La capacidad inventiva de la Civilización China no tiene límites. La capacidad de sorprenderse de una mente inquieta (como la mía) tampoco. Mucho se ha escrito sobre la maquinaria bélica que los ejércitos chinos eran capacer de movilizar y trasladar al campo de batalla, pero a veces, lo pequeño supera a lo grande.
Desde el siglo XV, y con relativa frecuencia los multitudinarios ejércitos orientales empleaban animales para prender y propagar fuego a los edificios de las ciudades que eran asediadas; gatos, ratones y palomas eran entrenados para tal fin.
Entre todas estas criaturas, eran las palomas las más eficientes, aunque involuntarias, pirómanas. El primer paso era capturar, con ayuda de redes, algunos ejemplares que vivían en palomares en el interior de la ciudad objetivo. A continuación se les colgaba del cuello una especie de cascabel relleno con alguna sustancia o material inflamable, se le prendía fuego y se soltaba. La paloma no tardaba en emprender el regreso a su hogar, posándose en tejados, ventanas o murallas, extendiendo el fuego destructor por la ciudad asediada.
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