Viana,
histórica ciudad Navarra, que desde 1423 por decisión de Carlos III
el Noble, es sede del Príncipe de Viana, título que recibía el
heredero de la Corona navarra, equiparable al Príncipe de Asturias
en Castilla o el Príncipe de Gales en Inglaterra. Pero además Viana
es como una monumental tumba del príncipe del Renacimiento, César
Borgia, que murió en estas tierras combatiendo en el bando del rey
navarro frente a Fernando el Católico.
Fundada,
o mejor dicho refundada en 1219 por el rey Sancho VII el Fuerte,
aquel que rompió las cadenas, como baluarte para defender su
frontera occidental de las frecuentes incursiones castellanas y
amparar, de paso, a los numerosos peregrinos que cruzaban navarra con
destino al Finisterre.
La
Plaza de los Fueros, entre medieval y renacentista, con la
impresionante visión de la Iglesia de Santa María es una precioso
rincón y el corazón mismo de la ciudad. Para mi gusto una de las
plazas más bonitas de toda España.
Cada
uno de los puntos cardinales abre una de las puertas en la muralla
que rodea, protege, delimita y cierra la ciudad. Sus murallas y altas
torres defendían las tierras navarras de las apetencias
expansionistas de su poderoso vecino, el Reino de Castilla.
Precisamente tras la conquista castellana de 1512, Viana perdió no
sólo sus murallas, sino también a sus enemigos y parte de su razón
de ser, de tal manera que dejó de ser fortaleza y atalaya defensiva.
Situada
en peligrosa tierra de frontera, fue siempre un lugar hostigado por
los castellanos, a tiro de piedra de Logroño, sufrió numerosos
acosos y asedios. Pero los vianeses, gente de valor, defendieron
siempre con uñas y dientes sus hogares, y de paso, la frontera del
reino. Cuentan las crónicas que las doncellas tan dispuestas como
los varones no dudaban en ceñir corazas y blandir armas, para
presentar batalla al enemigo.
"No
menos las doncellas que las casadas, disfrazadas con los vestidos de
sus hermanos y maridos muertos, hicieron señaladas proezas".
Príncipe
de Viana es a Navarra, lo que Delfín a Francia, heredero de un reino
que, a pesar de los pesares, se resiste a morir y ser olvidado.
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