miércoles, 30 de enero de 2019

PRIMERA VISIÓN DE NUMANCIA.



Los cegadores rayos del sol, de las ultimas horas de la tarde, parecían provocar un incendio en las inhóspitas tierras de la Hispania interior, un océano marrón se extendía ante nosotros, pero en medio de tanta tierra baldía emerge como un oasis en el desierto, la ciudad de Numancia.


Aún tuvimos que seguir caminando un buen rato más, hasta encontrarnos, de pie, quietos pero nerviosos, fatigados por el viaje, pero con la satisfacción de arribar por fin a nuestro destino, ante la poderosa muralla que circunrodea a la ciudad numantina....


No podía imaginar, que en medio de la agreste Celtiberia, pudiese encontrar una ciudad tan grande y perfectamente fortificada como Numancia, (habitada por hombres y mujeres realmente valientes), pues desde que abandonásemos las calidas tierras del sur, donde multitud de ciudades salpicaban no solo la costa, sino también el interior del país, únicamente encontrábamos pequeños poblados y aldeas, amen de alguna que otra ciudad pero muy pequeña, en comparación con esta la capital de los bravos arévacos......


Los muros ciclópeos aparecían imponentes, me sentí empequeñecido al alzar la mirada hacia arriba, y ver la altura de aquella muralla y la dureza y resistencia de aquel paramento defensivo. Contemplando la considerable altura a la que estaban situados los centinelas pensé, realmente Numancia se constituye como una fortaleza inexpugnable.

(De una novela inconclusa que nunca comencé a escribir)

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