Verracos misteriosos que jalonan las rutas castellanas. El debate continúa, las hipótesis se multiplican y no tienen por qué se excluyentes. Una de ellas sostiene, con criterio y quizás acertadamente, que un verraco cumplía función de mojón, de hito que delimita territorios y lugares de pasto ¿propiedad? o lugar de uso comunal, para determinados grupos humanos, o más bien para sus élites.
Al hilo de esta (posible) función, cabría preguntarse, si la instalación del verraco-mojón en su ubicación definitiva, junto a un prado o pastizal, cerca de fuentes de agua o a la entrada de castros y recintos para guardar ganado, venía acompañado de alguna forma de rito o ceremonia propiciatoria.
Hace un siglo aproximadamente, Arnold Van Gennep, en su libro Los ritos de paso, escribe, refiriéndose a ciertos marcadores de los caminos que "con frecuencia el límite está marcado por un objeto, poste, pórtico, piedra en pie (mojón, término,etc.), que han sido situados en ese lugar con acompañamiento de ritos de consagración".
Para este mismo autor, mediante este marcador, en el caso que nos ocupa, el verraco, serviría para que un grupo humano concreto se apropiara de un determinado espacio. "Mediante la colocación o la fijación ceremoniales de los mojones o de los límites, una agrupación determinada se apropia de un determinado espacio del suelo, de tal manera que penetrar, siendo extranjero, en ese espacio reservado es cometer un sacrilegio a idéntico título que penetrar, siendo profano, en un bosque sagrado, un templo, etc . . . "
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