Si nos referimos a la artesanía
y a la actividad manufacturera, tenemos que señalar el predominio
casi absoluto de la organización gremial que ejercía un auténtico
monopolio sobre la producción.
En ese sentido, la actividad
productiva fue impulsada principalmente por los monarcas, ya que
quienes concentraban el capital, nobleza y clero, preferían seguir
invirtiéndolo en la tierra. Tampoco la burguesía podía invertir
con facilidad su dinero en la artesanía que, como hemos señalado,
estaba controlada por los gremios, que además dificultaban las
innovaciones.
Con la idea de renovar el sector
secundario, la monarquía diseñó las Reales Fábricas, aunque estas
instalaciones eran más bien grandes talleres artesanales que
propiamente industrias. Las Reales Fábricas estaban centradas en la
producción de armas o de artículos de lujo para el consumo de las
élites y no se empleaba la maquinaria que caracteriza a la industria
moderna.
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