Genevieve, o Genoveva, una pastorcilla de Naterra, se convirtió en la protectora de París, cuando la futura Ciudad Luz, se vio amenazada por las horas de Atila y sus salvajes hunos. Genevieve incitó a los ciudadanos a resistir y además se encargó de organizar el avituallamiento, para que nada faltase a la gente más humilde durante el asedio. La población galorromana estaba dispuesta a la rendición, pero la determinación de Genevieve y sus palabras de aliento y esperanza, animaron a la población de Lutecia a intentar resistir el asedio.
Desde muy pronto tras su muerte, la iglesia católica convirtió a la joven Genevieve en heroína del pueblo y Santa.
Sus santas reliquias eran conservadas en la iglesia de San Pedro y San Pablo, que estaba en el lugar que hoy ocupa el Panteón. Precisamente uno de los muros del Pantenón se encuentra ornamentado con una serie de pinturas que narran la vida y milagros de la santa. Los restos de Santa Genoveva eran objeto de veneracíón y lugar habitual de peregrinación hasta la época de la Revolución cuando fueron quemados.
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