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sábado, 5 de diciembre de 2020

¿QUÉ NOS HACE HUMANOS?

 


Dice el neurocientífico David Eagleman que han existido tres revoluciones científicas de notable importancia en relación a nuestro lugar en el mundo como especie. La primera, la revolución copernicana, que puso en evidencia que nuestro planeta no es el centro del universo y que a pesar de lo que pueda parecer el Sol no da vueltas alrededor nuestro. Es más, con el tiempo ha quedado en evidencia que nuestra planeta es solo “un pequeño punto azul pálido” - parafraseando a Carl Sagan – minúsculo y perdido en la inmensidad del Universo. La segunda revolución vino de la mano de Darwin.

No es necesario explicar lo que supuso para encontrar nuestro lugar en la naturaleza, y por tanto, para abandonar definitivamente una visión creacionista del mundo y, sobre todo, de nuestra especie, que hasta entonces se había considerado hecha a “imagen y semejanza” de un dios que lo había hecho todo de la nada. La tercera revolución es mucho más reciente y pone en evidencia, según Eagleman, que la consciencia no es de ninguna utilidad; es solo un subproducto de los fenómenos neuronales que no tienen ninguna capacidad de intervención. Y, efectivamente, el cerebro humano hace mucho de su trabajo de forma incosnciente, llegando a nuestra mente consciente apenas una pequeña parte de todo ese trabajo; además, llega tarde, y muchas veces, mal. Es más, si seguimos ahondando resultará que ese don, que hasta esta tercera revolución se creía que era “lo que nos hace humanos”, lo compartimos no solo con varios primates, sino con muchos otros mamíferoes e incluso con cetáceos y córvidos, entre otros.

Si tuviéramos que contestar a la pregunta de qué nos hace humanos, a casi cualquier nivel encontraríamos peculiaridades que hacen de nuestra especie algo único. Las que más han llamado siempre la atención tienen que ver con nuestro comportamiento y nuestra mente. Nos quedamos pasmados ante nuestra propia tecnología, nuestro conocimiento del mundo y nuestra capacidad para manipularlo casi a nuestro antojo. Sin embargo, y a pesar de las apariencias, no nos engañemos. Estamos lejos de ser divinos. La mejor respuesta que a día de hoy podemos dar a la pregunta de qué nos hace humanos es, en realidad, muy sencilla: no somos otra cosa sino un primate que ha evolucionado hipertrofiando su capacidad para las relaciones sociales. Los demás avances no serían sino el resultado de aplicar al resto del mundo nuestros dispositivos cerebrales para desentrañar las mentes de los otros.

Ciertamente, las entrañas de nuestro cerebro muestran numerosos aunque minúsculos ajuestes, tanto a nivel sináptico como de redes neuronales, que son la base de nuestras capacidades cognitivas e intelectuales. Pero ninguna de ellas parece ser otra cosa que la evolución de piezas y dispotivos cerebrales ya existentes en otros primates, especialmente en los grandes simios. No hay nada que podamos señalar con el dedo y decir “esto, esto es lo que nos hace humanos”. Los productos mentales y comportamentales de ese cerebro tampoco parecen mostrar nada particularmente especial, que no se puedan entender como lo mismo que encontramos en otros seres vivos, solo que más exagerado.

Que el ser humano haya sido su propia presión evolutiva, cada vez con más protagonismo y de una manera ascendente, probablemente desde nuestros ancestros australopitecus, nos ha llevado hasta donde estamos hoy día. Con todas nuestras increíbles facultades mentales, sí, pero también con el egoìsmo y la brutalidad propios de un primate. Si algún día consiguiéramos erradicar algunos de nuestros instintos que, a nuestros propios ojos, resultan más indeseables, entonces sí podremos hablar de un salto verdaderamente cualitativo en nuestra evolución.

Manuel Martín-Loeches.

Profesor de Psicobiología, UCM.

La Aventura de la Historia, 200 momentos que transformaron el mundo.



miércoles, 22 de julio de 2020

GIGANTOPITHECUS.




La evolución no tiene forma lineal, sino más bien reticular, donde cada uno de los nudos que tejen la red, puede relacionarse con varios nudos al mismo tiempo. En ese sentido, el estudio de la evolución de los primates, ser humano incluido, resulta fascinante. A veces jugamos a seleccionar cual de los primates extintos comparte más semejanzas con nosotros. A lo largo de la historia de la vida han ido apareciendo individuos bajo diferentes formas, y de esta manera encontramos al Gigantopithecus blacki, que vivió durante el Mioceno en Asia. Como su propio nombre indica presentaba unas enormes proporciones y algunos investigadores consideran que podría acercarse a los tres metros. El orangután es su pariente vivo más cercano, aunque ambas especies presentan notables diferencias. Los restos de Gigantopithecuus fueron hallados por mera casualidad en una farmacia tradicional china, ubicada en Hong Kong, donde eran vendidos como huesos de dragón, muy apreciados por sus propiedades afrodisíacas.

El rastro fósil de los hominoideos euroasiáticos se pierde hace unos 7 m.a., hasta la aparición de formas ya muy próximas a las especies actuales del orangután y los gibones, con la notable excepción del Gigantopithecus. Una especie de este género (Gigantopithecus blacki) sobrevivió en China y Vietnam hasta hace sólo unos pocos cientos de miles de años, y desde luego convivió con seres humanos.
La Especie Elegiga.

Arsuaga y Martínez.

miércoles, 15 de julio de 2020

AEGYPTOPITHECUS.




El Fayum, en Egipto, vivió una época de efervescencia biológica, en el tránsito del Eoceno al Oligoceno. De esta época (30 a 37 m.a.) se han hallado numerosos fósiles de simios, entre los que destaca Aegyptopithecus. Aunque los datos aún no son concluyentes del todo, suponemos que Aegyptopithecus se trasladaba a cuatro patas, utilizando los brazos a modo de balancines. Unas condiciones climáticas benignas propiciaron esa eclosión de vida y de diversificación de especies.


miércoles, 8 de julio de 2020

NOTARCTUS.



Notarctus es un mamífero adaptado a la vida arborícora, con las extremidades posteriores más largas que las anteriores y una capacidad para el salto similar al actual lémur. Vivió en Amércia del Norte durante el Eoceno. Pertenece al grupo de los adapiformes, que a pesar de sus semejanzas, no se puede afirmar rotundamente que sea antepasado de los loris y lémures. 

miércoles, 1 de julio de 2020

PLESIADAPIS.




Durante el Paleoceno (65 – 55 m.a.) se constata la existencia de los plesiadapiformes, únicos primates fósiles de esta primera época del Cenozoico. Se diverificaron en varias líneas y se extinguieron en la siguiente época, el Eoceno (55 – 36 m.a.). Se han hallado fósiles de Plesiadapis tanto en América del Norte como en Europa, otra prueba más que demuestra que ambas masas continentanes estuvieron unidas formando el continente de Laurasia, antes de ser separadas irremediablemente poor las aguas del Océano Atlántico. Plesiadapis era un mamífero de pequeño tamaño, similar a las ardillas actuales (aunque no guarde ningún parentesco con las mismas), poseían garras y se alimentaban de frutas y hojas.

Ha habido y sigue habiendo polémica acerca de si los plesiadapiformes deben considerarse o no auténticos primates (por ejemplo, no parece que presentaran uñas planas ni primer dedo del pie oponible). A pesar de ellos, los plesiadapiformes son el grupo que está evolutivamente más próximo al conjunto de los primates vivientes, quienes a su vez forman un grupo natural con un antepasado común exclusivo. Algunos autores proponen que los primates se dividan en dos grandes categorías, los plesiadapiformes o primates arcaicos y los demás primates o euprimates.
La Especie Elegida.
Juan Luis Arsuaga e Ignacio Martínez.


miércoles, 20 de mayo de 2020

CLASIFICACIÓN DE LOS PRIMATES.




Se puede pensar que los científicos estudian características muy sutiles y rebuscadas, usando microscopios u otros avanzados instrumentos, para establecer sus clasificaciones de los organismos. Sin embargo, la principal división de los primates en dos grandes grupos llamados estrepsirrinos (Strepsirhini) y haplorrinos (Haplorhini) se basa en algo tan simple como la forma de la nariz y del labio superior.

Como en los demás mamíferos, en los estrepsirrinos los orificios nasales externos o narinas están rodeados por un área de piel desnuda y húmeda que se denomina rinario, continuada por debajo en un labio dividido en dos en su línea media, por donde se fija a las encías por una membrana. Para entender mejor esta morfología el lector puede mirar al perro o gato más próximo. Tal disposición del hocico limita enormemente la expresión de las emociones por medio de la mímica facial. En los haplorrinos, entre los que se encuentran los autores y el lector, no existe esa piel desnuda alrededor de la narinas, y el labio superior es continuo y móvil. La fusión del labio superior facilita una mayor expresividad facial, que es una bien conocida característica de los primates haplorrinos.

En el grupo de los estrepsirrinos se encuadran los lémures, los indris y el aye-aye (o lémures en sentido amplio), que evolucionaron y se diversificaron en condiciones de aislamiento en la isla de Madagascar (frente a la costa oriental de África). Algunas especies son nocturnas y otras diurnas. Desgraciadamente, la llegada reciente de los humanos supuso la degradación de su paraíso forestal y la desaparición de numerosas especies.

También se cuentan dentro de los estrepsirrinos los loris asiáticos, y los gálagos y potos africanos (grupo de loris en sentido amplio), todos nocturnos.


Los haplorrinos se dividen en tres grupos. Uno de ellos es el de los tarseros (Tarsiiformes), unos pequeños primates nocturnos de Filipinas, Borneo, Sumatra y otras islas del Sudeste asiático, con ojos enormes, cola larguísima y extremidades posteriores muy alargadas como adaptación al salto. Los otros dos grupos de haplorrinos son los catarrinos (Catarrhini), entre los que se encuentra nuestra especie, y los monos americanos, llamados platirrinos (Platyrrhini).


Catarrinos y platirrinos suelen agruparse bajo una denominación común que se usa más o menos informalmente, la de simios o antropoideos (técnicamente Anthropoidea). Ambos grupos son diurnos, con la sola excepción del mono de noche sudamericano, Aotus trivirgatus, que parece haberse vuelto nocturno a partir de antepasados diurnos.


Los simios también presentan una posición completamente frontal de los ojos, que permite un amplio campo de visión estereoscópica o visión en tres dimensiones, para lo que es preciso que se solapen los campos visuales de los dos ojos. Este tipo de visión permite cálculos muy precisos de distancias a objetos, bien sean éstos ramas o presas. Los simios tienen un cerebro grande, aunque parece que platirrinos y catarrinos lo han desarrollado (evolutivamente) por separado. Los lóbulos olfativos de estos cerebros están muy reducidos. Los simios nos representamos el mundo básicamente en imágenes, y no en olores.

Los platirrinos tienen el mismo número de dientes que los primeros primates, excepto en el caso de los titíes y tamarinos (Callitrichinae), un grupo que ha perdido el último molar. En cambio, los catarrinos hemos perdido un premolar, aunque a muchos de nuestros lectores no les saldrá nunca la última muela, la del juicio. Esta ausencia del tercer molar en la dentadura del adulto es una expresión de la reducción del aparato dental y masticador que ha experimentado el Homo sapiens, nuestra especie.
La Especie Elegida.
Juan Luis Arsuaga e Ignacio Martínez.


miércoles, 26 de febrero de 2020

FORMAS DE ORGANIZACIÓN SOCIAL.




El Ser Humano es un animal social (posiblemente el más social de todos los animales) y desde su aparición en la Tierra ha tendido a agruparse con otros congéneres. Estas organizaciones sociales, muy simples al principio, fueron haciéndose más complejas, en un proceso evolutivo continuo. Llamamos organización social a la ordenación global de todos los elemento que estructuran la acción social, siendo cada una de las partes diferentes a la totalidad.

Los antropólogos siempre han mostrado interés por describir, analizar y comprender las diferentes formas de organización social que han existido (y siguen existiendo) a lo largo de la historia. En 1962 el antropólogo estadounidense Elman R. Service elaboró una tipología basada en la organización social y en los niveles de desarrollo técnico, diferenciando cuatro grandes tipos de organización social, desde la más simple a la más compleja: banda, tribu, jefatura y estado.

Banda de Cazadores-Recolectores. Se trata de la organización social humana más simple, y ocuparon todo el Paleolítico. Sociedades igualitarias, ausencia de clases sociales y apropiación colectiva de los medios de producción: la tierra y los recursos naturales. La única diferenciación social viene marcada por la biología: la edad y el sexo. Desconocimiento de los tipos de almacenamiento y la conservación de excedentes. No existen especialistas propiamente dichos, sino personas con habilidades especiales, que pueden llegar a ejercer de líderes ocasionalmente (por ejemplo dirigir una partida de caza o decidir levantar el campamento y partir hacia otro lugar). La cooperación es el principal mecanismo de vertebración social y la superestructura ideológica ofrece una visión igualitaria de la sociedad. La economía es estructuralmente precaria y depredadora, basada en caza, pesca y recolección, estamos ante sociedades que no tienen capacidad para sobreexplotar el medio natural.

La Sociedad Tribal. Las sociedades tribales se definen como sistemas igualitarios no centralizados, es decir, la autoridad se reparte en varios grupos, generando un equilibrio inestable mediante la oposición y solidaridad entre los grupos. Estos grupos estarían formados progresivamente de menos a más, por familias, linajes, aldeas, subtribus y tribus. Todos los miembros de una tribu están cohesionados a partir de un antepasado común que puede ser real o imaginario (héroe, dios, animal. . . ). Los ancianos presiden el clan y son depositarios de la tradición oral. Las tribus, más sedentarizadas y con mayor densidad de población que la banda, se estructuran a partir del territorio y del parentesto unilineal. Así mismo, presentan unas claras señas de identidad: cánticos, costumbres, creencias y marcas faciales o corporales. Los conflictos entre tribus se resuelven a través de la mediación, con la compensación en el caso de los homicios (llegando incluso a las venganzas de sangre y en luchas intertribales con la unión de los grupos que forman la tribu. La base de su economía son fundamentalmente una agricultura de subsistencia (como la agricultura de rozas) y el pastoreo nómada.

Las jefaturas (señoríos o cacicazgos). La Sociedad de Jefatura, más compleja que la tribu, es el paso previo al estado. Se trata de un sistema centralizado y permanente, con capacidad para aumentar la productividad y concentrar una mayor densidad de población. Una sociedad desigual, sedentaria, aunque con movilidad ocasional, en la que existen especialista y la población está obligada a producir excedentes. El jefe (o cacique) es el centro y coordinador de este excedente, emplea la coerción y tiene cierto poder sobre las clases más humildes. Este jefe situa su residencia en un centro o capital, de la que dependen (directa o indirectamente) una serie de pueblos y aldeas. Ese excedente sirve para desarrollar relaciones comerciales premonetales basadas en el trueque o la redistribución. Los matrimonios están perfectamente reglados (tradición oral y derecho consuetudinario) y depende del caso está basado en la exogamia, la endogamia y el tabú del incesto. En estas sociedades aparece el monopolio de lo sobranatural por parte de ciertas castas sacerdotales, que a cambio de controlar la esfera de lo espiritual están exentos de los trabajos productivos.

Sociedades estatales. Características de los primeros estados. Nivel de desarrollo sociocultural que se manifiesta en los diversos aspectos de la actividad humana. Transición al Estado se realiza mediante la sustitución de la sociedad gentilicia por una sociedad política. El Estado surge en una sociedad política que se caracteriza por la división social del trabajo y por la estratificación social. Alta productividad, comercio y mercado, elementos de la economía estatal. El Estado Antiguo se trata de una organización independiente cuya forma de subsistencia estaría en la agricultura intensiva dirigida a la producción de excedentes. La figura característica y relevante es el rey. Esferas de poder: Palacio-Templo.


miércoles, 19 de febrero de 2020

PALEOANTROPOLOGÍA, ESTUDIANDO LAS HUELLAS DEL PASADO HUMANO.





El trabajo de un paleontólogo es devolver a la vida a los organismos del pasado a través del estudio de los fósiles. El paleoantropólogo se acerca a los restos de los ancestros humanos y le dice levántate y anda. Los fósiles son la principal fuente de conocimiento sobre la vida del pasado.

El fósil. Se conoce como fósil a cualquier resto o señal de la actividad de los organismos del pasado. En esta definición podemos incluir gran diversidad de fósiles, desde organismos completos (muy escasos) hasta huellas de paso y marcas de acción. Los restos más comunes, dentro del reino animal, son las partes esqueléticas: conchas, dientes, caparazones, huesos... Por su parte, los restos vegetales fósiles más comunes son los granos de polen y las esporas. Las señales de actividad de los organismos del pasado son muy variadas e incluyen, entre otras, a las huellas de locomoción, tubos y cámaras de habitación y las marcas de alimentación. La disciplina paleontológica que se encarga de estudiar estas señales de actividad es la Paleoicnología.

Al conjunto de fósiles conocidos se le da el nombre de registro fósil. Debido a la propia naturaleza del proceso de fosilización, el registro fósil está compuesto por una ínfima fracción de los organismos que vivieron en las distintas épocas del pasado. Además de esta pobreza, el registro fósil está, presumiblemente, segado. Es decir, que tenemos la certidumbre de que los individuos y especies representados en él no fueron, necesariamente, los más abundantes y comunes de los ecosistemas pretéritos. En ese sentido, la ausencia de prueba, no es prueba de ausencia. Cuando se encuentra un fósil es de capital importancia registrar toda la información posible sobre su situación geográfica y estratigráfica. Además, para estudiar los procesos que llevaron a la formación de los fósil particulares y a la del propio yacimiento es necesario anotar la posición espacial exacta de cada fósil, las posiciones relativas de unos respecto a otros, la orientación tridimensional de cada fósil, su estado de conservación, etc. Existe una rama de la Paleontología que, a partir de los datos recogidos en el yacimiento y del estudio de cada fósil, trata de recomponer los procesos que dieron lugar a los yacimientos; se trata de la Tafonomía. Los lugares preferentes para la formación de yacimientos son aquellos donde hay altas tasas de sedimentación, que permiten un rápido enterramiento de los restos y señales de actividad. Los lugares con mayor tasa de sedimentación son aquellos en los que una corriente de agua, cargada de sedimentos, se ve frenada. En el interior de los continente, esta situación se produce, principalmente, en las grandes depresiones, las terrazas fluviales y el interior de las cuevas.

Fósiles humanos. Los fósiles humanos son tan escasos que a muchos de ellos se les conoce por su nombre. Todos los fósiles tienen un nombre científico: su código de registro en los museos. Pero algunos fósiles humanos disfrutan del privilegio de tener nombre propio. Buen ejemplo de ello son los fósiles conocidos como Dear Boy (Quérido Muchacho, un adolescente de la especie Paranthropus boisei), Madame Pless (Señora Pless, una hembra adulta de Australopithecus africanus), o Turkana Boy (Niño del Turkana, un niño de Homo ergaster), aunque quizá el más conocido y emblemático de todos los fósiles con "nombre propio" sea Lucy, una hembra adulta de Australopithecus afarensis.


La determinación de la edad de muerte, del sexo y de las características físicas principales, como la estatura y el peso, de los ejemplares representados por los fósiles, son, junto al establecimiento de las relaciones evolutivas algunas de las principales tareas del oficio de paleoantropólogo. Para determinar la edad de muerte de los individuos los especialistas se basan en las variaciones que sufre la dentición y el esqueleto a lo largo del desarrollo en los organismos vivos más relacionados con los fósiles. El registro fósil se complementa con las evidencias genéticas para consolidar el conocimiento sobre los individuos y las sociedades del pasado prehistórico.


martes, 24 de diciembre de 2019

MAWSONIA, EL CAZADOR DE ALETAS LOBULADAS.




Los celacantos de aletas lobuladas actuales son raros y viven principalmente en las frías y profundas aguas de los océanos, únicamente ascienden a la superficie para alimentarse durante la noche. Durante el Cretácico, el Mawsonia, fue un voraz celacanto común en las aguas de los ríos y lagos del Kem Kem (en el Norte de África). Mawsonia alcanzaba los 3.80 metros y era de mayor tamaño que la práctica totalidad de los tiburones de la región.



lunes, 9 de diciembre de 2019

DIPLOCAULUS.




Un anfibio de extraño aspecto que vivió durante el Pérmico. El Diplocaulus tenía la cabeza muy ancha y aplastada, con prolongaciones a cada lado que se unían hacia delante en forma de media luna. La mayor parte de su vida la pasaba dentro del agua, en los fondos cenagosos, medio oculto en el lodo.

domingo, 1 de diciembre de 2019

MORELLADON.




Morelladon beltrani es un dinosaurio recientemente descubierto y descrito en Morella (Castellón). Un dinosaurio ornitópido, emparentado con el iguanodón, que vivió en la Península Ibérica durante el Cretácico. Media más de seis metros y sobrepasaba la tonelada de peso.


Morelladon posee una especie de joroba o vela debida a un alargamiento de la espina de las vértebras dorsales. Su función no está clara pero podría servir como almacenamiento de nutrientes, bien como reclamo sexual o como medio de termorregulación.




miércoles, 27 de noviembre de 2019

EL HUEVO AMNIOTA.




La aparición del huevo amniota, durante el Carbonífero, permitió a los animales repreducirse en medio terrestre, sin necesidad de regresar al agua para depositar sus óvulos. Al parecer fueron los tetrápodos reptiliformes los animales que desarrollaron esta nueva forma de reproducción, una de las grandes innovaciones de la evolución, que hizo posible que muchas especies animales pudiesen colonizar las masas continentales.

La perfección del huevo amniota abrió nuevas áreas para el desarrollo de los animales con espina dorsal, haciendo más independientes del agua a los vertebrados terrestres durante su historia de vida individual. (Colbert, 1980. Citado por Marciela Villagrán Santa Cruz en El huevo amniota y la evolución de los vertebrados)


En el huevo amniota se desarrollan una serie de membranas (concretamente cuatro, Corion, Alantoides, Amnios y envoltura calcárea) que protegen el embrión creando un medio acuático en el que éste puede flotar casi sin peso. El efecto de la gravedad se atenúa y no daña los delicados tejidos que se están desarrollando.

Las membranas extraembrionarias que aparecieron con este tipo de huevo funcionan como un sistema que mantiene las humedad interior y permite el paso de gases, el transporte de nutrientes y la eliminación de desechos.

miércoles, 6 de noviembre de 2019

DREPANASPIS




Cuando está finalizando el Cámbrico, las formas de los animales se van perfeccionando. En estos momentos aparecen los agnatos, los vertebrados más antiguos, carentes de esqueletos pero con la piel recubierta de una poderosa coraza ósea y de escamas muy resistentes. También se denomina Ostraodermos. El Drepanaspis, como todos los agnatos, carecía de mandíbulas, una criatura aplanada con un cuerpo fuertemente blindado. Desapareció hace unos 300 millones de años.

lunes, 28 de octubre de 2019

HYRACOTHERIUM.




El Hyracotherium (Eohippus) es uno de los perisodáctilos más antiguos que se conocen, y de ellos proceden los actuales équidos, que con el tiempo sufrieron importantes (y trascendentales) transformaciones. Este hervíboro del tamaño aproximado de un perro habitó en América del Norte hace unos 55 millones de años, a comienzos de la Era Terciaria. Su hábitat eran las masas boscosas.

viernes, 5 de abril de 2019

ROBLEDAL DE MUSKILDA.




Abandonamos la apacible villa de Bizkarreta y nos adentramos en el sugerente robledal de Muskilda. 


Los peregrinos que se dirigen a Santiago, cuando caminan por tramos como este, alcanzan una comunión plena con la naturaleza, experimentan una vuelta a los orígenes de nuestra especie. Hace millones de años abandonamos los bosques, bajamos de los árboles para convertirnos en seres humanos.



jueves, 28 de marzo de 2019

EVOLUCIÓN.




El Homo sapiens, al igual del resto de especies que pueblan nuestra planeta, somos el resultado de la evolución. Este aspecto lo conocemos desde mediados del siglo XIX gracias al trabajo de Charles Darwin. Comparando nuestro cuerpo con el de otros animales podemos observar las enormes similitudes que existen entre determinadas estructuras de nuestro organismo y animales como los gusanos o los reptiles (por ejemplo, el cocodrilo). Desde que Darwin formulara su teoría se han descubierto numerosos fósiles de especies extintas que nos ayudan a comprender mucho más sobre estas relaciones. En el campo de la Evolución Humana el descubrimiento de nuevas especies pone de manifiesto que a lo largo del tiempo han existido otros homínidos. El éxito de muchas de estas especies les permitió desarrollarse durante miles de años. En muchas ocasiones un tiempo relativamente más largo que los escasos 200.000 años que llevamos los Homo sapiens.
Museo de la Evolución Humana de Burgos.

sábado, 9 de marzo de 2019

SACTOCERAS, CEFALÓPODOS DEL ORDOVÍCICO.




El Sactoceras era un cefalópodo que proliferó durante el Ordovícico en los océanos del planeta. Los cefalópodos (animales con los pies en la cabeza) primitivos, son antepasados de nuestros pulpos y calamares, y adquirieron un gran desarrollo durante el Cámbrico.

El Sactoceras poseía una concha recta y cónica. A medida que crecía el animal construía una nueva celda en la parte superior de la concha y tapiaba la antigua, que quedaba vacía. De esta manera lograba en ocasiones alcanzar una longitud de cinco metros.

jueves, 7 de marzo de 2019

CUEVA DEL MIRADOR, REFUGIO DE PASTORES.




La cueva del Mirador se abre en la vertiente más meridional de la Sierra de Atapuerca, dominando visualmente el valle del río Arlanzón. Las ocupaciones más antiguas conocidas se remontan a unos 13.500 años, cuando grupos de cazadores-recolectores la utilizaron para instalar sus campamentos. Después la cueva fue abandonada, convirtiéndose en cubil de lobos hasta la llegada de otros grupos humanos, hace unos 7.300 años.


Desde entonces se utilizó como lugar de residencia y redil para rebaños de ovejas y cabras. La agricultura era eminentemente cerealista y se completaba con la cría de vacas, cerdos y con la caza de especies salvajes como el corzo y el ciervo.


Hace aproximadamente entre 5000 y 4000 años, la cueva tuvo usos sepulcrales. Junto a una inhumación colectiva, donde los individuos fueron depositados cuidadosamente unos junto a otros – acompañados de ofrendas (recipientes cerámicos, flechas, conchas . . . ) -, se han documentado casos de canibalismos : los individuos fueron descuartizados, despedazados, hervidos y consumidos, y sus cráneos cortados, formando los llamados cráneos-copa. (Museo de la Evolución Humana de Burgos).



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