En 1492 Isabel de Castilla, la
Católica majestad, firmó el injusto (por desagradecido) decreto de
expulsión de los judíos de las tierras de la Corona, con lo que
centenares de sefardíes abandonaron sus ancestrales hogares
familiares. Hasta esa fatídica fecha, la ciudad de Tui había sido
hogar de un dinámica comunidad judía, que contaba con sinagoga,
cementerio e incluso una carnicería. La única carnicería judía
documentada en Galicia.
Muchos judíos optaron por
marchar, pero otros tantos decidieron conservar sus patrimonios y sus
vidas, aunque fuese a costa de convertirse al cristianismo. No
obstante estas comunidades asentadas tanto en Castilla como en
Portugal manifestaron una identidad religiosa propia a lo largo de
los siglos XVI y XVII.
Esta comunidad de cristianos
nuevos asentados en Tui desempeñaban destacadas actividades
profesionales; médicos, cirujanos, banqueros, boticarios y
escribanos. Su éxito profesional venía acompañado de la envidia y
los celos de los vecinos más humildes, que se ocupaban, muchas veces
de extender bulos y levantar falsos testimonios sobre ellos. Cuanto
daño han hecho – y siguen haciendo – los integrismos religioso.
La Casa de Salomón, un reputado
mercader local, refleja la importancia de la judería medieval de Tui
y data del siglo XV.
En muchas casas de la ciudad,
como la situada en la calle de la Misericordia, los cristianos nuevos
grababan cruces e inscripciones que daban fe pública de su bautismo.
Sin embargo, la Inquisición se
mostró inmisericorde y nunca estuvo dispuesto a tolerar ciertas
costumbres nunca erradicadas. Según se desprende de las actas de
algunos procesos inquisitoriales, muchas familias continuará en
secreto en sus prácticas y costumbres judías, algunas tan
peligrosas para los cristianos viejos como respetar el Sabbath, lavar
el cuerpo de un difunto con agua caliente, preparar pan ácimo,
ayunar durante el Yom Kippur o limpiar la carne de cualquier resto de
grasa o sangre.
Algunas familias de Tui, como los
Sarabia, los Coronel, los Henríquez o los Pereira sufrieron en sus
carnes la crueldad e injusticia inquisitoriales. En 1617 fue detenida
Antonia Sarabia acusada de judaizar y de celebrar reuniones secretas
en su casa del arrabal de Riomuíños.
Otras familias, como los Coronel,
consiguieron medrar y ascender en la escala social. Incluso dos de
sus miembros fueron nombrados canónigos, algo que no gustó al
cabildo catedralicio. La iglesia montó una farsa, inventó pruebas y
juntó testimonios contra la familia, llegando a construir la cárcel
en 1611 para encerrar a los canónigos de origen judío.
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