La Gran
Ciudad con mayúsculas. Bucarest es una de las metrópolis más
populosas de Europa Oriental. Todo lo que he venido intuyendo días
atrás, aquí se magnifica. He ido encontrando ambiente, bares, buen
rollo y ocio en todas las ciudades de tamaño medio que he visitado
estos días en Rumanía, Bucarest es eso, multiplicado por diez.
Largas avenidas perfectamente trazadas que se prolongan hasta los
límites mismos del bosque, el río Dambovita que apenas llega agua,
alimenta lagos urbanos y bulevares al estilo parisino, donde calzada,
árboles, paseos y tranvías comparten espacio, de una forma más
ordenada, de lo que pude suponer antes de llegar. Pensé que Bucarest
era una ciudad caótica, y ahí me llevé una grata sorpresa: mucho
más desordenadas e incomódas me parecieron Bratislava, Riga, Génova
o la cercana Lisboa (por citar algunos ejemplos). Aunque lo cierto es
que por Bucarest no he conducido.
Primavera de
1986, el Steaua de Bucarest se convertía en el primer equipo de la
hermética Europa del Este en ganar una Copa de Europa de fútbol,
frente al FC Barcelona y en Sevilla. Tres años más tarde el equipo
rumano volvería a disputar una final europea, para caer
estrepitosamente frente al AC Milan. Estas son las primeras
referencias que tengo de Bucarest, luego vendría la revolución en
la navidad del '89 (las imágenes del cadáver de Ceaucescu me
ocasionaron más de una pesadilla), el final del régimen, la
apertura y la incorporación a la Unión Europea. Hoy me dispongo a
visitar la ciudad.
El taxi nos
ha dejado en el Parlamento Rumano situado en la Plaza Unirii, la
mastodóntica Casa del Pueblo, fruto de los delirios de grandeza de
Ceaucescu. El Conducator quiso concentrar aquí toda la
administración del estado. La primera impresión es una ciudad de
enormes proporciones, amplias avenidas y bulevares. El bulevar Unirii
une el Parlamento con la arteria principal de Bucarest.
Mientras yo me dedico a explorar la ciudad, los fieles celebran en sus iglesias la festividad de la Asunción de la Virgen. Las mujeres cubren su cabeza con un pañuelo para acceder al recinto sagrado.
Mientras yo me dedico a explorar la ciudad, los fieles celebran en sus iglesias la festividad de la Asunción de la Virgen. Las mujeres cubren su cabeza con un pañuelo para acceder al recinto sagrado.
Toda una red
de avenidas y calzadas ruidosas confluyen en la Piata Unirii, y aquí
la sorpresa, cruzas un par de carriles, atraviesas una rotonda,
salvas otros dos carriles y de pronto; el sosiego. Entras en el
corazón del viejo Bucarest, y el ruido desaparece, las coches no
molestan, sin saber exactamente de que manera, como si de un
sortilegio se tratase, te encuentras paseando por vetustas calles
peatonales, entre bares y cervecerias, restaurantes y tiendas,
locales de moda y night clubs, desparramados por calles donde se
asientan edificios señoriales, bancos, iglesias y museos. Descubro
la esencia, el germen de Bucarest y nueva sorpresa, el busto de Vlad
Tepes en un lugr destacado, frente a las ruinas más antiguas de la
ciudad, la Curtea Veche. Al parecer, el Rey de los Vampiros, cuando
era hombre, concedió carta de fundación a Bucarest. Seguramente no
pudo vislumbrar las enormes dimensiones que alcanzaría en el futuro.
El
nacimiento de Bucarest está vinculado a la figura de Vlad III el
Empalador, voivoda de Valaquia en el siglo XV. Los alrededores de la
Curtea Veche (Corte Vieja) son un conjunto de calles peatonales,
ideales para alejarse del bullicio de las grandes avenidas
capitalinas. Antes de venir esperaba encontrar una ciudad inhóspita
y complicada para pasear, sin embargo, he descubierto un centro
histórico peatonal, atestado, como no, de bares, terrazas y
cafeterías. Todo el conjunto de Curtea Veche, con la excepción de
su igleisa, fue reconstruido en 1640 por Matei Basarab, y
posteriormente completado por los también príncipes Constantin
Brancoveanu y Stefan Cantacuzino. Debido al abandono posterior
durante la ocupación otomana, los incendios y los terremotos, lo
únio que se conserva actualmente del palacio son restos de lápidas
y ruinas.
A juzgar por
las esculturas que he visto en mi viaje a Rumanía, de la Loba
Capitolina, y las referencias constantes al hispano Trajano (en forma
de bustos, parques, estatuas, calles, parques y plazas) el pueblo
rumano busca su razón de ser (y de existir) en su inclusión en la
órbita del Imperio Romano. Complementandolo, quizás, con algunos
elementos representativos de la cultura dacia, para nada bárbara.
Una galería
cubierta, más o menos sombreada, de estilo parisino, refrescada por
aspersores, en la que abren sus puertas modernas cafeterías y
joyerías. Un lugar ideal para encontrara reposo y refugio del Sol
(en invierno del frío y la nieve).
Los altos
cargos del partido vivían en un Olimpo dorado, ajenos a la realidad
y haciendo oídos sordos a las voces que reclamaban un cambio.
Estudiantes y soldados de la mano forjaron eslabones fuertes que
pedían libertad. El pueblo entero se echó a la calle, el dictador
huyó de Bucarest. Buscó refugio en Tirgoviste, histórica capital de
Valaquia. Allí lo estaban esperando. Juzgarlo, declararlo culpable y
ejecutarlo fue todo en uno. Murió el perro, pero había que
erradicar la rabia. Ahora comenzaba la verdadera revolución. Bajo el
tórrido sol de agosto, caminamos por los lugares emblemáticos de
aquella revolución, cuyos ecos, aún no han terminado de apagarse.
Durante la dictadura, la voz popular y la leyenda urbana convirtió
al Conducator en un auténtico diablo.
La Rotonda de los Escritores - Rondul Roman - rinde homenaje a los más eminentes escritores rumanos del siglo XIX, aquellos que colaboraron en forja el espíritu y el nacionalismo rumano.
La Rotonda de los Escritores - Rondul Roman - rinde homenaje a los más eminentes escritores rumanos del siglo XIX, aquellos que colaboraron en forja el espíritu y el nacionalismo rumano.
Bucarest,
está considerada el París de los Balcanes, este sobrenombre data de
la década de 1920, su Edad de Oro, cuando la capital rumana vivió,
coincidiendo con el reinado de Fernando I y de María, una gran
efervescencia cultural y las estrechas calles fueron reemplazadas por
bulevares, avenidas y pasajes acristalados. Todo eso se puede sentir
mientras se pasea tranquilamente por sus calles.
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