidad de sus congéneres. Los fondos marinos se poblaron en este período de corales agrupados en colonias, de equinodermos y ostracodermos. La lucha por la subsistencia tuvo dos antagonistas: la estrella de mar y la almeja; pero el señor absoluto de las cálidas aguas del Ordovício fue una especie de calamar gigante de la familia de los nautilóideos, cuyo caparazón llegaba a tener hasta 4'75 metros de longitud, que se alimentaba indistintamente de caracoles, briozoos y toda clase de lamelibranquios. Los trilobites del período cámbrico continuaron viviendo en el ordovícico, si bien amedrentados por el poder de esta nueva criatura. 


El período silúrico (360 – 325 millones de años) sucedió al ordovícico. El medio marino no sufrió un cambio sustancial; continuó siendo el refugio de equinodermos, braquiópodos, esponjas, almejas, corales, briozoos y caracoles. Aunque la especie más llamativa del silúrico fue el escorpión gigante, un ser de aspecto ciertamente terrorífico que llegaba a medir 2'75 metros de longitud. Este período es importante, sobre todo, por la aparición de los primeros peces vertebrados, que los paleontólogos suponen procedían de los lagos y los ríos, desde los cuales pasaron a poblar el mar. El tipo más primitivo poseía una fuerte coraza calcárea y carecía de mandíbulas, por lo que nadaba con la boca permanentemente abierta, alimentándose de los millares de organismos microscópicos que pululaban en las aguas. A finales del silúrico apareció un pez con mandíbulas, el acantodo, de aspecto muy similar al tiburón. A pesar de su pequeño tamaño era un temible carnicero de los mares. Por último, algunos artrópodos dejaron en esta época las aguas y pasaron a poblar los continentes. 


Las fuerzas endógenas de la Tierra ocasionaron, inmediatamente antes de finales del silúrico, un combamiento de la corteza del planeta. Consecuencia de este hecho fue el retroceso de las aguas marinas en muchas costas; la regresión dejó depósitos de sal y una gran cantidad de sedimentos orgánicos. Estas circunstancias favorables determinaron la aparición de una flora que pronto se extendería por toda la tierra firme. Durante el devónico (325 – 280 millones de años), los vegetales, simples algas marinas hasta entonces, se transformaron en grandes coníferas, en helechos y plantas con hojas. Las psilofitas, predecesoras de la actual flora terrestre, a excepción de los musgos y los hongos, comprendían múltiples especies, algunas de ellas carentes de auténticas hojas y raíces y otras, por el contrario, de aspecto arborescente y gran altura. El cambio del paisajes terrestre trajo consigo un trastorno de las condiciones vitales: los seres marinos podrían encontrar su alimento, a partir de entonces, fuera del elemento acuoso. Los peces pulmonares (dipneustos), y sus parientes los crosopterigios, iniciaron la conquista de la tierra firme. 


El veloz desarrollo de las especies vegetales en un clima húmedo y suave convirtió la faz del planeta en un manto de verdor salpicado por terrenos pantanosos. En ese medio ambiente brotaban los helechos, los equisetos y grandes árboles de madera muy balnda que tenían un rápido crecimiento y vida efímera. Durante el período carbonífero el mundo se asemejaba a una inmensa ciénaga maloliente repleta de vegetales putrefactos; los yacimientos de petróleo y carbón que se explotan en la actualidad son los residuos fosilizados de este paisaje nauseabundo. En él crecían tres tipos de árboles: las sigilarias, provistas de curiosos penachos de follaje, los lepidodendros, de tronco esbelto que llegaba a alcanzar hasta cuarenta metros de altura, y los cordaites, predecesores de las actuales coníferas. El ambiente fue propicio para que se desarrollaran en el más de ochocientas mil especies de insectos, algunas de las cuales, como el maganeurón de aspecto de libélula, fueron de dimensiones extraordinarias (73,6 cm de envergadura). 


El periodo pérmico (230 – 205 m.am), al que corresponde el animal de nuestra lámina – el edafosaurio -, constituye la última fase de la era paleozoica, cuya duración global fue de 300 millones de años. Los fenómenos geográficos que se produjeron durante el pérmico y fueron de gran importancia: los mares retrocedieron y pusieron al descubierto una gran superficie de tierras, los pantanos se desecaron, avanzaron los casquetes polares y surgieron nuevas cadenas montañosas como los Urales y los antiguos Apalaches. Por su parte, el clima se hizo riguroso y extremado, lo cual determinó la sustitución de las débiles plantas carboníferas por otras especies vegetales más resistentes a las circunstancias adversas. Éste fue el momento en que los anfibios se convirtieron en reptiles, iniciando una nueva forma de vida. El edafosaurio, gigantesco animal dotado de una enorme aleta dorsal, fue un reptil herbívoro de la rama de los pelicosaurios, de la cual proceden los primeros mamíferos. 


Durante la primera etapa de la era secundaria, en el período triásico (205 – 165 millones de años), se produjo un mejoramiento de las circunstancias geográficas y climatológicas. Ello permitió que las laderas de las montañas se poblasen con bosques de coníferas, con cicadáceas y cicadeoides. Mientras tanto, los seres marinos, en especial los amonites y los corales, experimentaron un tremendo desarrollo; las criaturas terrestres, es decir, los reptiles se multiplicaron en número y también se diferenciaron en ramas distintas. Una de las que adquirió un pronto desarrollo fue la de las tortugas o quelonios, cuyas características físicas no han variado desde el triásico hasta nuestros días. En los cursos fluviales, en las charcas y en las lagunas proliferaron los anuros, los urodelos (anfibios de los que desciende la salamandra) y toda clase de batracios. Los terrenos secos y soleados se vieron poblados por innumerables lagartos y lagartijas que caminaban erguidos sobre sus largas patas traseras. 


A pesar de la conquista de los continentes emprendida por los reptiles, muchos de ellos retornaron a las acogedoras aguas marinas durante el período jurásico (165 – 135 millones de años). La especie que mejor se adaptó al nuevo medio ambiente fue el ictiosaurio, animal de aspecto psiciforme – similar en cierto modo al delfín - , y reproducción vivípara que llegaba a alcanzar los 8 metros de longitud. Era un pez rapidísimo, saltarín y juguetón, que se movía en aguas poco profundas, alimentándose de los moluscos que hallaba en ellas. Durante algunos millones de años se enseñoreó de los siete mares, pero desapareció de la faz del planeta mucho antes que otros seres marinos contemporáneos suyos sin duda aniquilado por un feroz enemigo que desconocemos. 


Los reptiles acuáticos de mayores dimensiones fueron los pleisosaurios, que vivieron en los períodos jurásico y cretácico y cuyos restos fósiles se hallan en abundancia en los estratos de pizarra del Jura y en las formaciones yesosas del oeste de Kansas. Estos animales marinos alcanzaban hasta 15 metros de longitud y, a diferencia de los ictiosaurios que se impulsaban por medio de aletas, se movían en el líquido elemento por medio de grandes paletas, similares a las partas de las tortugas de mar. La familia de los plesiosaurios comprendía diversos tipos: el cronosaurio y el brachauquenio, ambos de cráneo alargado, y el elasmosaurios, que vemos en nuestra lámina, del cual se ha dicho que parecía una serpiente ensartada en el cuerpo de una tortuga, puesto que tenía un larguísimo cuello (de hasta 7 metros de longitud) rematado por un cráneo muy pequeño. Era un animal muy voraz que apresaba los peces de que se alimentaba con rápidos movimientos. 


A fines del período jurásico se produjo una nueva subida de nivel de las aguas marinas que tuvo por consecuencia la inundación de gran parte de Europa y de América. El clima fue por aquel entonces muy cálido y las especies animales y vegetales conocieron óptimas circunstancias para enseñorearse de los más remotos rincones de la Tierra, incluso de aquellos lugares que en épocas anteriores habían estado cubiertos por hielos. El paisaje de pantanos y aguas estancadas se pobló de una vegetación exhuberante y favoreció el desarrollo de animales gigantescos, uno de los cuales fue el brontosaurio (del griego bronto, trueno, y sauros, lagarto) que pesaba alrededor de las 28 toneladas y tenía casi 20 metros de largo. Esta mole de carne y hueso chapoteaba enlas charcas y lagunas, por cuyo fondo caminaba lentamente apoyándose, como los hipopótamos actuales, en sus patas traseras. Su cabeza, pequeñísima, poseía un cerebro rudimentario que sólo permitía al animal la percepción de impresiones primarias, activaba el movimiento de las mandíbulas y le facilitaba la localización de los vegetales que le servían de alimento.


El período cretácico (135 – 75 millones de años) fue el momento de apogeo de los grandes dinosaruios. La evolución de este tipo de animales condujo al tiranosaurio, el más grande y aterrador reptil que ha vivido sobre el planeta Tierra. Tenía unas robustas patas traseras, mucho más largas que las delanteras, y caminaba erecto en ellas a grandes zancadas. Sus pies estaban armados con poderosas uñas y espolones; por el contrario, sus extremidades anteriores eran apenas unos muñones, atrofiados e inútiles. La boca de este dinosaurio estaba provista de varias hileras de dientes en forma de sable que medían 15 centímetros de longitud. La cabeza del animal se hallaba a una altura de 5 ó 6 metros del suelo, por lo que resultaba invulnerable a los ataques de otras criaturas; sólo los de sus especie y sus dimensiones (15 metros de longitud) podían combatir con él. A pesar de ello, esta especie de carnívoros tuvo una vida muy corta si la comparamos con la de otros animales de su tiempo. 


La familia de los dinosaruios (nombre inventado por el paleontólogo Richard Owen con dos palabras griegas: deinós, enorme o terrible, y sauros, saurio, lagarto) que alcanzó su máximo desarrollo en el Cretácico, procedía de la evolución de la especie de los thecodontos, animales de fines del período pérmico. Uno de los seres más representativos de esta rama zoológica fue el saltoposuco; media sólo 1.20 metros de cabeza a cola, caminaba erecto sobre sus patas posteriores, más largas que las anteriores, y era un animal voraz cuyo aspecto recordaba un poco al del canguro actual. El estudio de los restos fósiles del saltoposuco inducen a los paleontólogos a suponerlo remoto predecesor de las aves y también de los cocodrilos. Los dinosaurios, que se enseñorearon del planeta Tierra durante un período de 75 millones de años de duración, comprendían dos órdenes principales: el de los saurisquios y el de los ornitisquios. Los primeros tenían los huesos de la pelvis parecidos a los de los saurios actuales y eran, en general, temibles carnívoros; los segundos tenían la región pelviana dispuesta de forma similar a la de las aves, orden zoológio que procede de esta clase de dinosaurios. Los onitisquios poseían un cerebro muy pequeño y se alimentaban de vegetales; las especies de pequeño tamaño fueron aniquiladas por los feroces saurisquios, a los que sirvieron de alimento. El iguanodon que aparece en nuestra lámina fue uno de los ornitisquios de mayores dimensiones; su cabeza se hallaba a 6 metros de altura del suelo y el animal tenía una longitud de casi 10 metros. Sus costumbres eran pacíficas, pero si algún carnívoro de grandes dimensiones se atrevía a atacarlo el iguanodon hacía uso del mortífero espolón que poseía en sus patas anteriores. El primer fósil de este animal fue hallado por la señora Mantell en la población de Lewes (Sussex, Inglaterra) el mes de marzo del año 1822. Hasta nuestros días, los descubrimientos de huesos de dinosaurios se han multiplicado especialmente en Norteamérica (Utah, Wyoming, Montana, colorado, Nuevo Méjico y la provincia canadiense de Alberta) y en Europa (Francia, Alemania, Bélgica e Islas Británicas), lo cual demuestra la enorme difusión geográfica que alcanzó este orden zoológico de la era secundaria. 


Otro miembro de la familia de los dinosaurios fue el estegosaurio, animal cuyas características más acusadas fueron las de poseer el lomo coronado por una sucesión de placas óseas – prolongación monstruosa de las apófisis vertebrales – y tenes la cola armada por cuatro poderosos espolones. Éste era el miembro que utilizaba para defenderse al ser atacado por un carnívoro. La formidable coraza del estegosaurio se completaba con multitud de pequeños nódulos óseos de forma anillada que se distribuían profusamente sobre toda la superficie de su piel, en especial en la parte del cuello, punto más vulnerable de su anatomía. La cabeza, alargada y menuda, estaba protegida por robustas placas de hueso, y la totalidad del cuerpo aparecía recubierta por una capa córnea. El estegosaurio, auténtico tanque blindado, era a causa de su peso un animal de movimientos lentos y andar vacilante. Para combatir se alzaba sobre sus patas posteriores, más largas que las anteriores, de modo parecido a como lo hacen los osos en la actualidad. 


La lucha por la subsistencia obligó a diversos subórdenes de cuadrúpedos ornitisquios a perfeccionar sus defensas. En cierto momento del período cretácico, la temperatura descendió y la vegetación de los pantanos se fue empobreciendo paulatinamente. Los herbívoros tuvieron que adaptarse entonces a la vida en las llanuras, en grandes espacios abiertos donde se veían expuestos a toda clase de peligros; para arrostrarlos, algunos dinosaurios se convirtieron en verdaderas fortalezas ambulantes. El triceratops que aparece en la lámina es uno de ellos: medía unos 6 metros de longitud, 2.5 de altura, y poseía un cráneo, de enormes dimensiones con respecto al cuerpo (2 metros), armado con tres poderosos cuernos. La cabeza en sí era una especie de yelmo óseo de forma cóncava que se prolongaba hacia atrás para cubrir el cuello. El hocico del animal tenía el aspecto de un pico de ave. Como el rinoceronte actual, el triceratops debía atacar embistiendo con la cabeza gacha para ensartar al enemigo con sus cuernos....


Los reptiles se habían enseñoreado de los mares y de los continentes: solo les restaba ya adueñarse de los cielos. Y eso fue posible en el período jurásico, momento en que diversos animales terrícolas desarrollaron amplias membranas entre sus dedos y entre sus patas, iniciando con su ayuda audaces vuelos planeados. Los pterosaurios (del griego pteros ala, y sauros, saurio, lagarto) constituyeron una gran familia de seres alados que fue especializándose cada vez más para lograr la conquista del medio eétero. El más antiguo de sus miembros fue el ranforrinco, el cual poseía aún una cola desproporcionada a su tamaño y no alcanzaba más de 50 centímetros de envergadura. Pero los pterosaurios evolucionaron con la misma rapidez de los dinosaurios y así, a fines del período cretácico, uno de ellos, denominado pteranodon por los paleontólogos, había llegado a alacanzar los 8 metros de envergadura. Todas estas criaturas voladoras carecían de plumas y poseían mandíbulas alargadas y provistas de afilados dientes. 


Una de las ramas del orden de los reptiles voladores fue el Archaeopteyrx, del que descienden las aves actuales. A pesar de su aspecto de reptil, este animal tenía el cuerpo cubierto por plumas, poseía dientes y se adornaba con una larga cola que, al propio tiempo, le servía de estabilizador del vuelo. Uno de los mayores misterios de la Paleontología estriba en saber cómo la piel de los reptiles se cubrió de plumaje. Los investigadores sostienen la teoría de que el cambio fue debido a que el corazón de los seres de sangre fría, adaptado a un sistema de circulación variable,se transformó a lo largo de un proceso evolutivo en un órgano dividido en cuatro compartimentos, es decir, en la víscera cardíaca propia de los animales de sangre caliente. Las alteraciones químicas resultantes de la sustitución del órgano tuvieron por consecuencia que las escamas se convirtieran en plumas. Gracias a ellas el Archaeopteyrx tuvo excepcionales condiciones voladoras y sobrevivió a los restantes reptiles alados. 


Durante toda la era secundaria, el temible poder de los dinosaurios había hecho medrar penosamente y en el olvido a un grupo de animales de pequeño tamaño; éstos habían buscado elrefugio de las copas de los árboles o se habían lanzado a surcar el espacio aéreo: eran las aves y los primeros mamíferos. Los fósiles del período jurásico permiten reconocer la existencia de cuatro grupos de mamíferos, descendientes todos ellos de los reptiles terápsidos del triásico. Cuando se extinguieron los dinosaurios a fines del cretácito, estos seres humildes pasaron a ser señores absolutos del planeta. A principios de la era terciaria, en el período paleocénico, la Tierra ofrecía paisajes desolados; habían surgido las grandes cordilleras y los mares interiores se habían desecado, formándose vastas llanuras en las antiguas cuencas. En este terreno vivían grandes aves corredoras, como el Phororhacos que vemos en la lámina, que daban caza a los pequeños mamíferos insectívoros que convivían con ellas. 


El mundo terciario en transformación se convirtió en un campo de batalla donde luchcaban por su supervivencia dos bandos antagónicos. Por una parte, los mamíferos, orden zoológico todavía poco preparado, compuesto por animales de pequeño tamaño y escasas defensas; de otra, las gigantescas aves corredoras, carniceras y sanguinarias. Una de ellas la diatrima, que poseía una cebeza voluminosa armada con un fuerte pico, piernas musculosas y aceradas garras. El resultado final de este combate que se inició en el terciario fue desfavorable para las aves. Su descendencia se halla prácticamente extinguida en la actualidad, si se exceptúan el casuario, que vive en el archipiélago índico, el emú, propio de Australia, y el kiwi de Nueva Zelanda, especie que alcanza apenas el tamaño de un gallo. Nuestra lámina muestra al moa, ave que desapareció de la Tierra hace unos doscientos años; tenía más de dos metros de altura, pesaba unos 180 kilogramos y ponía enormes huevos. 


Durante el pleistoceno la Tierra experimentó importantes fenómenos glaciares que tuvieron una decisiva influencia sobre la vida de los animales. Los casquetes polares avanzaron y retrocedieron cuatro veces sucesivas en este período, llegando a cubrir en su momento de máxima extensión un tercio de la superficie del globo. El movimiento de las masas de hielo modeló la corteza terrestre, ahondó valles en las llanauras, vitalizó los ríos y creó lagos; la fauna respondió a este fenómeno dando muestras de gran vitalidad. El pleistoceno fue la edad dorada de los grandes mamíferos, del mastodante y del mamut, los cuales realizaron migraciones periódicas que seguían el ritmo impuesto por los glaciares en movimiento. Los restos fósiles permiten comprobar el viaje emprendido por tres especies de animales desde América del Sur a América del Norte. Se trata del boreoastracón, un armadillo de grandes dimensiones, del milodonte y del megaterio, antecesor del oso hormiguero, que medía más de 6 metros cuando se alzaba sobre sus patas traseras.


La vida de los animales de eras pasadas estuvo sometida a circunstancias que desconocemos. Sólo conjeturas pueden hacerse acerca del por qué de la desparición de los dinosaurios; igual sucede con los grandes mamíferos de la era cenozoica, que se extinguieron de la faz del planeta Tierra al advenimiento de la primavera, tras un invierno – el invierno glaciar – que había durado un millón de años. Sólo la fauna de pequeño tamaño, los rumiantes, los insectívoros y los carniceros, pudo superar el cambio climático. La gran familia de los mastodontes, compuesta por el mastodonte, compuesta por el mastodonte propiamente dicho, el ambelodón, el gonfoterio de Egipto, el tetrabelodonte y el trilofodon, que aparece en el grabado, se desvaneció sin dejar más huellas que unos huesos fosilizados en determinadas formaciones geológicas. Sin embargo, en algunas regiones de la Tierra, principalmente en África y en Asia, los gigantescos mamíferos tuvieron una descendencia que ha perdurado hasta nuestros días. Tampoco sabemos a qué fue debido este milagro. 


Hemos visto a lo largo de la historia que los restos fósiles nos narran cómo cada orden zoológico y cada especie animal experimentó una evolución que condujo desde las formas de vida más elementales a los seres más complejos. Parece como si la sabia naturaleza hubiera dirigido una serie de intentos destinados a lograr como resultado final los animales más aptos para desenvolverse en cada período geológico, en un paisaje determinado y bajo ciertas circunstancias climáticas. Esta gran empresa de la vida conoció diversos grados de perfección y, en el caso concreto de cada uno de los animales, múltiples formas de desarrollo. El elefante actual es resultado de una larga cadena de intentos, que se inicia con el Moeritherium y sigue con el paleomastodonte, el mastodonte y el mamut. Pero de cada uno de estos tipos existieron variantes, es decir, ensayos biológicos que no llegaron a fructificar. Fueron especies, como el dinoterio de nuestra lámina, que tuvieron vida efímera y exigua descendencia. 


En sus orígenes, las especies zoológicas estuvieron poco diversificadas, pero, a medida que transcurrían las etapas geológicas, se hizo necesaria una adaptación al medio que tuvo por consecuencia la división del conjunto biológico y la individualización de los múltiples tipos que lo integran. Así, un animal como el brontoterio que aparece en el grabado, representante de la familia de los titanoterios, puede considerarse antecesor y pariente a la vez del rinoceronte, el tapir y el caballo, seres que en su forma actual no presentan grandes similitudes. La compleja obra de la vida, conocida científicamente a través de los vestigios fósiles, las criaturas vivientes y la experimentación en el laboratorio, es tan perfecta y coherente que deja asombrado al hombre, ser racional situado en la cúspide de la pirámide zoológica. 



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