martes, 13 de noviembre de 2018

MEZQUITA DEL CRISTO DE LA LUZ.



El año 1085 las tropas cristianas habían conseguido, por fin, rendir la ciudad de Toledo. Cuando el victorioso monarca leonés Alfonso VI traspasó las murallas para tomar posesión de la valiosa plaza conquistada, su caballo hincó la rodilla en una losa blanca situada delante de la mezquita. Los sorprendidos miembros del séquito, con su rey a la cabeza, entraron en el templo y asombrados contemplaron una extraña luz que provenía de una pared. 

Prestos, apartaron piedras y excavaron, para encontrar un Cristo crucificado que había sido escondido allí para protegerlo, cuando los ejércitos musulmanes comenzaron la invasión de la Península Ibérica varios siglos atrás. Junto al valioso crucifijo una pequeña lamparita seguía ardiendo desde sabe Dios cuando, y es por ese motivo que decidieron bautizarlo como Cristo de la Luz . . . y la mezquita se transformó en la Ermita del Cristo de la Luz. 

Cuando paseamos por Toledo nos asaltan leyendas en cada callejón y nos maravilla un edificio en cada calle, por eso es tan difícil quedarse con uno sólo, elegir uno entre un millón, sin embargo, este pequeño templo es, sin duda, uno de los más sugerentes y bellos de todo el casco histórico de la Ciudad Imperial. El interior se nos revela como un arte califal vestido de románico. Todo un goce para los sentidos. 


La pequeña ermita es un valioso tesoro milenario fechado en el año 999 y fue en origen una mezquita o una pequeña sala de oración de época califal. Teniendo en cuenta la planta del edificio, y por comparación con las construidas por los fatimíes en Egipto, se ha especulado que fuese utilizada como madrasa o centro de estudios, puesto que su disposición especial es propicia para acoger a los estudiantes en torno al maestro. Sus elementos tanto decorativos como constructivos parecen inspirados en la Mezquita de Córdoba. 


El muro de la quibla, espacio singular de la mezquita, orientado a la ciudad de Córdoba. 



Años después de la conquista de Toledo por los ejércitos de Alfonso VI se documenta la donación del templo a la Orden de San Juan de Jerusalén para que fuese lugar de oración para sus caballeros. Finalmente se convirtió en capilla privada y se le añadió un ábside en su costado oriental. 


El presbiterio se halla decorado con pinturas al fresco en franco deterioro. En la bóveda aparece representado el Pantócrator románico, el Cristo en Majestad, que se intuye (por el estado de conservación) rodeado por el Tetramorfos, los símbolos de los cuatro evangelistas. 


En palabras del poeta romántico Gustavo Adolfo Bécquer: “La primera palabra de una maravillosa escuelta arquitectónica, un recuerdo histórico encarnado en un edificio material”. 


Un jardín agradable, especialmente bajo el sol de la tarde, y una amplia terraza rodean el edificio y completan el maravilloso conjunto, delimitada por el tramo de muralla que finaliza en la famosa Puerta del Sol. Desde este precioso paseo se disfruta de una fascintante panorámica de la ciudad. 

Toledo es una ciudad famosa por su belleza, pero también por sus leyendas y existe otra, también relacionada con el Cristo de la Luz, esta vez, protagonizada por miembros de la tercera comunidad religiosa que moraban aquí: dos judíos. La leyenda recoge que dos judíos golpearon la imagen de Cristo con una pica en el costado (sin que se cuenten los motivos para tal acción) y casi de inmediato comenzó a sangrar. Asustados corrieron a enterrarla en una cuadra, pero el Cristo dejó un reguero de sangre que permitió ser encontrado por un grupo de cristianos. Ni que decir tiene, que a partir de este momento el fervor y la devoción por este Cristo de la Luz, no cesó de crecer. 


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