Tras la caída del Imperio Acadio, y mientras los gutis controlan el Norte, algunas ciudades del sur sumerio experimentan un nuevo periodo de prosperidad que denominamos Renacimiento Sumerio. Nos situamos (cronológicamente) entre finales del III milenio e inicios del II milenio a.C. Las ciudades de Lagash y de Ur se sucedieron en el poder.
La II dinastía de Lagash recupera la organización de las ciudades-estado, manteniendo la hegemonía sobre otras ciudades, por medio de intensas relaciones comerciales. La cantidad de inscripciones y representaciones del patesi Gudea (2144 a.C.) hablan a las claras de la gran importancia de este rey, mejor administrador y diplomático que militar, construyó sistemas de irrigación y levantó templos en honor a Ningirsu, la deidad titular. Finalmente Lagash quedará eclipsada por Ur III.
Ur-Namu funda la III dinastía de Ur (Ur III) e impulsó el Renacimiento Sumerio, lleva a cabo una importante expansión territorial y el Código de Ur-Nammu es la legislación más antigua de la que tenemos noticias. Estamos ante una sociedad con cargos arrendados y hereditarios, una aristocracia de funcionarios, campesinos y artesanos. En esta época aparece el Zigurat. Shulgi sucede a Ur-Nammu y con Ibbi-Sin finaliza Ur III, por la irrupción de elamitas y amorreos.
La caída definitiva de la III dinastía de Ur marca el comienzo de una nueva época, el periodo de Isin-Larsa (siglos XX – XVIII a.C.). La rivalidad de estas dos ciudades protagoniza esta etapa.
En Isin, Ishbi-Erra restauró la política tradicional sumerio-acadia, puede considerarse (en ese sentido) heredera de Ur III. La cultura sumeria va desapareciendo absorbida progresivamente por los semitas.
En Larsa Gngu-Num (1930 a.C.) se proclama rey de Sumerr y Acad. El rey Rimsin somete Larsa y finalmente es conquistada por Hammurabi, La principal actividad económica, el comercio, estaba en manos privadas, aunque el estado cobraba impuestos sobre las mercancías.
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