Pasear por Amsterdam y adentrarse en el Barrio Rojo, uno de los
lugares más ambientados de la ciudad, es casi una obligación. Al
caer la noche, Amsterdam se convierte en un auténtico centro mundial
(o europeo al menos) de perversión (y eso es algo muy contagioso).
Esbeltas meretrices exponen sus curvas, disfraces y sonrisas a
posibles clientes, mientras el aroma de la marihuana flota como la
bruma por los canales.
La iglesia más vieja de Amsterdam, construida en 1302, aún
conserva cubierta de madera, aunque con el correr de los siglos,
cambió la iluminación de los cierios por las luces de neón, y es
que a su alrededor se dispone uno de los barrios más canallas y
embaucadores de toda Europa (y no sólo por la prostitución).
Curiosa la relación ancestral la que ha mantenido la Santa Iglesia
Católica con el oficio más antiguo del mundo. Y entonces me asalta
la cuestión ¿qué porcentaje de lo recaudado en tabernas y
prostíbulos iba a parar al cepillo de la iglesia?.
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