Tras la muerte de Felipe IV el Hermoso se suceden en el trono francés una serie de monarcas de gobiernos efímeros e insulsos. Precisamente sus tres hijos. Ni Luis, ni Felipe, ni Carlos han pasado a la historia como grandes monarcas. Los tres además fueron reyes de Navarra.
Felipe actuó de regente hasta la muerte de su sobrino, hijo póstumo de Luis X de Francia y I de Navarra. Tras el fallecimiento del legítimo heredero, Felipe no tuvo problemas en proclamarse monarca de ambos reinos.
En Francia desarrolló una enérgica política para frenar las ambiciones de la nobleza y convocó con frecuencia Estados Generales. Resolvió con eficacia los problemas con Flandes y renovó la alianza con Escocia.
En Navarra, no obstante le faltaba el reconocimiento de los fueros. A través de una carta se excusará por no poder viajar a Navarra a jurar los fueros y solicitaba que le enviasen representantes legales (como si fuesen notarios) para hacer juramente frente a ellos. Dos años tardaron los navarros en responder, debido al desencanto y a cierta repugnancia que les causaba la situación (y el propio Felipe). Finalmente en 1319 el juramento fue prestado por el obispo de Pamplona ante catorce procuradores.
Felipe el Largo, II para Navarra (I si no contamos a su padre) y V para Francia murió en enero de 1922.
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