Y el sol nos secó y ennegreció:
Urracas y cuervos nos perforaron los ojos
Y nos arrancaron la barba y las cejas.
Nunca, en ningún momento, nos quedamos quietos;
Hacia aquí, hacia allá, varía el viento,
Y a su antojo, nos mueve sin cesar,
Más picoteados por los pájaros que dedales de coser.
Francois Villon.
La Balada de los Ahorcados (fragmento)
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