Situado en un promontorio sobre el río Sil, encajado en pleno corazón de Ponferrada. Sus torreones te desafían con sus grandes ojos. Destacada fortaleza del Noroeste Ibérico, fue durante dos siglos sede de los caballeros templarios, una orden (iniciática) de monjes guerreros (poseedores de secretos inconfesables) y encargados de la protección de peregrinos (entre otras cosas).
No existe un grupo humano medieval más evocador para leyendas (de todo tipo) que los caballeros templarios. Por cierto, su impronta sigue muy presente en tierras leonesas. Algunos historiadores sostienen, no sin motivos, que precisamente el Temple se instaló en el Bierzo para servir de protección a los romeros que peregrinaban a Santiago.
En 1178 el rey Fernando II de León dona tierras al Temple para fundar una bailía. Función, proteger a los peregrinos. Uno de estos caballeros encontró a la Patrona del Bierzo, Nuestra Señora de la Encina. Veinte años más tarde el rey Alfonso IX recuperó la plaza fuerte para la corona.
La fortaleza domina, desde la altura, el río Sil, y la ciudad de Ponferrada.
Caballeros, monjes y peregrinos habrán pasado por miles por delante de las puertas de uno de los castillos más bonitos de España.
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