El rey persa Darío I el Grande hizo decorar las monumentales escaleras que conducían a su gran sala de audiencias, conocida como apadana, en su palacio de Persépolis, con una enorme representación de sus súbditos llevándole tributos y presentes, como parte del ceremonial persa.
Los relieves, que podemos disfrutar en el Museo Británico, forman un interminable desfile compuesto por pueblos vasallos y sometidos, que acuden a postrarse ante el Gran Rey de Reyes, posiblemente en el contexto de la celebración del Año Nuevo.
Los lidios, ataviados con largas túnicas y sombreros cónicos, portan boles y brazaletes, y transportan metales preciosos en sus carros.
Capadocia, situada en el centro de Anatolia, envían una embajada para ofrecer al rey los magníficos caballos criados en estas tierras.
Los representantes de las ciudades jonias, vestidos con largas túnicas, llevan ricos presentes, como copas de metal, boles preciosos y preciados ropajes.
Los bactrianos, procedentes del Asia Central, ofrecen al monarca un espléndido camello, que lleva una campana colgada del cuello. Llevan una diadema en el pelo, atada con un nudo y pendiente en las orejas.
La riqueza en oro de la India es legendaria, por tanto es de suponer que sus embajadores ofrecen el precioso metal al gran Rey, para que pueda aumentar su extraordinario patrimonio. Los indios llevan un faldín corto y el torso desnudo. Los platillos iban cargados de oro en polvo y además van acompañados de un asno.
En total aparecen representados al menos 23 pueblos pertenecientes al Imperio, desde la India hasta Egipto.
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