Las huestes cristianas,
más ávidas de botín que de gloria, se lanzan a la conquista de la
Alta Andalucía. En las ciudades que antes eran musulmanas, ondean
ahora los pendonces de los vencedores y se yerguen las cruces de la
redención. A lo largo del siglo XIII en algunas de estas poblaciones
surgen cofradías militares, como los “200 ballesteros del señor
Santiago en Baeza”.
La citada “Compañía
de los 200 ballesteros del Señor Santiago” fue fundada por el rey
de Castilla y León, Fernando III hacia el 1230 y existió hasta
1767. En esta cofradía, que tenía en la religión su elemento
legitimador y de cohesión, “sólo tenían cabida los caballeros
hidalgos descendientes de los infanzones que conquistaron y poblaron
la ciudad”.
Este cuerpo militar
dependía directamente de los monarcas, que contaba por ellos para
empresas complicadas, y que como contraprestación (y afianzar la
fidelidad) concedían suculentos privilegios. Los miembros,
orgullosos de tal condición, esculpían en las portadas de sus
casas, las insignias de la compañía. La proliferación de estas
cofradias armadas, coincidió en el tiempo con las insuperable crisis
que sufría la caballería tradicional, que veía mermar su poder (y
posición) frente a las redes oligárquicas de villas y ciudades.
Baeza, con su flamante
compañía de ballesteros, jugó un destacado papel en las luchas
fronterizas entre dos mundos: uno que avanzaba, el cristiano, y otro
que retrocedía, el musulmán.
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