Las armas más antiguas de las que tenemos constancia, a parte claro está de un canto rodado con el que abrir una brecha en la cabeza del enemigo, fueron relativamente simples, ya que se trataba del mismo instrumental lítico (y/o óseo) utilizado en las actividades cotidianas.
Tampoco parece probable que existieran especialistas en combatir, pues no había artefactos tan complejos que precisasen una preparación o entrenamiento previo para su uso. En ese sentido, las hachas de piedra para cortar madera, las flechas o las azagayas utilizadas para la caza, pudieron ser empleadas en los enfrentamientos entre diferentes grupos humanos.
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