jueves, 28 de febrero de 2019

ANTONI IMBERT, UN TIMADOR MEDIEVAL.




Embaucadores, mercachifles y vendeburras han existido en todo tiempo, gentuza que intenta aprovecharse de los males ajenos. Hacia 1326 este médico, Antoni Imbert, fue acusado de prometer, en forma engañosa, curar problemas de esterilidad, especialmente en las mujeres.

Un ayudante (ese al que se denomina gancho) elogiaba su pericia ante los eventuales (e incautos) clientes. Gracias a sus chanchullos Antoni ganó grandes sumas de dinero en Draguignan, de donde tuvo que huir en medio de una oscura y fría noche.

Entre sus artimañas se encuentran las siguientes. Prometió a Raimunda Veranessa que su hija, Roselin, se reconciliaría con su marido y tendría un hijo. Para proceder pidió un sábana de la cama de los esposos, un velo que la joven debía utilizar y un bolso de seda sobre el que escribió trece letras en oro y azul. Roselin tenía que escribir los evangelios de san Juan, de Lázaro y de los tres Magos; y tener relaciones con su marido los viernes.

A otra mujer llamada Bertranda le pidió un florín de oro y su alianza. Los cosió ambos con hilo negro en una tela amarilla, le pegó un papel que tenía el dibujo de la cruz y las inscripciones: “Gaspar, Melchor y Baltasar”, “Pater Nostre, Ave María” y “Michael”. Después de enganchar a ese papel una piedra redonda y un denario le recomendó a Bertranda que colocara el amuleto en el lecho conyugal.

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