Durante el Románico el
traje femenino estaba compuesto de dos vestidos de lana, una capa
sujeta al pecho con un grueso broche, y una cofia. A este conjunto se
le añadió la camisa de lino o seda.
En la época gótica el
traje se caracterizó por el afinamiento de la silueta y el
alargamiento de las formas. Mientras la capa fue perdiendo
importancia, el calzado de punta retorcida, el capuchón y el traje
de cola se usaban cada vez más. El traje femenino, al igual que el
masculino, se componía de una prenda interior con mangas y una
exterior sin ellas, llamada sobrevesta, cada una de ellas de distinto
color. También aparecen los trajes blasonados.
En Borgoña los
elementos de la moda gótica se utilizaron hasta el extremo; la cola
se alargó exageradamente y apareció un tocado en forma de cono (o
cucurucho) al que se le añadía un velo transparente.
Cortesía de Memoria de Papel.
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