Al pie del macizo del Torcal, estratos horizontales de roca caliza surcados por hoyas, tajos y barrancos, en un altozano que domina toda la comarca de los Llanos, entre olivares, cereales y viñedos, se eleva Antequera: megalítica, mora, cristiana y renacentista.
Los
más antiguos templos humanos fueron erigidos en esta tierra. Por
aquí pasaron los romanos, y los moros la convirtieron en una de sus
plazas fuertes, protegida por la alcaaba. Los dólmenes se
transformaron en mezquitas, y éstas tornaron iglesias, varios siglos
más tarde. El emirato de Córdoba tuvo que sofocar mása de un
levantamiento antequerano mucho más proclive al futuro Reino de
Granada.
Cien
años antes que el Reino Nazarí, rindió pendones Antequera, ante el
empuje del infante Fernando de Trastamara. Después de las grandes
conquistas de Fernando III y Alfonso X, la frontera quedó
estabilizada, mientras Castilla se desangraba en conflictos
dinásticos. Hasta que en el año 1410, Fernando inició una serie de
campañas triunfales por la frontera nazarita, que le llevó a
conquistar la ciudad malacitana y recibir,de paso, el sobrenombre "el
de Antequera".
Las
lágrimas nazaríes por la pérdida de la ciudad hicieron revivir las
hazañas y glorias pasadas castellanas, que aún tenían pendiente
una última partida, y tras cinco meses de asedio, la ciudad se
rindió y fue abandonada por los musulmanes, que buscaron refugio en
otras puntos del Reino de Granada. La llegada de los cristianos desde
finales de la Edad Media fue poniendo las bases de la Antequera
renacentista que vivió su mayor esplendor en época de los Austria.
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