Narmer, rey de Hieracómpolis (en
el sur de Egipto), camina por el lado incognoscible del pasado, con
una pie en la leyenda y el otro en la Historia, es el fundador del
estado egipcio, al unificar el Alto (Valle) y el Bajo (Delta) Egipto.
Poco sabemos de él, aparte de lo que aparece representado en la
famosa paleta que lleva su nombre.
Hablando del nombre, Narmer se ha
identificado con Menes, pero a día de hoy, la egiptología aún no
ha conseguido discernir si son la misma persona, o dos reyes
distintos. De cualquier manera, para el hombre de a pie del siglo
XXI, Narmer es el primer rey de Egipto.
Pero, por más que Narmer
pueda ser el primer rey histórico, no representa en absoluto el
comienzo de la historia de Egipto. La decoración de su famosa paleta
muestra el arte de la corte real egipcia y la iconografía de la
realeza ya en sus formas clásicas. Sin embargo, algunos de sus
motivos más extraños, como los animales entrelazados con largos
cuellos serpentinos y el toro pisoteando los muros de una fortaleza
enemiga, evocan un pasado más remoto, un pasado prehistórico. En su
gran paleta conmemorativa, Narmer reconocía explícitamente que las
primeras piedras de la civilización egipcia habían sido colocadas
mucho antes de su propia época.
Toby Wilkinson.
Auge y caída del Antiguo
Egipto.
Antes
de la aparición del Estado Faraónico, el territorio egipcio estaba
dividido en numerosos nomos, que fueron agrupándose hasta formar dos
reinos. El del Alto Egipto, situado al sur, tenía su capital en la
ciudad de Nejen, llamada Hieracómpolis. El rey de este territorio
adoraba a la diosa buitre Nejeb, y se le representaba con una alta
corona de color blanco. El Bajo Egipto, en el norte, en la región
del Delta, tenía su capital en Buto y adoraba a la diosa cobra Uto.
Su soberano ceñía una corona roja, característica de una diosa del
Delta, Neit. En un proceso bastante prolongado el Alto Egipto, con el
dios Horus al frente, sometió al Bajo Egipto, y unificó, por vez
primera en la historia, todo el territorio. Al unir los dos reinos, el
rey asumió en su persona todos los símbolos, y ciñó en su frente
la doble corona unificada.
En
definitiva, el Sur venció al Norte, y para conmemorar la decisiva
victoria, el rey Narmer, mandó realizar una paleta, en la que
aparecen representados motivos que aluden al acontecimiento en
cuestión. El monarca guerrero ocupa un lugar de preeminencia en la
paleta, con el brazo en alto, mazo en mano, golpea al enemigo
derrotado.
El
nombre de Narmer es el primero que aparece dentro de un serej
y como cabe suponer, para lograr la unificación de las dos tierras
se libraron numerosas batallas, de las cuales quedó constancia en
gran número de paletas predinásticas que han llegado a nuestros
días. Los enemigos contra los que se luchaba no siempre eran del
Delta, sino que, a veces, eran beduinos o nubios, a los que se
distingue por el cabello y la barba. Tras la victoria, la capital
quedó establecida en Menfis, una ciudad nueva, fundada por el
sucesor de Narmer, en un nomo situado en la frontera entre los dos
países. El estado faraónico adoptó los símbolos de las dos
tierras, unió las dos coronas e hizo de las dos divinidades, la
cobra y el buitre, las protectoras del Faraón. Narmer fue enterrado
en el Alto Egipto, en el cementerio real de Abido. Su tumba, con una
doble cámara, una para el difunto y otra como almacén, es una de
las más antiguas de la necrópolis real.
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