Las invasiones fulgurantes de los
turcomongoles – desde los hunos en el siglo IV hasta Tamerlán
(1360 – 1404) – se inspiraban en el modelo mítico de los
cazadores primitivos de Eurasia: el predador que persigue la caza en
la estepa. La rapidez y lo imprevisible de sus movimientos, el
exterminio de poblaciones enteras, la aniquilación de los signos
externos de la cultura sedentaria (ciudades y aldeas) hacen que los
jinetes hunos, ávaros, turcos y mongoles se parezcan a las manadas
de lobos que dan caza a los cérvidos de las estepas o atacan los
rebaños de los pastores nómadas. No cabe duda de que los jefes
militares conocían perfectamente la importancia estratégica y las
consecuencias políticas de aquel comportamiento, pero es cierto
también que en todo ello desempeñaba un papel importante el
prestigio mítico del cazador por excelencia, el animal predador.
Muchas tribus altaicas reinvindicaban como antepasado a un lobo
sobrenatural.
Mirce Eliade.
Historia de las creencias y de las
ideas religiosas.
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