miércoles, 21 de noviembre de 2018

BADAJOZ, UNA BELLA DESCONOCIDA.



Desde la orilla opuesta del Guadiana, Badajoz, con su imponente alcazaba protegiendo uno de los extremos, adopta la forma típica de las antiguas ciudades árabes. Las torres cúbicas de las iglesias se fueron superponiendo poco a poco a los esbeltos minareres de las mezquitas. Badajoz extiende su influencia sobre la próspera y fértil vega del Guadiana a ambos lados de la frontera. 


Fue Marwan, árabe o bereber tanto da, quién fundó la ciudad en 875 y construyó la alcazaba para vigilar de cerca un punto estratégico junto al antiguo río Anas. Con el tiempo Badajoz se convirtió en el centro neurálgico de una poderosa Taifa que era gobernada por los Aftasíes. 


Ibn Marwan, enfrentado a los emires cordobeses, se estableció aquí y convirtió Badajoz en un estado prácticamente independiente hasta que fue ocupado en 929 por Abd al Rahmán. Tras la caída del glorioso Califato de Córdoba se funda la dinastía de los aftasíes que gobernará la Taifa de Badajoz (una de las más poderosas que surgieron de la fitna) a partir de 1031. Los almorávides vencen cerca de Badajoz, batalla de Sagrajas, a Alfonso VI de León en 1086 y poco después, 1094, conquistan Badajo finiquitando el Reino de Taifa. 


No fueron los únicos en conquistar la ciudad, pues en 1148 cayeron bajo el poder de otra dinastía norteafricana, los almohades. 


En la mitad del tablero de la interminable guerra entre los reinos cristianos del norte y los estados musulmanes del sur, Badajoz sufrió las vicisitudes del conflicto. En 1230 volvió a ser conquistada, esta vez por Alfonso IX de Castilla que rápidamente transforma la Mezquita Mayor en la primitiva catedral de Santa María del Castillo. Entre 1232 y 1284, para dar cabida a un número mayo de fieles, se construye una catedral nueva fuera de los muros de la ciudad: San Juan Bautista. 


Acabaron las luchas entre moros y cristianos, pero no las guerras en suelo extremeño, el siglo XIV fue testigo del enfrentamiento entre castellanos y portugueses. Y a Badajoz también le tocó sufrir los ataques de los reyes de Portugal Alfonso IV el Bravo y Juan I el Grande. Fue en esta ciudad donde se celebró el matrimonio entre Juan I de Castilla y Beatriz de Portugal. 


La población judía de Badajoz llegó a tener unas 800 personas que vivían diseminadas por la ciudad, hasta que en 1480 por orden de sus católicas majestades se les obligó a concentrarse en torno a la calle de San Lorenzo, en las inmediaciones de la Plaza Alta. 


Esta Plaza Alta y la Plaza de San José, comunicadas a través del Arco del Peso Colodrazgo, fue el centro social y comercial de la ciudad medieval. 


Badajoz presenta una cuidada estructura urbana concéntrica alrededor de la alcazaba. 


Desde la Plaza Alta descienden, con cierta parsimonia, las calles donde se ubicaban los comercios y los talleres de los antiguos gremios.


 En la actualidad muchos de ellos siguen cumpliendo una función social, como cafeterías, bares y librerias. 


La plaza alta, junto a la alcazaba, con sus arcos y fachadas policromadas es un ejemplo de buen gusto y de respeto por el patrimonio urbanístico, auténtico corazón de la vida social pacense. 


Badajoz no es una ciudad especialmente conocida, ni suele incluirse en los itinerarios turísticos al uso, pero sorprende por su belleza una vez que penetras en sus calles . . . 



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