Agosto de
1936, ciudad de Berlín, Juegos Olímpicos, miles de enfervorecidos
alemanes acuden a los estadios para ver como sus deportistas ganaban
más medallas (89 en total) que ninguna otra delegación, sin
embargo, la estrella que más brilló en el certamen fue el atleta
estadounidense Jesse Owens, que terminó los juegos con cuatro
medallas de oro colgadas de su cuello.
Jesse fue el
menos de diez hermanos de una familia de Alabama, que ve vio obligada
a emigrar del sur del país como consecuencia de la segregación
racial imperante. Instalados en Cleveland (Ohio) compaginó sus
clases con multitud de oficios diferentes: repartidor, estibador, y
en un taller de calzado. El Fairmont High School fue determinante en
la vida de Owens, pues fue allí donde coincidió con el que sería
su primer entrenador Charles Riley y donde conoció a la mujer que se
convertiría en su esposa, Minnie Ruth Solomon. Él tenía 15 años.
Ella 13.
En sus
tiempos de universitario era conocido como la Bala, por su capacidad
en las carreras de velocidad y por los títulos que consiguió
defendiendo a la Universidad de Ohio. A pesar de todos estos
triunfos, debía alojarse fuera del campus universitario junto a
otros alumnos afroamericanos. Los derechos humanos aún tenían un
largo trecho que recorrer.
El 25 de
Mayo de 1935 se celebraba en Michigan la Big 10 Conference,
competición que agrupaba a diez universidades. Aquella jornada Jesse
Owens, y en un lapso de tiempo de 45 minutos (75 minutos según otras
fuentes), Owens batió cuatro marcas mundiales; 100, 200, 200 vallas
y longitud. La plusmarca en salto de longitud, 8,13 metros,
permaneció veinticinco años en su poder.
En 1936
Jesse Owens llegó a Berlín generando grandes expectativas, Owens ya
era una gran estrella del deporte. Esa fama mundial propició que Adi
Dassler, futuro fundador de la marca Adidas, viajase a la villa
olímpica y lo convenciese de utilizar para competir, las zapatillas
que fabricaba su pequeña empresa familiar.
El atleta
estadounidense cumplió con los pronósticos y arrasó en las pruebas
de velocidad. Ganó consecutivamente la medalla de oro en 100 metros,
salto de longitud, 200 metros y relevos 4x100. Esta hazaña no sería
igualada hasta las olimpiadas de Los Ángeles '84 cuando Carl Lewis
ganó las mismas medallas.
Lo que
sucedió entre Jesse Owens y Adolf Hitler en la ceremonia de entrega
de medallas, forma parte de una leyenda nunca aclarada del todo, pues
versiones contradictorias y falta de pruebas documentales, nos
dejarán siempre con la incertidumbre de si el canciller alemán
felicitó al atleta estadounidense por su triunfo. Lo que si sabemos
es que el presidente de Estados Unidos, Franklin Roosevelt nunca lo
recibió en la Casa Blanca.
El éxito
deportivo y la fama mundial no contribuyeron a que la vida de Jesse
Owens mejorase sustancialmente a su regreso a los Estados Unidos. De
vuelta a su país las autoridades se opusieron a que Owens disfrutase
de patrocinio alguno y un atleta debía ser amateur (y no correr por
dinero), lo que significó el fin de su carrera deportiva. No era
fácil la vida para un chico negro en los años '40, aunque se trate
del hombre más veloz del planeta, y como muchos otros sufrió leyes
injustas, racismo estatal y rechazo por gran parte de la población.
En adelante
Jesse Owens siguió vinculado al mundo del deporte y se convirtió en
promotor deportivo y organizador de eventos, lo mismo corría contra
una locomotura que contra un perro. Recorría el país y daba charlas
sobre religión, patriotismo y marketing, siempre recurriendo a las
anécdotas del verano que pasó en Berlín. Fumador empedernido el
cancer terminó derrotándole en 1980.
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