Las primeras capitales de Egipto
fueron Tinis y Menfis, y cada una de ellas tuvo su necrópolis: Abido
y Saqqara. Existe una explicación de índole religiosa para ello. La
tradición ancestral en Abidos estaba basada en el culto a Osiris,
mientras que en Saqqara se estaba creando desarrollando una nueva
concepción a partir de la doctrina solar de la cercana Heliópolis.
En Abido se enterraron los soberanos predinásticos (antecesores de
los reyes históricos) pero hoy sabemos que los faraones de la
Dinastía I también fueron sepultados en Abidos y no en Saqqara. Las
grandes tumbas de Saqqara pertenecían a los nobles que sirvieron a
estos reyes. Algunos de estos nobles eran muy poderosos e intentaban
emular a sus señores y tener enterramientos asociados a su tumba.
En
el sur, Abydos siguió siendo el principal centro de culto y se ha
sugerido que fue durante la I Dinastía cuando los pequeños
asentamientos predinásticos, que han dejado unas pruebas
arqueológicas más efímeras, fueron reemplazados por una ciudad
construida con ladrillo. Los reyes de la I Dinastía fueron
enterrados en esta ciudad, otro indicio de los orígenes altoegipcios
del Estado.
Kathryn
A Bard.
Historia
del Antiguo Egipto. Oxford. Edición de Ian Shaw.
Lo que es claramente visible en
el cementerio de Abydos es la ideología de la realeza, tal cual está
representada en el culto mortuorio. El desarrollo de la arquitectura
monumental simbolizó un orden político a una escala desconocida
hasta entonces, con una religión estatal encabezada por un dios-rey
mediante la cual se legitimaba el nuevo orden político. Gracias a la
ideología y su forma simbólica material, manifestada en las tumbas,
unas creencias relativas a la muerte ampliamente difundidas pasaron a
reflejar la organización social jerárquica de los vivos y del
Estado controlado por el rey: una transformación del sistema de
creencias motivada políticamente y que tuvo consecuencias directas
en el sistema socioeconómico. Al rey se le concede el enterramiento
más elaborado, símbolo de su papel como mediador entre los poderes
del más allá y sus súbditos difuntos, mientras que la creencia en
un orden terrenal y cósmico proporcionaría al Estado del Dinástico
Temprano una cierta cohesión social.
Kathryn A Bard.
Historia del Antiguo Egipto.
Oxford. Edición de Ian Shaw.
Durante estos primeros tiempo se
practicaban los sacrificios humanos. La mastaba real estaba rodeada
por un muro y alrededor de éste se iban disponiendo las tumbas
subsidiarias. En estas se han hallado restos de mujeres que formaban
parte del harén real, cortesanos, enanos, sirvientes e incluso los
perros favoritos del rey: todos fueron sacrificados, y formaron el
séquito de su señor en el más allá. Alrededor de la tumba de Dyer
había hasta 338 tumbas subsidiarias de miembros del séquito real.
Nancy Lowell, que ha estudiado
los esqueletos de algunas de esas tumbas subsidiarias, sugiere que
sus dientes presentan pruebas de muerte por estrangulación. Es
posible que funcionarios, sacerdotes, criados y mujeres de la casa
real fueran sacrificados para servir al rey en la otra vida.
Kathryn A Bard.
Historia del Antiguo Egipto.
Oxford. Edición de Ian Shaw.
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