Los primeros misioneros cristianos que se adentraron en las lejanas e inhóspitas tierras del Norte, aquellos que como Ansgar, Willibrod o el ficticio Athlestán, llevaron la cruz y la palabra de Cristo a tierras paganas, encontraron un mundo completamente diferente al que dejaban atrás, una civilización hostil a las nuevas prédicas, unas formas de vida que no alcanzaban a comprender.
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