José
II, hijo y sucesor de María Teresa de Austria, heredó de su madre
los ideales ilustrados, admirado en su tiempo por su gran cultura y
sus habilidades para gobernar. Fue emperador del Sacro Imperio Romano
Germánico, archiduque de Austria y rey de Hungría y de Bohemia.
Estamos ante otro de los representantes del Despotismo Ilustrado y
gobernó con la ayuda de su canciller Wenzel Kaunitz.
José II
mostró interés por las ideas de los enciclopedistas, abolió la
servidumbre, emprendió reformas educativas y eclesiásticas. Su idea
de centralización política y convertir Austria en el centro del
imperio le llevó a tener problemas con Hungría. Pretendió
convertir el alemán en idioma oficial de todos sus reinos,
encontrando una fuerte oposición en Hungría, un país del que nunca
quiso ceñir corona, para así no tener que respetar sus leyes.
En este
proceso de centralización concentró todo el poder y la
administración en Viena, a la que convirtió en capital única,
creando además, un estado burocrático, que sobrevivió hasta el
colpaso definitivo del imperio a comienzos del siglo XX.
Por otro
lado puso em marcha una teoría política que ha sido bautizada como
Josefismo, que trataba de limitar la influencia de la iglesia,
estableciendo las bases de una iglesia nacional. Sus éxitos en
política interior no se vieron refrendados en el continente, fracasó
en sus intentos de controlar Venecia y Baviera y tampoco pudo
materializar sus aspiraciones en los Balcanes.
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