Una
vez comenzada la revolución, la burguesía moderada intentó llegar
a una acuerdo con el rey, al que obligaron jurar la nueva
constitución y aceptar la nueva situación. Estos sectores poco
radicalizados pretendían contar con el apoyo de los grupos
privilegiados para convertir Francia en una monarquía constitucional
y parlamentaria. Los franceses, al igual que antes habían hecho los
colonos americanos, fundaron un nuevo tipo de sistema político,
cuyos pilares eran el respeto a la ley, la igualdad entre todas las
personas y la libertad como esencia del individuo.
La
Constitución de 1791 sentó las bases de esta monarquía
constitucional. El monarca poseía el poder ejecutivo, pero quedaba
sometido al poder legislativo de la Asamblea Nacional. Pero Luis XVI
nunca aceptó su papel de rey constitucional.
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