Ha pasado
toda una vida desde aquel lejano 16 de Julio de 1950, pero los ecos
del Maracanazo aún resuenan en la orilla septentrional del Río de
la Plata. Schiaffino y Ghiggia pusieron los goles, pero el alma de
aquella victoria, eterna en la memoria colectiva del pueblo uruguayo
fue el gran capitán de la celeste, el Negro Obdulio Varela.
Prácticamente nadie de los que escribimos y zascandileamos por las
redes sociales, páginas webs y plataformas digitales, lo vimos
jugar, pero su personalidad, su juego y sus palabras, forman parte de
la historia del deporte del siglo XX. Un deportista humilde y digno
de admiración.
El día en
que Brasil y Uruguay se enfrentaban en el estadio Maracaná, con la
copa del Mundo en juego, era el último partido del cuadrangular
final (una fórmula que nunca se volvió a utilizar), el entrenador
uruguayo Juan López Fontana, tenía en mente plantear un partido
ultradefensivo, con no perder de forma abultada contra la anfitriona,
y máxima favorita, y así se lo comunicó a sus pupilos, que
esperaban, como auténticos gladiadores, el momento de saltar al
terreno de juego. Cuando Fontana abandonó el vestuario, el capitan
Obdulio se dirigió a sus compañeros y les dijo que si jugaban a la
defensiva, acabarían goleados sin piedad, como le pasó a Suecia (7
– 1) y a España (6 – 1).
Los
futbolistas celestes se sentían amedrentados por las 200.000
enfervorecidas gargantas dispuestas a llevar en volandas a su equipo
hacia la victoria, y temerosos por el miedo escénico. Estaban a
punto de actuar en el mayor teatro del mundo. Nuevamente el gran
capitán Varela tomó la palabra: No se piensen en toda esa gente, no
miren para arriba, el partido se juega abajo y si ganamos no va a
pasar nada, nunca pasó nada. Los de afuera son de palo y en el campo
seremos once para once. El partido se gana con los huevos en la punta
de los botines.
Al
comienzo de la segunda parte Friaco ponía el 1 – 0 en el marcador
y Maracaná se vino abajo. Entonces el Jefe se hizo con el control
del partido, bajando el ritmo de juego, que perjudicaba a su equipo.
Luego vinieron los goles de Schiaffino y de Gigghia, y las lágrimas
de Brasil. Eduardo Galeano, otro uruguayo universal e inmortal,
escribió: Viene brava la mano, pero Obdulio saca pecho y
pisa fuerte y mete pierna. El capitán del equipo uruguayo, negro
mandón y bien plantado, no se achica. Obdulio más crece mientras
más ruge la inmensa multitud, enemiga, desde las tribunas (Cerrado
por fútbol).
El
Negro Varela jugó la mayor parte de su carrera para Peñarol, con el
que ganó varias ligas. Con la celeste, además del mundial,
consiguió el triunfo en la Copa América de 1942 disputada en casa.
Campeonato del que fue designado mejor jugador. Con Obdulio en el
campo, Uruguay jamás perdió un partido de la Copa del Mundo. En
1954 Varela no pudo jugar la semifinal frente a Hungría. Nunca
sabremos que habría pasado si el Negro hubiese jugado aquel partido.
Obdulio
Varela es un futbolista de otro tiempo, cuando los focos brillaban
menos y los millones de euros, libras o petrodólares no ganaban
campeonatos. Un deportista que prefería jugar en la calle, por que
allí lo hacía con sus amigos. Para él, el fútbol era, una
fantástica diversión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario