En la primera mitad del siglo
XVIII triunfo en los círculos cortesanos, el Rococó, una
exageración del Barroco, caracterizado por una estética elegante y
refinada, que busca esencialmente la belleza sensual y el placer
sensual (del observador), más que la expresión de sentimientos o de
la espiritualidad.
La arquitectura se caracterizó
por las formas irregulares y curvas, y por una excesiva y fastuosa
decoración interior en techos y paredes de los palacios, un horror
vacui llevado hasta la desesperación. En ese sentido la aristocracia
convirtió la decoración de sus palacios y residencias en una
muestra de ostentación y riqueza.
Los pintores retrataron escenas
cortesanas y aristocráticas (reflejo del ambiente refinado y
despreocupado de las clases privilegiadas) aunque también temas
exóticos y orientales, alejándose de los típicos temas religiosos.
Los cuadros se llenan de
colores claros como el gris y el verde manzana, el azul cielo y el
rosa pálido, y de formas naturales. El predominio del color sobre el
dibujo favoreció el desarrollo de una nueva técnica: el pastel.
Pintores destacados fueron los
italianos Canaletto y Tiépolo, los franceses Fragonard, Watteau y
Boucher, y los británicos Gainsborough y Joshua Reynolds.
Obra, El Columpio de Fragonard.
La carta de amor de J.H.
Fragonard refleja la vida cortesana de la nobleza francesa del siglo
XVIII.
En el Gran Canal desde San Vio,
Canaletto muestra vistas idílicas de la ciudad de Venecia, el centro
de la próspera República veneciana.
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