En un pabellón deportivo situado
a las afueras de París, miembros del Tercer Estado, aquellos que
habían abandonado los Estados Generales, juraron permanecer unidos
hasta ser capaces de redactar una constitución, que tomarían como
punto de partida para crear una nueva Francia. El pintor Jacques
Louis David inmortalizó la escena, atrapando gestos y rostros de sus
protagonistas, el clero abranzando a la nobleza y compartiendo
ilusiones y sueños con la burguesía, convertido desde hace dos
siglos en un símbolo del liberalismo, la revolución y la asunción
por parte del pueblo de la Soberanía Nacional. Si guardamos un poco
de silencio aún podemos oír el griterío y la euforia que se
adueñaron de la sala durante aquellos decisivos días.
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