La
historia de la escultura monumental europea comienza en al siglo VII
a.C., con sorprendentes estatuas de jóvenes desnudos, que conocemos
con el término de "kurós", caracterizadas por la
frontalidad, la rigidez y la inexpresividad.
Uno
de estos jóvenes, cuya belleza y proporciones quedaron talladas en
piedra, es el Kurós de Munich, datado hacia el 540 a.C. y conservado
en uno de los museos más maravillosos de Europa, la Gliptoteca.
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